La Iglesia Católica sacó la casta. El sábado, durante la Bajada de la Chinita, puso límites al control absoluto que asumió la Gobernación del Zulia del acto religioso. La matriz de la transmisión de radio y televisión regional, nacional e internacional, quedó en manos del canal católico 11 del Zulia, con lo que se anuló la presencia de los políticos en la actividad. El que quería protagonismo se quedó vestido y alborotado. La orden girada al respecto fue muy clara.

La decisión de la Iglesia cortó por lo sano cualquier intención del chavismo de apropiarse del acto, una vez que ya lo habían hecho con el protocolo oficial. La Bajada de la Chinita fue el reflejo, a pequeña escala, de lo que la abstención y la regaladera de espacios por parte de la oposición han convertido en la nueva realidad política nacional: el poder ejecutivo, representado institucionalmente por una Asamblea Nacional electa por el voto masivo en diciembre de 2015, fue flagrantemente ignorado, así como también el concejo municipal, a cuyos concejales se les negaron los pases para ocupar el lugar que les correspondía.

Es de destacar en este último caso, el municipal, que ni siquiera llegamos a las elecciones de diciembre para su renovación y ya los pisaron como poder, o, más bien, los concejales se dejaron pisar porque saben que todas esas curules ya son rojas debido a que, nuevamente, la oposición apuesta por la abstención. Con estos comicios se sella, en la práctica, el control de todos los espacios de poder en manos de los oficialistas, lo queramos aceptar o no.

“¿Qué mal hemos hecho como pueblo?, ¿por qué nos han tratado así?”, se preguntaba el sábado monseñor José Luis Azuaje, arzobispo de Maracaibo, durante la homilía. Si bien fue un claro mensaje en contra de las políticas económicas y sociales del gobierno, también puede asumirse como un campanazo no solo para rojos sino también para blancos, azules, amarillos, naranjas, verdes, celestes y afines. Si bien es cierto que desde el poder central, con todos sus derivados en las regiones y municipios, han desangrado al país y nos han chupado las esperanzas, no es menos cierto que desde la oposición tienen rato sin dar pie con bola en la elaboración de la ruta para salir de esta tragedia nacional, lo que ha provocado peligrosos estados de desesperanza y depresión colectiva que nos llevan a atacar y desechar por inercia cualquier posibilidad de cambio.

Muestra clara de ello es el ataque inclemente que desde las redes se hace al nuncio apostólico, monseñor Aldo Giordano, tras hacer pública la decisión de la Iglesia venezolana, avalada por el papa Francisco, de participar en un eventual proceso de diálogo en el país. “Si hay procesos de diálogo o intentos de empezar procesos, nosotros siempre estaremos listos a apoyar procesos de reconciliación, procesos de paz”, dijo.

El nuncio estará en Maracaibo el 18 de noviembre para entregarle el palio arzobispal a monseñor Azuaje en la misa solemne de la Chinita.

Definitivamente, si algún factor está claro, a todo nivel, dentro de esta guerra política intestina, es la Iglesia. Sabe perfectamente cuál es el objetivo. Sabe perfectamente que cualquier salida a este atolladero pasa necesariamente por una mesa de negociaciones. Ojalá y aunque sea un destello de esa claridad ilumine a la oposición, tanto a sus líderes como al ciudadano común. Basta de inquisiciones mediáticas sin sentido. Es hora de llegar a acuerdos para poder avanzar. De un extremo a otro, tanto para el diálogo como hasta para recibir a los marines, se necesita de una condición mínima: unidad. Sin ella, cualquier posibilidad se cae por sí sola. ¿Qué mal hemos hecho como pueblo? ¿Por qué nos han tratado así? Yo le agregaría, ¿acaso nos lo merecemos porque no terminamos de aprender la lección?

Blog: gsocorro.wordpress.com


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