Necesario preliminar: quiero llamar la atención sobre el esfuerzo personal, profesional y ciudadano que debe haber demandado la revisión de más de 45.000 sentencias que, entre los años 2004 y 2013, fueron dictadas por 3 salas del Tribunal Supremo de Justicia: la Constitucional, la Política Administrativa y la Electoral.

Pido al lector que me acompañe en este detalle: Antonio Canova González, Luis Alfonzo Herrera Orellana, Rosa Rodríguez Herrera y Giuseppe Graterol Stefanelli, cuatro profesionales del derecho, cultores de distintas especialidades, emprendieron una empresa mayúscula: analizar los resultados concretos de la gestión del órgano rector del llamado sistema judicial venezolano, a lo largo de una década.

El simple enunciado de la tarea realizada abruma por su envergadura. Que haya venezolanos dispuestos a entregar una parte considerable de sus talentos, sus energías y su tiempo a proyectos que son de interés público y, más todavía, a diligencias cuyo resultado final los sobrepasa como personas, puesto que su contribución nos concierne a todos los que aspiramos a una vida más digna y en libertad, constituye un conjunto de hechos que nos imponen una reflexión. Por una parte, sugieren la existencia de unas reservas de dignidad, de unas vocaciones democráticas que, a pesar de todos los esfuerzos del régimen por robarnos la vida y dejarnos exhaustos, logran superar las dificultades, sobreponerse y arrojar un resultado ejemplar: un libro de más 400 páginas, notable aporte a la comprensión de esa tragedia que es la revolución bolivariana. Este es un aspecto de la cuestión.

El otro asunto, es una pregunta que me hago a mí mismo y le formulo al lector ciudadano: ¿qué le decimos a Canova González, Herrera Orellana, Rodríguez Ortega y Graterol Stefanelli? ¿Con qué palabras hacemos patente nuestra gratitud? ¿Cómo acusamos recibo de la enorme significación que tiene y tendrá la investigación que realizaron? ¿Cómo hacemos visible, especialmente en los momentos en que el desaliento cunde entre nosotros, que este libro es expresión de una lucha, nuestra lucha democrática, y que no todos nuestros esfuerzos son derrotas, y que estas páginas (y muchas otras, y muchos otros libros, y muchos otros empeños) son una victoria concreta y de largo eco, no solo de los cuatro autores sino también una victoria que nos pertenece, porque ella metaforiza el deseo de millones de venezolanos por dejar atrás esta pesadilla?

Servilismo.

El TSJ al servicio de la revolución. La toma, los números y los criterios del TSJ venezolano (2004-2013) transita por hechos y verificaciones. El primer capítulo resume la colonización paulatina del Poder Judicial por la parcialidad política puesta en marcha por Chávez y continuada por Maduro. Lo que quizás perviva en nuestra memoria como episodios o noticias aisladas se muestra aquí como un paulatino proceso, que ha ido de menos a más, hasta lograr el control absoluto del Tribunal Supremo de Justicia. Los autores demuestran que desde el primer momento fue un objetivo, y recapitulan algunos de los episodios de mayor tensión, incluyendo las frases cargadas de odio de Chávez contra la institución que, al comienzo de su primer mandato, intentó mantener su autonomía ante el nuevo poder.

Numerosas citas, tomadas de las intervenciones de distintos magistrados cierran la posibilidad de poner en duda la hipótesis del libro: una y otra vez, a lo largo de los años, se pronunciaron palabras de adhesión política al régimen. El TSJ, han repetido, debe estar al servicio de la revolución. Ser uno de sus instrumentos. No solo se ha puesto el TSJ al servicio del poder unilateral, sino que se la ha convertido en herramienta de loas y para el culto de la personalidad. Lean estas palabras de Luisa Estella Morales dirigidas a Chávez: “Nosotros sabemos que Dios tiene con usted un propósito grande para este país y Dios hace una obra perfecta, Dios no se equivoca”.

Esta estructura abyecta y untuosa es la que, desprovista de todo pudor, ha sentenciado, siniestro automatismo, en contra de la sociedad y siempre a favor del gobierno, a favor de los operarios del régimen. Con un orden irrebatible, sala a sala, año tras año, con una paciencia que escapa de cualquier banalización, los cuatro autores analizan las sentencias. Los resultados pertenecen a un orden más allá del escándalo: el escándalo presupone la existencia de algún escrúpulo. De algún resto de sentido común. No ha habido disimulo, sino una especie de incondicionalidad ciega, capaz de desconocer, no solo la realidad y el sentido común, sino también el derecho.

La demostración es irrefutable. De la Sala Constitucional no cabe decir mucho más que su labor ha sido la de un descarado aliado político. De la Sala Política Administrativa, que ella “no representa una verdadera garantía de los derechos de las personas frente al actuar de los entes públicos en Venezuela”. De la Sala Electoral, que ella no ha mostrado en sus actuaciones nada que sugiera que podría controlar a los organismos del Poder Electoral. La visión de conjunto es aplastante: no solo no hay Poder Judicial en Venezuela, sino que la entidad política en la que ha derivado, ha adquirido la dimensión de una moneda de dos caras: de un lado, exclusiva y férrea defensora del poder; del otro, tenaz y siniestra perseguidora y negadora de los derechos y libertades de la sociedad venezolana.

De la prescindencia de todo argumento.

Como si los detallados análisis no constituyeran una demostración más que suficiente; como si los 81 gráficos que acompañan estos análisis dejaran algún resquicio para la duda, Canova González, Herrera Orellana, Rodríguez Ortega y Graterol Stefanelli, van todavía más lejos: dedican el tercer capítulo de la investigación, el más extenso, a la cuestión de los criterios con que el TSJ ha emitido miles y miles de sentencias favorables al régimen.

Es mi caso: no es necesario ser un experto en derecho para leer, con una mezcla de asombro y tristeza, los razonamientos utilizados –las contorsiones, los rebusques, las variantes de las falacias, los falsos supuestos, los desconocimientos de la realidad, las negaciones y trucos– que han sido utilizados. En ocasiones el TSJ ha llegado al extremo de justificar lo injustificable. De lo leído, me queda esto: el TSJ es una entidad ajena a la Constitución, texto que desconoce o interpreta en contrasentido. El TSJ tiene como especialidad convertir los deseos del Poder Ejecutivo en jurisprudencia, desconociendo el marco legal vigente. El TSJ no ejerce ningún control sobre el resto de los poderes públicos, incluso en aquellos casos donde se ha violado la ley de modo flagrante. El TSJ, y esto es irrebatible, está conformado por militantes de la causa política gubernamental.

El TSJ ha designado rectores pasando por encima de una atribución que pertenece exclusivamente a la Asamblea Nacional. Ha autorizado, sin tener la competencia, la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones. Violó la Constitución a la luz del día para permitir que Chávez pudiese reelegirse de modo indefinido. Validó el nombramiento del vicepresidente de la República como encargado de la Presidencia y luego como presidente candidato, otra vez pisoteando el texto constitucional. Y así, una y otra vez.

El TSJ vive ajeno a las necesidades, reclamos, evidencias y peticiones que le formula la sociedad. No hay en el organismo ni capacidad de escuchar ni versatilidad ninguna. Existe sordo al sufrimiento de la sociedad. Fuera del ámbito de la justicia y del servicio a los ciudadanos. Es una maquinaria predispuesta. Irreversible: negar el derecho de los ciudadanos, mantener al régimen en el poder, al costo que sea, en particular, disolviendo, brutalizando el derecho, rompiendo en pedacitos, sentencia a sentencia, la Constitución votada en 1999.

Debo cerrar con esto: el libro de Canova González, Herrera Orellana, Rodríguez Ortega y Graterol Stefanelli es, a un mismo tiempo, relación y anuncio. En su fondo, la reconstrucción que hace está guiada por la hipótesis que demuestran con creces: la de un TSJ servil y a las órdenes exclusivas del Ejecutivo. Es decir, un TSJ de mandados, capaz de todo. Capaz de urdir un golpe de Estado, las decisiones 155 y 156, que han causado repulsa dentro y fuera de Venezuela. Un TSJ dedicado a la destrucción de la Asamblea Nacional, es decir, de los parlamentarios que fueron elegidos por una abrumadora mayoría de electores.

El TSJ al servicio de la revolución. La toma, los números y los criterios del TSJ venezolano (2004-2013). Antonio Canova González, Luis Herrera Orellana, Rosa Rodríguez Ortega y Giuseppe Graterol Stefanelli. Editorial Galipán. Caracas, 2014.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!