La palabra héroe corresponde en total y absoluta propiedad a todos y cada uno de esos jóvenes que diariamente salen a las calles llenos de ilusión, pletóricos de idealismo a enfrentarse a los bárbaros armados y sobreprotegidos, a estos que solo les califica la palabra cobardes.

Es de admirar cómo, día a día, sale la tropa de héroes, nobles, audaces y ponen en ridículo al leviatán criollo.

Evidencian superior humanismo, valentía y astucia frente a los robotizados soldados que sin ocultar una enorme carga de odio, apuntan sus cañones y descargan su resentimiento junto a la infame munición preparada para asesinar al hermano, quien legítimamente inconforme abriga la esperanza de paz.

Convertidos en monigotes confundidos y ajenos a los valores del Libertador, estos soldados son irónicamente calificados de bolivarianos. Arrollar y masacrar es su misión, sin que el crimen les preocupe. Todo lo ejecutan en beneficio y en actos de obediencia a la tiranía que ha vendido nuestra soberanía y nos humilla ante gerifaltes caribeños.

La lección de estos tristes meses es incomprensible si analizamos su ruta, tan diferente a nuestros principios tradicionales. Es la mayoría contundente, capaz de generar jóvenes hinchados de ideales y determinación democrática, frente a una minoría armada empeñada en arrebatarle su soberanía ciudadana.

Esta confrontación no puede ser más crítica, ni más peligrosa. Es la misma representada en las sagradas escrituras entre David y Goliat. Los jóvenes van con sus hondas y piedras a luchar contra el acorazado Goliat, que hace aguas y anuncia, con su debilidad, la cercanía de la victoria final de los débiles. Son estos jóvenes guerreros que llevan en su intención la máxima de Franklin Delano Roosevelt: “No tenemos nada que temer excepto al temor mismo”.

El imperio de los cobardes distingue los últimos lustros de nuestra nación, es el poder de los sátrapas que con traiciones y engaños se burla de una población pacífica, amante de la paz, acostumbrada al progreso resultante de entendimientos sociales, del rechazo a las dictaduras del siglo XX. Tal vez esa costumbre es la semilla responsable por la germinación y radicalización del amor a la libertad y la convicción democrática que determina el valor ejemplar de nuestros jóvenes.

Hoy recibimos el parte diario de guerra, noticias que nos provocan dolor y lágrimas. Leyendo se produce internamente una gran admiración por esos valientes que han caído defendiendo nuestros valores, libertad y soberanía, esos que lucharon por una mejor Venezuela.

Dijo Sir Winston Churchill ante los jóvenes pilotos de su fuerza aérea, que caían en defensa de su patria: “Nunca tanto debieron tantos a tan pocos”, pues aquí en nuestra querida patria, hoy podemos inequívocamente decir lo mismo. Gracias a los hijos de José Félix Ribas, nuestros jóvenes de ayer, son  hoy y siempre héroes.


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