Todas las noches cuando las sombras dominan la ciudad y el calor domina mi sueño, empapado en sudor, me siento en la cama, luego me levanto y voy a la ventana del cuarto con furia, dispuesto a gritar: “¡Maduro… coñooo e’ tu madre”; pero luego me digo: “Para qué?, si al menos me oyera… Y, después de todo, qué culpa tiene la señora Moros de Maduro de la enorme plasta que nos ha dejado su querubín”.

Paso revista a estos días y me asombro por las cosas que hemos perdido, no solo las cuestiones vitales, esas de las que todos los días los analistas, los opinadores, los políticos y también la gente ordinaria suele quejarse, porque son cosas que de no tenerlas, y miren que no las tenemos desde hace ya bastante tiempo, nos hacen reducir la distancia y la vecindad entre la vida y la muerte. Por ejemplo: alimentos, seguridad, medicina, comunicación. Pero también de otras que sin ser tan vitales y hasta aparentemente banales, son importantes para hacer una vida más llevadera, por ejemplo, la tontería de ir al cine.

Hace días le pregunté a un amigo que desde cuándo no iba al cine y me respondió que desde hace tres meses. Dijo sentir un verdadero dolor por no poder hacer eso y otras cosas que la crisis eléctrica le han vedado.  Eso me demostró que sufrimos verdaderos dolores por carencias que si bien no son fundamentales, llenan vida, tiempo, espacio y soledades.

Todos los días uno se encuentra con gente que desesperada le pregunta a uno si podremos salir de esta pesadilla. Y claro que sí. No solo que podemos salir de esto, sino que vamos a salir de esto. Por supuesto que no es fácil, el gobierno es un actor que juega duro. Su poder está basado en el poder de las armas, no solo el de las fuerzas legítimamente constituidas (FANB, GNB, policías y demás cuerpos de seguridad del Estado) que hoy ejercen la violencia a escala ampliada de manera desnuda. El gobierno carece de los recursos económicos, políticos y simbólicos que antes le daban una sólida base social de apoyo y que hoy empiezan a desplazar sus lealtades hacia sectores opositores.

La vieja docilidad al chavismo de sectores significativos que nos producían un terrible espanto hoy ha cambiado radicalmente. De allí que la crisis vivida y que impacta sobre la gobernabilidad chavista es de una naturaleza sistémica, esta que vivimos y que desestabiliza al régimen es una crisis de integración política, de integración socio-normativa y, por supuesto, es fundamentalmente una crisis económica, que al régimen le  ha sido y le es imposible de superar.

Pero aun con la dimensión de la compleja crisis que el país sufre y que en otras circunstancias bastarían para producir un cambio de gobierno, la salida no ha sido y no será fácil.

El gobierno está lejos de manejar la crisis. De hecho, todas las medidas anticrisis que ha diseñado nacen en crisis. Pero controla los aparatos autoritarios de poder (FANB, TSJ, policías, ANC, CNE, milicias, colectivos armados) y cuenta con ciertos sectores opositores, bien porque están conectados con el régimen y otros sectores, de la oposición digo, o bien porque tienen una oposición radical contra el régimen y escogen los atajos, posición en la que se dedican a destruir al liderazgo partidario y las nuevas expresiones opositoras que han surgido al calor de la crisis y que han rebasado el ámbito de validez del discurso radical. Pienso en el liderazgo de Guaidó, el cual estos sectores procuran rebanar utilizando argumentos bastardos. Creo que si Jesucristo se instalara en Venezuela, estos sectores lo harían pedazos.

Pero hay salida. Pienso en una negociación. A pesar de considerar que existen varios actores significativos, la negociación debe hacerse fundamentalmente con el actor que se ha convertido en el sostén fundamental del régimen, esto es la FANB. Primero porque, siendo objetivos, con solo la capacidad de enfrentamiento interno no hay militarmente hablando posibilidad de una derrota del chavismo. De allí que debe ofrecérsele al Alto Mando Militar, incluyendo a Padrino López y a otros, una salida cuyo costo sea el más bajo posible.

A partir de allí, garantizar a la FANB inmunidad absoluta, exceptuando los delitos de lesa humanidad. Por su parte, el Alto Mando Militar se comprometía a facilitar la reinstitucionalización de la FANB y garantizar su actuación en el desmantelamiento de los enclaves autoritarios que el chavismo fundó en la sociedad civil durante sus 20 años de gobierno (léase “colectivos armados”).

La negociación debe insistir en la vuelta de la FANB a los cuarteles, lo cual llevaría a una descolonización de los sectores de la administración pública, actualmente en manos de esta y a una superación de toda pretensión tutelar de las fuerzas armadas sobre el gobierno de transición.

Con el sector civil del chavismo el compromiso sería que el tránsito hacia la refundación democrática y su posterior consolidación se harán soportados en la misma Constitución chavista.

Hay otros actores, dirán ustedes, con los cuales es necesario negociar, pues son actores que en la transición tendrían el papel central. Estos actores son: el sector empresarial, el sector laboral y el Estado. Esta negociación resultaría en un nuevo estado de compromiso, de naturaleza neocorporativa, en el cual el Estado sería el garante de que cada uno asuma el compromiso de cumplir los acuerdos que se contraigan y que evite que alguno de los actores pueda sustraerse de los mismos una vez conseguido lo que los haya beneficiados.

Estos acuerdos tendrían una naturaleza institucional y una sustantiva, vale decir, la primera, un acuerdo en cuanto a normas y procedimientos que garanticen la formalidad democrática, pues sin esta no puede haber democracia; y la segunda, sería sobre aspectos que articulen el nuevo gobierno en torno a valores esenciales como el desarrollo, el bienestar, el progreso, la democracia, la participación, etc.

Una vez lo hicimos y funcionó, pero los errores hicieron añicos la experiencia democrática que después se llamó peyorativamente “cuarta república”. Esta vez, todos esperamos que no se cometan los mismos errores y que gente más decente y con sentido común reconstruya el país… solo para evitar un nuevo asalto de los mediocres.


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