Al norte de Canaán, Israel, Judea, Tierra Santa o Palestina, se encuentra anclada Galilea, caracterizada ésta no solamente por las condiciones óptimas para el desarrollo de la agricultura (Flavio Josefo, siglo I), sino que además, según la convergencia de relatos encontrados en los tres primeros evangelios (Marcos, Mateo y Lucas), denominados evangelios sinópticos, se identifica como la localidad de origen o raíz del “Misterio de la Encarnación”. Del latín incarnatio, la encarnación concibe el hecho de connotación mística, en la cual el “Hijo de Dios” se hizo hombre: unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la individualidad trascendental de Jesucristo. “Y el verbo se hizo carne, y habitó en medio de nosotros” (Juan I, 1).

En tal sentido, el Papa Benedicto XVI en su segunda catequesis (enero 2.013) expresa: “En Jesús, Dios ha asumido la condición humana en su integridad para sanarla completamente. En la encarnación también Dios no da solo alguna cosa sino que se da a sí mismo, entregándonos a su propio Hijo por nosotros. Nosotros, debemos actuar en nuestras relaciones movidos por la gratuidad y el amor….nuestra fe no tiene que ver solo con la inteligencia y el corazón, sino que ha de tocar y orientar toda nuestra vida concreta”.

Por otra parte, no es cuestión que se crea o se deje de creer, pero las evidencias  bíblicas (por ejemplo, Lc. 10,17; Mc. 9,21; Hechos 19, 11-12) al igual que las actuales, nos indican el combate que durante todos los tiempos se ha presentado entre el bien y el mal, y que hoy en día percibimos la forma como la “acorazada” estructura de valores (por ejemplo el respeto, la honestidad, la justicia, etc.), está siendo severamente atacada por la fuerza de los antivalores, cuya postura amenazante pareciera mostrar que está ganando el enfrentamiento: se verifica con hechos probatorios como impone su temible poderío.

Para el caso particular de Venezuela, contrarrestar el “colapso” económico nacional, reestablecer el “hilo constitucional” y recomponer el sistema social (sin pandillas infantiles y jóvenes “come basura”),  no solo se refiere a la necesidad de desarrollar políticas sensatas, coherentes, integrales  y acertadas para solventar los múltiples desequilibrios en lo económico, político, jurídico, social, moral, ético  e institucional (generados principalmente por expertos en “administrar” la agenda nacional a su antojo) que han impedido alcanzar la ansiada estabilidad y bienestar duradero.

También la “emergencia compleja” que padecemos se palpa en lo más intrínseco de cada individuo. Su  necesidad de conformar una personalidad  que le permita alcanzar metas u objetivos, depende del acoplamiento armónico de múltiples factores: actitudes personales; formación profesional, valores morales y éticos; mejoramiento de las condiciones físicas; fortaleza espiritual; utilización  del ocio para el desarrollo del  pensamiento  productivo, etc.

Finalmente y parafraseando al sumo pontífice, la vida social y publica necesita de un “elemento religioso”, que en su carácter universalmente humano le permita contribuir con el Estado en su misión de defender la familia, proteger la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural, y velar por el buen desarrollo de la educación. 

Digresión: Al momento de culminar la redacción este artículo, nos preparamos  para vivir una nueva experiencia religioso-espiritual (a propósito de la Semana Santa) en la ciudad de los Caballeros o Santiago de los Caballeros de Mérida (1.558), e iniciando con “Vía Crucis de la Montaña” (lunes 10-04-2017) en su versión 32. Proyectado desde la visita del Papa Juan Pablo II (1.985), este evento se caracteriza por la presencia y participación de más 5 mil feligreses (en un acto de resistencia física, devoción religiosa e internalización espiritual); el cual parte desde  la Basílica Menor Catedral de Mérida (recorre el casco central), atraviesa el cañón del río Chama, y sube hasta el sector  Doña Rosa donde se celebra la eucaristía (en la vía a la estación La Montaña del Teleférico: 2.436 mts).


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