En los actuales momentos en que se debate en los medios de comunicación y académicos de Venezuela la posibilidad de una invasión militar estadounidense parecida a las intervenciones de Irak y Libia, con frecuencia se cae en repetir eslóganes y lugares comunes en la argumentación, olvidando que los estadounidenses aprenden muy rápidamente de los errores cometidos como ocurrió en Corea (1950) y Vietnam (1973), que inspiraron por cierto un estudio clásico de obligatoria lectura para políticos y militares del anterior asesor de Seguridad Nacional estadounidense Mc Masterson sobre los errores estratégicos y tácticos cometidos en dicha guerra en el sureste asiático.

Gracias a estas lecciones se hizo posible las victorias militares en las invasiones de Granada, Panamá, Serbia, Afganistán, Libia en forma de guerra aérea y 2 veces en Irak desde el punto de vista convencional en 1991 y 2003, lo cual nos lleva a preguntarnos qué experiencia importante adquirieron en Afganistán e Irak que afectan su visión de la aplicación de la fuerza militar en el caso venezolano y que son el objeto de este artículo para explicar actuaciones que no son de manejo corriente para el ciudadano común, como son las siguientes:

  1. Derrotar en el campo de batalla moderno a un país con inferioridad tecnológica y material no implica mayor dificultad en la  tarea en cuestión, el verdadero problema es organizar la posguerra, ya que la caída del gobierno de los talibanes afganos, los socialistas árabes en Irak y el régimen de Gaddafi en Libia tienen en común que generaron un vacío de gobernabilidad que no pudo ser ocupado por el gobierno de transición que le sucedió. En el caso afgano se refleja en una guerra que no ha terminado, en el caso libio se refleja en una guerra de dos gobiernos que controlan partes del país y en el caso de Irak se reflejó en una cruenta guerra de contrainsurgencia que entre 2003 y 2008 generó enormes costos materiales y humanos que desacreditaron el éxito inicial de la invasión exitosa de 2003 que derribó a Saddam Hussein con la tercera parte de las tropas usadas en 1991 para liberar Kuwait.
  2. La primera lección de estas guerras es la necesidad de tener un liderazgo local o regional dentro del país que evite la imposición de una figura externa que no tenga vínculos con las clases políticas y económicas predominantes en el país invadido, como ocurrió en Irak y que obligó a crear un régimen de ocupación que facilitó la idea de una guerra moderna de independencia contra la potencia ocupante en la que participaban actores políticos locales de todas las ideologías para ocupar espacios en la simpatía popular de las masas descontentas con la ocupación.
  3. La segunda lección de estas ocupaciones es la importancia de tener un plan detallado de actividades y tareas para lograr rápidamente la recuperación económica, social y de infraestructuras que permita crear una base de apoyo popular para el nuevo gobierno. Es el plan que fue desarrollado por el general Colin Powell para la ocupación de Irak y que nunca se aplicó por el bochinche en que se gestionó la ocupación, donde se llegó a los extremos de traer obreros para la construcción de Nepal porque eran más baratos que los trabajadores desempleados de Irak, trajeron odios y resentimientos que dificultaron mucho más la ocupación.
  4. La tercera lección es la necesidad imperante de mantener ocupadas a las fuerzas de seguridad militares y policiales del país ocupado en vez de destruirlos, todos los  expertos en el tema han reconocido que el mayor error cometido por los estadounidenses en Irak fue la disolución de las Fuerzas Armadas y Policiales de Irak, ya que crearon un vacío enorme de inseguridad ciudadana a delincuentes comunes y arrojaron a centenares de miles de hombres adiestrados y en muchos casos equipados con armas y municiones  en técnicas militares y policiales al desempleo, con lo cual crearon las condiciones perfectas para incorporarlos a los grupos que predicaban la insurgencia y el terrorismo.
  5. La cuarta lección es que no se puede iniciar ningún gobierno comenzando de cero, expulsando a todos los funcionarios por el hecho de estar inscritos en el partido de gobierno, dado que se pierden conocimientos administrativos valiosos (experticia). Al igual que en el caso militar y policial, no se puede expulsar a centenares de miles, acaso a millones de empleados públicos; generar un desempleo atroz y la discriminación laboral y social, sin sufrir las consecuencias de llenar al país ocupado de miles de grupos de rebeldes de todo tipo de pasivos y activos que hacen ingobernable el país en cuestión, como ocurrió en Irak durante años con los sunitas y miembros del partido Baath.
  6. La quinta lección de estas experiencias es, sin duda, los costos económicos y las dificultades tácticas y operacionales de la guerra urbana y de contrainsurgencia, que se caracteriza por la extrema brutalidad policial y militar (cuyo costo político asume la potencia ocupante y el gobierno local que sostiene) como ocurrió en Vietnam y Afganistán , el uso de la tortura y el terror (cuyas técnicas modernas se sistematizaron en la Guerra de Argelia y Afganistán) , así como los enormes gastos financieros y materiales de estos conflictos (que llevaron a los estadounidenses a eliminar el Patrón Oro por los gastos militares de Vietnam y a dilapidar 3-4 billones de dólares en la ocupación de Irak)

Por todo lo anterior es que se explica los escrúpulos y paciencia del gobierno estadounidense en seguir una cuidadosa metodología para enfrentar a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. El problema en cuestión no es invadir militarmente y destruir a los gobiernos enemigos en materia ideológica y política, sino también evitar una invasión de 5-6 millones de cubanos desesperados al estado de la Florida o la partida de 3 millones de nicaragüenses que detonen socialmente a Honduras, El Salvador y Guatemala, creando un efecto de bola de nieve que lleve a 8-9 millones de centroamericanos desesperados a intentar cruzar México para llegar a la frontera sur de Estados Unidos.

En el caso de Venezuela, donde existe un Estado centralista con millones de empleados públicos y centenares de miles de hombres y mujeres adiestrados en las fuerzas armadas y policiales, sin sumar la magnitud de los 2,2 millones de milicianos que el gobierno de Maduro anuncia tener y cuyo adiestramiento y equipamiento son un misterio para el autor de este articulo, es sin duda una fuente enorme de preocupación para los planificadores políticos y militares del Pentágono y la CIA.

Es por ello que este tema es sumamente delicado porque las decisiones implican puntos de no retorno debido a las consecuencias que pueden arrojar y que muchas veces no son manejadas con propiedad por políticos y ciudadanos que no conozcan de estos temas, generando por Twitter y Whatsapp (redes sociales) disparatados comentarios que confunden aún más a la opinión pública nacional.

Si Estados Unidos decide invadir, será porque tiene planes de contingencia para la posguerra, lo cual escapa del entendimiento y conocimiento del autor del presente artículo.


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