“Yo quisiera más bien obrar con las armas en la mano para vengar los agravios de la patria que escribir más de lo que he escrito. Nunca fue esta mi profesión; pero ella lo debe ser de todo hombre que ame la libertad y que aspira darla a sus semejantes”. (1).

Nuestros próceres surgidos de los acontecimientos del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811 conformaron una generación prodigiosa afirmativa de nuestra nacionalidad. Todos, con la excepción de Francisco De Miranda, provenían del ámbito civil como profesión principal. Los acontecimientos vertiginosos trajeron como consecuencia que los jóvenes civiles se amoldaran sobre la marcha con los incipientes conocimientos del arte de la guerra obtenidos de manera primitiva a través de las milicias territoriales de aquel entonces. Jóvenes como Simón Bolívar, Manuel Carlos Piar, Antonio José de Sucre aprendieron los rudimentarios conocimientos militares por intermedio de las milicias y del cuerpo de ingenieros. Otros, no tan jóvenes como José Félix Ribas, también aprendieron –sobre la marcha– el manejo diestro en el comando de tropas participantes en las distintas campañas guerreras producto del nacimiento de la primera república. Esta pléyade de héroes conformó una generación libertadora sin parangón alguno en América. Santiago Mariño, Rafael Urdaneta, José Francisco Bermúdez, José Antonio Páez (entre muchos) fueron los creadores de lo que hoy es Venezuela. Con ellos –codo a codo– también participaron en la gesta independentista próceres civiles de la talla de Juan Germán Roscio, Miguel José Sanz, Cristóbal de Mendoza, Andrés Bello, Miguel Peña, Fernando Peñalver, José María Vargas, Martín Tovar Ponte, José Cortez de Madariaga, (entre muchos) creadores también con igual derecho y credenciales que los militares no académicos que hemos citado. Fueron, sin lugar a dudas, civilistas republicanos de fina y valiente estirpe. (2).

La triste historia republicana de la Venezuela emergente de 1830 hubo de prodigar a algunos de nuestros generales con el pago de una costosa dote de oro, plata y tierras. Este naciente poder económico fue debidamente armonizado con lanzas y bayonetas. El sustento portentoso les permitió hacer y deshacer, durante más de un siglo, todo lo que les vino en ganas con los destinos del país. En la gesta independentista perdimos alrededor de un tercio de la población (sus huesos están regados en toda Venezuela y en lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Panamá) y con la ruina económica consiguiente. También las guerras intestinas iniciadas a partir de 1830, hasta la primera década del siglo XX, ocasionaron miles de muertes y un atraso económico y republicano sin parangón.

Aquellos militares gobernaron a Venezuela casi con carácter de exclusividad. Gozaron, como siempre, con la impudicia de civiles indignos que les cohonestaron las fechorías de ocasión. Fueron dueños absolutos de un enorme latifundio: El Hato denominado Venezuela.

En 2017 los venezolanos, “para variar”, estamos sometidos a una dictadura totalitaria que preside un indigno civil –triste marioneta de la claque milica ubicada en el alto mando militar– cuya intención es, nuevamente, servirse de Venezuela para seguir disfrutando a perpetuidad el goce sibarítico de sus bajas pasiones contentivas de altas remuneraciones monetarias y de poder sin límites.

Los milicos actuales, como “perros de presa”, no están dispuestos a soltarla. Es casi un axioma aseverar que las “ratas son las primeras que abandonan el barco” cuando comienza el naufragio. En el siglo XIX el taita Páez se peleó con José Tadeo Monagas por el poder. Ambos poseían credenciales de libertadores con una brillante hoja de servicio independentista. Pero, luego, guerrearon entre sí.

Pareciera que en este comienzo de junio se está perfilando un enfrentamiento entre tres milicos. El general en jefe, ministro de la agresión; corrijo, defensa, por una parte. Por la otra, el mayor general ministro del interior injusticia y guerra; al alimón (agavillado) con el mayor general comandante del cuerpo cuyo eslogan es “el guiso se divisa”. Vamos a detenernos un poco aquí. Pienso que el ministro de la agresión es objeto de una insubordinación, desobediencia y negligencia (arts. 512, 513, 519, 520, 538 y 541 respectivamente del Código Orgánico de Justicia Militar) continuada por parte de un componente que le es subordinado. Acepta y concede que ese asesino componente ha cometido, comete y seguirá cometiendo todos los delitos ya conocidos: asesinatos, torturas, robos, pillaje etc. Algunos conocidos como delitos de lesa humanidad. Cuyas consecuencias para la aplicación de la justicia a futuro son ampliamente conocidas. Tanto para ellos, como para sus víctimas; quienes somos los compatriotas que habitamos en esta tierra asolada por la tiranía, la hambruna y el desprecio.

Si la situación en la Fuerza Armada Nacional continúa como hasta ahora, no es aventurado aseverar que en la actual coyuntura el próximo ministro de la agresión será –por primera vez– un miembro del llamado “cuarto componente” constitucional de la Fuerza Armada Nacional. De hecho, son seis y no cuatro los componentes si le agregamos la Milicia y las llamadas UBCH (con sus pelotones, compañías y batallones descritos con prolijidad por el estratega teórico en mangas de camisa; el capitán barinés; el experto en cantinas de guarnición y en espionaje de alta tecnología televisiva.

“Los ejércitos no bastan para salvar una nación, mientras que una nación defendida por el pueblo es invencible”. (3). “Todo general en jefe que se encarga de ejecutar un plan que parece malo, es culpable; debe explicar su punto de vista, insistir para que el plan sea cambiado, y por último presentar su dimisión antes que ser instrumento de la ruina de su ejército”. (4).

El sainete mayor de la obra gobiernera en escena: la asamblea nacional disminuyente, se encuentra sufriendo de reacomodos epilépticos. Estamos sumidos ya en una costosa campaña mediática con estribillos, jingles y viejitas rebuscadas. El ministerio de elecciones del gobierno da un pasito “pa’ lante” y uno “pa’ tras” con las condiciones establecidas. Ya se han inscrito más de “sesenta mil” aspirantes a prostituyentistas. El teniente ascendido a capitán indebidamente anuncia que el mes que viene no habrá más Asamblea Nacional, ni Fiscalía General de la República y, a lo mejor, tampoco gobernadores ni alcaldes, puesto que serán cambiados; casi como una “toponimia” indebida, por otros funcionarios “rojos rojitos”. La guinda de la torta la pusieron los hermanitos aprovechados. Pretendiendo, con cizaña ridícula, que Leopoldo López está en conversaciones secretas con ellos y el infame zapatero.

Otro jesuita visionario, el padre Luis María Ugalde, solicita a los demócratas a desconocer el régimen del “usurpador” Maduro. Alerta para que no se permita ni se reconozca la “trampa caza bobos” pautada para el 30 de julio venidero. La Compañía de Jesús está dando la hora en la sufrida Venezuela.

Las palabras glosadas al comienzo del artículo no necesitan mayor explicación. Las hago mías y exhorto a la ciudadanía en general,  como al resto de las mayorías nacionales, para que sean acogidas.

Notas:

1.- Carta de Juan Germán Roscio a Martín Tovar Ponte. Filadelfia 1817. Triunfo de la libertad sobre el despotismo.

2.- Pronto será necesario redimensionar, enderezando entuertos, las estatuas en Los Próceres. Incorporando en igual calidad y rango a los civiles que participaron, lucharon y murieron en la gesta independentista. Allí se forjó la unión cívico-militar ad hoc… ¡Todo el pueblo estuvo en armas!

3.- Pensamientos y Máximas Militares. Napoleón. Vol. XIV. Manuales Avilés-Castillo. Revista Científico Militar. Pensamientos. N° 37, página 13. Barcelona. España. 1909.

4.- Ibídem. Máximas Militares. N° 29, página 42.

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