Ser dirigente chavista, madurista y revolucionario es un arte. No cualquiera puede destacarse en ese mundo. Se debe estar presto a hacer cualquier cosa, hasta el ridículo, sin el menor atisbo de vergüenza ni remordimiento. Y, en contraparte, para soportar tanto cinismo, quienes los escuchamos tenemos que respirar profundo, hacernos los locos y «tener estómago» para aguantar.

Y es que el problema no es lo que dicen ni cómo lo dicen, sino que, como decimos en mi tierra, nos vean la cara de pendejos. La crisis eléctrica en el Zulia, reflejada en los constantes bajones de voltaje y horas sobre horas diarias a oscuras, ha llegado a niveles intolerables, mientras ellos cada vez se inventan excusas más sorprendentes para justificar la crisis.

Ya no se conforman con echarle el muerto a la iguana, al sabotaje del imperio o al robo de cables en las subestaciones, sino que ahora es culpa, ni más ni menos, que del «equinocchis». Sí, está leyendo bien, «equinocchis», que, según los eruditos rojos, es ese momento cuando el sol está más cerca del Zulia, lo que hace que todo se caliente más y la electricidad falle. Definitivamente, ¡la ignorancia es atrevida!

Con dirigentes así no tenemos esperanzas de mejorar, por el contrario, ya sabemos que siempre iremos a peor. Con solo «googlear» lo básico pueden conseguir en Wikipedia una mínima luz de conocimiento. Primero, el Zulia siempre ha estado en el mismo lugar, con sus condiciones climáticas características que a través de los años le permitieron a la antigua Enelven hacer un cronograma anual sobre el comportamiento eléctrico regional y tomar así las previsiones correspondientes. Segundo, con una paseadita por Internet se hubiesen dado cuenta de que los equinoccios, que es lo que se supone quisieron decir, ocurren dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre, y que «realmente son un momento particular en el calendario, un instante de tiempo que ocurre a una hora determinada; en vez de todo un día (aunque acostumbramos llamar equinoccio o día equinoccial a la jornada en que ocurre este instante)».

Provoca reír por no llorar, pero ni eso podemos hacer. Quizás si la gravedad del problema eléctrico no fuese de la magnitud que hoy nos agobia, podríamos hacer cien chistes de esto, pero resulta que cada disparate es peor que el anterior y el nivel de burla en contra de un pueblo que puede pasar 10 horas diarias sin luz, con un calor que asfixia, ya es inaguantable.

Todos sabemos la verdad que ocultan detrás de la falta de un mínimo de cultura general y del cinismo que derrochan en cada declaración pública sobre el tema: ineficiencia, abandono del mantenimiento del sistema, paralización de la generación de energía termoeléctrica y, como colofón, el incremento sin control de la minería de criptomonedas en la región.

Hace dos meses ya advertía en mi artículo titulado «No hay cama pa’ tanta gente» sobre el colapso del sistema por el aumento de la demanda debido a las condiciones climáticas propias de la región.

El caso del Zulia es quizás uno de los más complicados del país porque está en la cola del sistema y su parque termoeléctrico instalado no funciona adecuadamente. En marzo, el estado reclamaba alrededor de 2.300 megavatios, pero en estas fechas ronda los 3.000 por el pico tradicional en las temperaturas.

José Aguilar, consultor internacional de energía eléctrica, señalaba en ese momento que por la vía termoeléctrica, la Costa Occidental de Maracaibo tiene 2.430 megavatios instalados, que en caso de funcionar correctamente, la demanda se cubriría sin problemas con una mínima dependencia del Guri. Pero eso es solo un sueño, el deber ser. La realidad da cuenta de que Termozulia funciona a 30% de su capacidad; la Ramón Laguna está inoperativa y las plantas de Bajo Grande y Rafael Urdaneta funcionan a menos de media máquina.

También destaca la mentira del tan anunciado cable sublacustre. El 8 de enero pasado el gobernador Omar Prieto le daba al Zulia una «buena» noticia: la reparación del cable sublacustre de 230 KV estaba listo en 90% sin que hasta la fecha se le haya visto el queso a la tostada.

Y para cerrar con broche de oro esta catástrofe eléctrica que marca cada uno de nuestros días, destaca el negocio redondo y en dólares que generan las maquinitas de minar criptomonedas, cuyo principal promotor es el mismo gobernador zuliano, quien adelanta unas granjas de minería bajo el nombre de Criptolago.

El anuncio lo hizo a principios de abril. En mi artículo de entonces titulado «Criptolago, ¿el club privado de Omar?”, explicaba que este tipo de minería reclama un elevado consumo de electricidad. Las máquinas necesitan un ambiente frío para funcionar. En los países donde se ha desarrollado este negocio se hacen acuerdos previos con las empresas eléctricas a fin de modificar las cargas y costos para no afectar a la población. Entonces, ¿cómo es que en el Zulia se impulsan estas granjas como política de estado cuando a la población se le somete hasta a tres racionamientos diarios, de tres o cuatro horas cada uno, y constantes bajones de voltaje?

No hablamos de una tontería. Son 3 granjas de minería, a 9.000 máquinas por cada una, que suman 27.000 máquinas. Si cada maquinita cuesta, en promedio, 5.000 dólares, estamos hablamos de una inversión de 135 millones de dólares. Si el negocio se echó a andar con 25 empresarios, en teoría la inversión de cada uno es de 5,4 millones de dólares. Me pregunto: ¿hablamos de un negocio rentable para el Zulia o es solo para un grupito de enchufados?… Muchas preguntas y pocas respuestas. Mientras tanto, el pueblo sigue padeciendo con una tendencia irreversible a que las cosas se pongan cada vez más oscuras.

@gladyssocorro

gsocorro.wordpress.com


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