I

Cinismo, de acuerdo con la definición de la Real Academia Española, significa: 1. m. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. 2. m. Impudencia, obscenidad descarada. 3. m. Fil. Doctrina de los cínicos, que expresa desprecio hacia las convenciones sociales y las normas y valores morales. 4. m. desus. Afectación de desaseo y grosería.

El problema es cuando el cinismo se convierte en crimen. Estamos hablando de palabras mayores. No cualquier crimen, no cualquier criminal y no cualquier víctima.

Seguramente en el vasto diccionario de la Real Academia o en cualquier otro hay una palabra para definir a la persona que es cínica pero que además con su cinismo comete crímenes. Yo tengo un nombre propio, con apellido y todo.

II

Cada vez que debo enfrentarme con la realidad de la compra semanal. Cada vez que llego a mi casa con las cuatro bolsitas. Cada vez que comienzo a repartir mentalmente los muslos de pollo o el medio kilo de carne, me provoca llenar un bolso con ropa y salir a buscar pasaje para el Táchira para luego pasar el puente y seguir camino hacia otras tierras.

Siempre termino en el sofá de la sala pensando: “Esto no se aguanta, no creo que aguante, tengo que huir”. Pero el miedo paraliza. Es una realidad aterradora, si me voy y si me quedo. No tengo escapatoria. Detrás de mí las llamas del infierno me cercan, delante de mí, el abismo.

Sé que no soy la única que siento esta angustia. Sé que en el apartamento de al lado los vecinos están pensando en lo mismo. Sé que en la oficina cada uno haciendo su trabajo lo mejor que puede piensa es las ganas que tiene de salir corriendo.

Lo tengo claro, pero avanzo porque la inercia me empuja, porque mi mamá me inspira, porque mi hija me anima y me contiene. Por ellas sigo la lucha, y la daré aquí o en cualquier parte.

III

Yo entiendo que la realidad no es una sola, que tiene muchas variantes. Incluso puedo explicarme el fenómeno de que cuando no vivo lo que vive el otro, su realidad es transparente para mí, no existe.

Pero lo que me es bastante difícil de entender es que en la actualidad alguien niegue las evidencias que salen por todos los medios. Cualquiera que tenga una cuenta de Twitter, cualquiera que vea Instagram, cualquiera que tenga redes sociales o esté medianamente conectado puede enterarse de que Kim Kardashian se cambió el corte de pelo o de que Donald Trump habló con Kim Jong-un.

El río de gente caminando por las carreteras de Suramérica, el rostro de desesperación de los niños cansados y hambrientos. Las noticias de la ola de inmigrantes que llegan diariamente a las fronteras de Brasil, Colombia, las islas vecinas del Caribe; las peticiones de asilo, los buques de ayuda humanitaria, los campamentos de refugiados.

Son fotos, videos, testimonios, lágrimas, cansancio, desasosiego, desesperación que inunda todo medio de comunicación desde la Patagonia hasta el Polo Norte y desde Europa hasta Japón. Y les explico, los periódicos, los portales de noticias no se ocupan de nimiedades, si le están poniendo el ojo a este problema, es porque es grande.

Y entonces va el cínico criminal y afirma con su cara muy lavada que no existe tal problema, que la migración es la normal, que no es como la pintan.

Claro, su realidad no es la misma que la mía. No va al supermercado, no cuenta los muslos de pollo, no trajina buscando dinero para poder comprar medicinas. Pero, además, es un funcionario público que carece de empatía, que pretende dirigir un país a partir de su sociopatía, que no tiene empacho en mentir, que no le importa que sus connacionales mueran de hambre.

Mientras todos tratamos de sobrevivir a este infierno, él le echa leña al fuego para que ardamos.


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