Antes de comenzar a desarrollar el tema de hoy, voy a tomarme unas líneas para llamar a todas las instituciones del país, como: universidades públicas y privadas, academias, colegios profesionales, industriales, empresarios y comerciantes, para que expresen formalmente su reconocimiento a Juan Guaidó como presidente (E) de Venezuela; recuerden que para luego es tarde.

Venezuela está en una etapa de perseverantes luchas, de evolución, de constantes cambios; todo nos indica que no hay vuelta atrás. Frente a una crisis de tales dimensiones, no hay obstáculo que pueda detener su avance en la prosecución de su propia existencia. La salida de un gobierno que no gobierna y de un presidente que no es tal cosa aparecen opciones que apuntan hacia el final inexorable del régimen: 1) elecciones libres con nuevo CNE, veedores internacionales imparciales, nuevo Conatel, etcétera; 2) salida intempestiva de altos funcionarios hacia algunos de los pocos países donde pueden ser recibidos, y 3) el uso de la fuerza de naciones extranjeras y de manera específica de Estados Unidos. Estas son, y no hay otras alternativas; simplemente no existen más.

Tanto los partidos políticos como la sociedad civil, incluso la comunidad internacional, apuestan por una salida pacífica, no cruenta, que triunfe aquel a quien apoye la voluntad del soberano. Incluso, se les da garantías de sus vidas y de sus familiares de serles adversos los resultados electorales –que nadie duda así serán– noble gesto que por cierto nunca ha tenido el régimen.

La razón de tanta benevolencia está precisamente en evitar hasta lo indecible una acción de fuego y muerte; esto, sin embargo, es un firme ultimátum. Luego de todas las amenazas públicas, de alto calibre, por parte de Estados Unidos y de medio planeta, pero de manera muy contundente por Estados Unidos, considero que la potencia más grande del mundo no aceptará hacer el triste papel de hazmerreír de la humanidad. Estados Unidos mantiene abiertos conflictos con Siria, con su presidente Bashar al Assad; Corea del Norte es un eterno dolor de cabeza para ellos, entre otros, por supuesto, que no se quedará solo en amagos y amenazas fallidas. De manera que las circunstancias lo llevarán a actuar. El régimen venezolano debe repensar sobre este aterrador escenario, que bien por ignorancia y desespero ha resultado ser apoyado por la mayoría de nuestros compatriotas.

Mientras estas amenazas empujan con violencia nuestras puertas, el propio régimen anunció el domingo pasado que “arrancan en Venezuela los ejercicios cívico-militares Bicentenario de Angostura 2019, los más importantes de su historia –como los ha denominado el presidente Nicolás Maduro– que tienen como fin poner en prueba las capacidades operativas y técnicas de la Fuerza Armada Bolivariana del país. Su objetivo es acoplar toda la capacidad, operativa, organizacional, de armas y de unión cívico-militar para defender nuestra patria”.

La verdad descarnada es que el pueblo venezolano, como nunca antes, confía en que transita por los caminos que, en un tiempo relativamente breve, lo llevarán a recuperar los espacios del progreso, del bienestar, de la civilidad. Mientras tanto, sus penurias económicas los mantendrán en las calles para exigir el ingreso al país de la ayuda humanitaria que se encuentra, por ahora, en la frontera con Colombia y que pronto, muy pronto, llegará también a la zona limítrofe con Brasil. Ese acto no es considerado por nuestros compatriotas como una injerencia extranjera. Por el contrario, es la oportunidad de salvar la vida de miles de personas que corren el riesgo de morir por la indiferencia del régimen usurpador y luchará en la calle para que ingrese ese pan salvífico.

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@RGarciaMarvez


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