Las candilejas alumbran actores y hay voces renovadas y nuevas en el teatro político venezolano. Abordaré este vital asunto paso a paso.

Al subirse el telón de la sesión de la Asamblea Nacional, de incuestionable legitimidad, el 5 de enero, se designó una nueva directiva, con Juan Guaidó como presidente. Desde su discurso en la juramentación de rigor, Guaidó presenta un lenguaje y una ruta diferentes: denuncia del régimen que usurparía el poder el 10 de enero, acción firme y caminos claros y posibles para la restauración de la democracia, conciencia de que en Miraflores hay un vacío que será ocupado por un poder “de facto”.

Sabe y divulga que ese poder tiene la fuerza y que, de todos modos, se puede avanzar hacia la democracia, cohesionando la AN, dejando el inmediatismo, acumulando fuerzas en la calle y con una aproximación cordial a los militares y chavistas de todo cuño. La ilegitimidad del TSJ nombrado el 23 de diciembre de 2015, la nulidad demostrada de la sentencia “express” emitida por la Sala Electoral el 30 de diciembre de 2105, la inconstitucionalidad de la ANC, supuestamente elegida popularmente el 30 de julio de 2017, denunciada por la empresa Smartmatic, cuyo director ejecutivo, Antonio Mugica, en un comunicado el 2 de agosto afirma:“Estimamos que la diferencia entre la cantidad anunciada y la que arroja el sistema es de al menos un millón de electores”. La ilegitimidad del fiscal, del contralor y defensor del Pueblo, designados por la ANC, y finalmente, la también inconstitucional elección presidencial habida el 20 de mayo de 2018.

Sabe toda Venezuela, América y la Unión Europea del fraude e ilegitimidad de los actos citados, por lo que no reconocen a Maduro como presidente y consideran ilegal su juramentación ante el TSJ el 10 de enero. La cohesión de la AN, con cinco fracciones, se manifestó el 15 de enero con la aprobación de una exposición de motivos y cuatro instrumentos que hacen historia, y enumeramos más abajo. Solo en el primero de ellos se abstuvo la fracción 15 de Julio, creada el 14 de noviembre de 2017, por “diferencias notables” con el resto de las fracciones opositoras, anunció Richard Blanco. La integran los partidos Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo y Convergencia, pero no se separó del Acuerdo de Gobernabilidad.

Estos son los instrumentos legales: 1) Se declara la usurpación de Nicolás Maduro en la Presidencia. El presidente de la Asamblea Nacional se encargará de velar por el cumplimiento de la normativa legal aprobada hasta tanto se restituya el orden democrático. 2) La Asamblea Nacional asume competencias del Ejecutivo y activa la aplicación de los artículos 233, 333 y 450. 3) Se pide a 40 países congelar las cuentas bancarias del Estado venezolano para evitar que sea robado el dinero del pueblo. 4) Se aprueba la amnistía que libera a los presos políticos, y se ofrecen garantías a todos los militares que contribuyan a la restauración del orden constitucional en Venezuela. 5) Se aprueba el ingreso de ayuda humanitaria. De acuerdo con lo que escuché decir a un diputado de la AN, en el programa radial de Gladys Rodríguez, el 16 de enero, la ayuda se canalizará a través de las iglesias y ONG humanitarias, para evitar el robo del gobierno.

Para coordinar las acciones de transición a la vigencia de la CRBV, se creó el Consejo Nacional para la Transición Democrática, por el cual se instrumenta el principio de colaboración entre los Poderes Públicos legítimos, al que se contrae el artículo 136 constitucional. Estos acuerdos y leyes son un verdadero logro histórico aunque la AN reconoce que, dada la situación de anormalidad y lo que es real, no se corresponde con el deber “de jure”, será difícil ejecutarlos. Por eso la iluminación y despertar de los ánimos resignados o descreídos es un imperativo categórico, por lo que hay que trabajar estratégicamente, a mediano plazo, para lograr una gran acumulación de fuerza popular que se comprometa con el cambio.

Con estos fines, Guaidó ha realizado, sin mesianismos, seis cabildos abiertos con un éxito sorprendente: la antipolítica cae, en las redes sociales se observa esta mudanza de actitud, pase del descreimiento y la hipercrítica apresurada o irracional a la necesidad de la acción. Más de 85% de la población desea este cambio, y ha retomado la credibilidad e importancia decisiva de la Asamblea Nacional, en la actual coyuntura política. No hay que desperdigarla, pues el costo es muy elevado y prolongado.

En la oscura noche que pesa sobre nosotros, desde hace 20 años, y particularmente durante estos de desgobierno de Maduro, que han sumergido a la nación en la miseria, la enfermedad, el éxodo masivo de compatriotas, la tortura y la muerte, se abre una rendija por donde se difracta la luz de la democracia, la legalidad y la recuperación de nuestros hombres, mujeres y niños, los niños del hambre.

Muy brillantemente, Ibsen Martínez escribió en El País, de Madrid, el 15 de enero: “Hacia el final de la mañana del cabildo abierto, ya muchos teníamos a Guaidó por presidente de Venezuela y comenzó a sentirse una creciente galvanización del ánimo de lucha perdido. Lo singular del caso Guaidó es que el renovado entusiasmo opositor que su figura viene suscitando no emana de ningún carisma oratorio sino de una esforzada hoja de vida con la que, en cosa de horas, se han familiarizado los venezolanos con justa admiración”.

Iluminaciones y fulgor en la noche: no cerremos la pupila, Cristo del ojo, en hora del siglo XXI, que puede trocarse en pájaro que asciende, como Jesús, aunque los diablos, en sus abismos, levanten la cabeza para contemplarlo y lanzar sus guadañas para ejecutarlo y arrojarlo al sepulcro, como a un sol cuello cortado.


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