El extraordinario triunfo de la alternativa democrática en las elecciones parlamentarias del año 2015 es indispensable reconstituirlo, replicarlo, trabajar para volver a tener un ejército victorioso, de más de 8 millones de votantes, que adversamos decididamente a este régimen. Ya lo hicimos, entonces no es una quimera lo que propongo repetir, solo es cuestión de voluntad política y de supervivencia.

Las diferencias entre las organizaciones políticas que hacen vida dentro de la unidad opositora no es un hecho sobrevenido, es una realidad conocida y que habíamos logrado sobrellevar mientras nos sentíamos victoriosos. Con la derrota en las elecciones regionales vino el maremágnum, pero esa circunstancia también era previsible. Se hizo presente la vieja sentencia de Napoleón, conocida por los políticos de todas las épocas y todos los confines del mundo, “la victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana”. Ahora, el más craso error cometido aquí es pretender buscarle un padre postizo a la derrota: se salió a buscar un chivo expiatorio y creyeron encontrarlo en Acción Democrática. Se equivocaron, no porque AD no tenga su cuota de responsabilidad en el desaguisado, pero si la derrota es huérfana y se busca quien asuma su paternidad, así sea adoptiva, vamos a compartir por parte iguales esa responsabilidad paternal.

No puede ser ignorado, por quienes conocen a Acción Democrática y sus dirigentes, que tenemos memoria corta y larga, que poseemos todo un disco duro en nuestros ordenadores constituido por un compendio de conocimiento de conductas de diversos partidos políticos y personalidades, de diverso signo ideológico, que si las exhibimos ante la opinión pública pueden dar origen a especulaciones malignas de todo tipo. Obviamente, eso sería un manjar para la sala situacional de Miraflores dirigida por cubanos, españoles de Podemos y toda esa sarta de asesores de inteligencia de regímenes tiránicos que apoyan a Maduro. Hasta ahora, esa sala situacional del gobierno se ha dado banquete con la guerrita sucia contra AD y sus dirigentes. Eso sí, ya está bueno, no vamos a permitir se nos convierta en el desaguadero de todos los males de la República.

Así que es preferible no amenazarnos con agravios, difamaciones, falacias o medias verdades y trucos de laboratorios de guerra sucia en las redes sociales, porque el catálogo de respuestas que poseemos es como para prender un ventilador imposible luego de apagar. Así que si somos racionales no debemos buscarle la quinta pata al gato. No es amenaza, es solo advertencia para que no nos crean desasistidos de recursos y argumentos para el contraataque. No lo hemos hecho ni lo haremos, no por cobardes sino por responsables y centrados, porque sabemos por experiencia que el agravio es como el agua que se derrama: imposible de recoger después del vaciado.

Al poner los puntos sobre las íes, vamos entonces a sentarnos y entendernos como seres racionales, como políticos que debemos dejar a un lado nuestras diferencias por el bien superior de Venezuela. Digámosle sí al debate, pero a uno de altura, programático e ideológico, no de frases huecas de 140 caracteres para moler al contrincante.

Los partidos políticos que decidimos abstenernos en estas elecciones municipales (AD, PJ y VP) con el propósito fundamental de denunciar, ante el mundo, el fraude continuado del régimen y buscar afanosamente mejorar las condiciones electorales para poder participar con éxito en las elecciones presidenciales y salir de esta pesadilla, no debemos, en consecuencia, agraviar a quienes consideraron más eficiente la vía de la participación, como Copei, UNT, AP y el MAS.

Todos somos necesarios. Incluso considero que los grupos y organizaciones que llamaron a la abstención en las elecciones regionales, aunque consideremos que cometieron un error en aquella oportunidad, no podemos olvidar que también formaron parte de la unidad coherente y cohesionada de la victoria parlamentaria que propongo replicar. Cualquier intentona excluyente, cualquier movimiento subalterno para dejar por fuera a alguna de las organizaciones políticas que luchan por el cambio sería un suicidio colectivo. Si juntos todos la tarea es difícil, separados se hace imposible.

Si vamos a hablar con nombres propios, dejémonos de diplomacia y digamos que Henry Ramos Allup, Julio Borges, Leopoldo López, María Corina Machado, Manuel Rosales, Henri Falcón, Felipe Mujica, Eduardo Fernández y líderes independientes de las regiones, que auspician un cambio de régimen, deben sentarse a fijar las normas mínimas de convivencia democrática que nos permita visualizar una nueva luz al final del túnel.

Sería el colmo de las desgracias que, siendo mayoría, permitamos que la minoría nos derrote por actitudes subalternas que, hasta ahora, ha sabido aprovechar el adversario. Vamos a empinarnos sobre las diferencias, que siempre hemos tenido y hemos sabido superar, para que Venezuela se convenza de que estará pronto en mejores manos. No esperemos más, pues el enemigo acecha. ¡Manos a la obra!

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