La velocidad de la luz, si el gobierno de Venezuela no le quita los tres ceros, es de 300.000 km/seg. A través de complicados experimentos científicos he tratado de corroborarlo encendiendo y apagando el interruptor de la luz mientras mido la velocidad con una cinta métrica.

Los científicos también se maravillan ante las pirámides de Egipto y las de México. Se asombran desenterrando ciudades gigantescas de remotísima antigüedad que reposan bajo la arena. Ante la dificultad de explicar cómo se construyeron aquellas maravillas sin máquinas ni computadoras, algunos esotéricos se aventuran a decir que fueron seres extraterrestres quienes dirigieron tan magníficas obras de ingeniería.

Imagino cuánto irán a especular los arqueólogos en el futuro cuando, dentro de 2.000 años, desentierren obras de infraestructura inconclusas hechas por los gobiernos de Venezuela, dado que en su empeño por arruinar las ruinas, algunas las inauguraban destruidas. Por ejemplo, cuando encuentren El Helicoide, seguramente dirán:

—¡Qué cultura tan avanzada! ¿Cómo sería este Helicoide en su máximo esplendor? ¡Quizás hasta sacrificaron enemigos políticos en ese lugar!

Ya veo a los pobres científicos con una brochita en una mano y una lupa en la otra, retirando la tierra que recubre superestructuras que siempre fueron ruinas. Los oigo, con voz sapiente, declarando a Discovery History:

—Probablemente, en los ranchitos que lo rodean habitaron los esclavos que lo construyeron.

Impactante será el momento en el que desentierren la autopista a oriente, el tren de Maracay a Puerto Cabello y el monorriel de Petare a Guarenas. Los hombres del futuro jamás podrán entender para qué se construyó una autopista que estaba en ruinas antes de ser inaugurada, un tren fantasma que costó 10.000 millones de dólares, acueductos por donde nunca pasó el agua, cráteres y grietas en las calles que con el paso del tiempo desaparecieron dejando solo los cráteres y las grietas.

Ahora, en Venezuela, tenemos nuevas ruinas. Una Constitución irrespetada. Los escombros vergonzosos e inmorales de un CNE experto en impedir elecciones libres. Hospitales destruidos. Venezolanos comiendo basura en la calle. Empresas quebradas. Enfermos muriendo de mengua. La moneda devaluada e inexistente. Una industria petrolera que no produce petróleo.

Sí, Venezuela está convertida en ruinas, pero no por los venezolanos decentes, sino por culpa de extraterrestres destructores provenientes de un planeta rojo.


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