2,3 millones. Esa es la cifra de venezolanos que han huido de su país según cálculos de la ONU. La falta de alimentos, de medicinas, de trabajo, de transporte, la hiperinflación, etc. les ha expulsado de su país y les ha condenado a emigrar a otros países en busca de una vida digna.

Aunque los millones de ciudadanos huidos hayan logrado cruzar la frontera venezolana, aún les queda un largo camino por recorrer antes de poder vivir en paz en otro país. Ya son varias las naciones, entre ellas Perú, donde aseguran que los inmigrantes venezolanos son demasiados como para hacer frente a su llegada. Probablemente sea el mayor éxodo de la historia de América Latina. Sin duda alguna, no se puede permitir que mueran de hambre en su país de origen, pero no hay dinero suficiente para ayudar a todos. Quizá la mejor solución sea firmar un acuerdo entre varios países para repartirse los inmigrantes y que su sistema de ayudas no se vea colapsado o, por el contrario, permitir la entrada de cientos de miles de inmigrantes aunque no se les ofrezcan ayudas económicas. Cualquiera de estas dos soluciones beneficiaría a los huidos, que podrían salir de la escasez e intentar vivir al fin decentemente.

Aunque muchos hayan logrado irse al extranjero, no debemos caer en la tentación de escapar de los problemas y dejar que caigan en el olvido, ya que son millones de personas con nombres y apellidos las que no pueden permitirse salir del país y siguen pasando enormes necesidades. La tasa de inflación anual en Venezuela es de más de 50.000%. Todos los precios han subido y ante este horrible escenario, el presidente Nicolás Maduro ha decidido continuar con su habitual demagogia y crear una nueva “criptomoneda” llamada petro que, debido a la falta de confianza de los consumidores, valdrá igual o menos que el bolívar. Las empresas se siguen expropiando y se controla cada vez más a la sociedad con herramientas tan autoritarias como el carnet de la patria. Los periódicos sufren dificultades para reportar lo sucedido en el país, ya sea por la falta de papel o por bloqueos a sus web. En los colegios venezolanos se sigue adoctrinando a los alumnos en amor a Chávez, Maduro y su legado, al más puro estilo norcoreano. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras todo esto ocurre. El problema, como en cualquier crisis migratoria, debe solucionarse en el país de origen y por eso la comunidad internacional debe sancionar duramente al tiránico gobierno de Venezuela. Deben bloquear sus cuentas bancarias, impedir transacciones, seguirles la pista e, incluso, tomar medidas más drásticas que permitan acabar con tal situación. Además, es necesaria una oposición fuerte y sin miedo, que dé la cara por los venezolanos y sea consciente de que ningún país ha tenido éxito sin libertad, en todos los sentidos, para que una vez acabada esta etapa sepan tomar las medidas necesarias para convertir el país en una nación libre y, por tanto, próspera. Llegados a ese punto, será responsabilidad de los venezolanos evitar los abusos de poder y hacer todo lo que esté en su mano para que lo sucedido no vuelva a ocurrir, pues quien olvida su historia está condenado a repetirla.

Todos podemos aportar algo en la lucha por lo que es justo. Podemos asistir a manifestaciones, presionar, escribir, difundir… Tanto irse de un país en ruinas como quedarse son decisiones valientes, pero sea cual sea la elegida, el problema sigue teniendo que resolverse desde dentro. Es necesario tener un plan común para la inmigración, exigir una clase política a la altura de las circunstancias y sobre todo identificar las causas de la gravísima situación del país para evitar que se repita una hecatombe semejante.


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