La continua humillación de la población venezolana ha causado la lastimosa salida de millones de compatriotas a otros países, al extremo de sobrepasar varios millones en los últimos dos años; hoy sabemos que más de 10% de los casi 30 millones de habitantes buscan futuro en otras tierras. Esa enorme ola humana que moja con sacrificios nuestras fronteras, puertos y aeropuertos la han llamado éxodo o la diáspora, pero es más adecuado denominarla “la vergüenza venezolana”, no por ser sus integrantes merecedores de deshonra alguna, pues, por el contrario, la gran mayoría  merece ser reconocida como ciudadanos honorables, personas cuya reputación y méritos de vida solo muestran apego a valores y decentes principios.

¿Vergüenza? No se puede definir de modo distinto al exponente del nefasto resultado de dos décadas de desacertada, confusa, corrupta, inepta y mal intencionada  gestión de la banda de gerifaltes disfrazados de socialistas, discípulos del  castro comunismo que llenan perfectamente lo descrito por Federico Jiménez Losantos en su libro Memoria del comunismo: Lo esencial del comunismo nunca es lo que tiene de diferente, sino de semejante. Pocos libros lo demuestran mejor que La Gran Hambruna en la China de Mao de Frank Dikotter. Hay algo que resulta escalofriante en este libro y es la casi total semejanza de la gran hambruna de Mao con la primera hambruna de Lenin. El mecanismo voluntarista del comunismo, con su total desprecio por la economía de mercado y la libertad individual, provoca la misma espiral: falta de abastecimiento sin precios fiables, carencia de cereales, hambre, requisas, falta de siembras, hambruna, más requisas, protestas, más represión, división del partido, mucha más represión, y al final, millones de muertos…”

Lamentablemente sabemos que superaron los cinco millones en URSS y más de diez veces ese número en China.

Para esos asesinos todo el mundo fue culpable del desastre de sus sistemas de gobierno, excepto su partido comunista. Parece que la lección es muy difícil de aprender.

Pareciera que Venezuela no se diferenciará de Rusia, China, Cuba o las decenas de naciones víctimas de los cantos de sirena de sátrapas cuyo único objetivo es el poder por sí mismo, obtenerlo, mantenerlo e imponerlo.

La vergüenza venezolana es hoy una gran muestra de honor, de un pueblo que se decide a ser hijo huérfano del presente para poder ser padre de su futuro y a pesar de esas mal entonadas consignas… ¡Sí volverán! y con nuevas generaciones para reconstruir las ruinas del desplome del socialismo bolivariano del siglo XXI.


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