Las elecciones presidenciales del 2018 marcan un hito histórico en Colombia. El triunfo de Duque salvó a Colombia de caer en las garras del socialismo del siglo XXI castrochavista, bien en las manos de Petro o en las de Fajardo. Con el primero porque esa es la intención clara de ese felón aliado de la tiranía madurista, con el segundo porque es un “compagnon de route” del castrochavismo, un lobo con piel de oveja, pero lobo al fin.  Este solo hecho marca pues una trascendencia que no debe ser obviada. Estos primeros cuatro meses ciertamente tiene un sabor agridulce, el gobierno de Duque ha tenido que enfrentar una calamitosa situación dejada por el traidor Juan Manuel Santos y fue un error el no haberla destapado al país.

El presidente Duque es un hombre bien intencionado, educado, culto, inteligente y tiene los mejores deseos de hacer un gran gobierno. Su intención es hacer toda una revolución pacífica en Colombia, pero su inexperiencia política le dificulta grandemente lograr ese objetivo. Para muchos de sus votantes nos embarga el sentimiento de que Duque ha desaprovechado una oportunidad histórica de rectificar el camino, de devolver a Colombia a los derroteros de la seguridad democrática y la confianza inversionista de los tiempos de Uribe.

Creo que la tónica general del inicio de este gobierno ha sido la de una gran maqueta de legalidad y equidad, pero que dificultades prácticas han impedido que se construya la obra. Pero la maqueta está ahí, de manera que lo que hay que hacer es enfrentar con más tino las dificultades para acabar ese gran proyecto.

La gran revolución de Duque será el nuevo planteamiento de la conducción de los asuntos del Estado, en el cual no hay cabida a la famosa mermelada, que no es más que la compra de apoyos políticos, especialmente parlamentarios. Es una meta loable, pero no ha sido bien implementada. Una cosa es no comprar apoyos en el Congreso y otra es no construir esos apoyos en base de una identidad programática. Duque abandonó al liderazgo político, lo aisló como a unos leprosos, y así es imposible construir gobernabilidad. Tres meses sin reunirse con los directivos del principal partido de gobierno, el CD, y ninguna reunión con los otros partidos que se han declarado miembros de la coalición es un exabrupto inconcebible en ningún país del mundo. Duque debe reunirse semanalmente con las directivas de los partidos de gobierno, esta falta de comunicación ha ocasionado los “osos” que ha cometido el gobierno en su relación con el Congreso. La reforma tributaria no fue discutida con antelación ni siquiera con Uribe, lo que llevó a este a no apoyarla totalmente desde sus inicios y terminó obviamente en el desastre de esa Ley de financiamiento, que conjura la quiebra del Estado en 2019, pero obliga a plantear otra reforma tan inmediata como en 2020.

El caso de esta ley nos lleva a comentar otra situación inaudita, Carrasquilla es uno de los mejores economistas de América Latina, su proyecto era inobjetable técnicamente, pero totalmente inviable políticamente. El mismo intentó esa misma idea en 2002 y no pudo, si no lo logró con un gobierno con casi unanimidad de apoyo, como podía pretender lograrlo con un gobierno sin ningún apoyo. Esto reitera mi idea de que el gobierno tiene grandes intenciones, pero no logra llevarlas a cabo por inexperiencia política. Carrasquilla una vez juramentado ha debido reunirse con los líderes del CD y los otros partidos del gobierno y armar un proyecto de reforma tributaria factible, que lograse el máximo de los objetivos técnicos, con una viabilidad política, el no haberlo hecho determinó que no se lograse ni un proyecto fiable técnicamente ni tener un éxito político, tenemos un Frankenstein, que no lo apoya nadie, es decir, un fracaso total.

Así podríamos enumerar una larga lista de iniciativas loables pero fracasadas en su implementación (proyectos anticorrupción, reformas políticas y de la justicia, protestas estudiantiles). El talante de Duque es de diálogo y consenso, un ideal inobjetable, pero no se puede dialogar con una banda de criminales y terroristas cuyo objetivo es la destrucción del país, como resultado tenemos un gobierno que ha perdido apoyo de buena parte de los sectores afines y que no ha logrado una tregua de sus oponentes políticos de una izquierda abyecta, resultado: tenemos un país patas arribas saboteado por la insurrección comunista.

Todas estas observaciones críticas no tienen el menor indicio de oposición al gobierno, por el contrario, el mejor amigo es el que te hace ver tus defectos, con ánimo de ayudarte a corregirlos. Me equivoqué en pensar que Duque haría un revuelco a la dictadura del Farcsantismo, ha tratado de gobernar dentro de los parámetros legales impuestos por la misma. Espero se haya dado cuenta de lo irrealizable de ese empeño, es hora pues de buscar un nuevo camino que logre rectificar el camino y enrumbar Colombia en la vía de la seguridad, la equidad y la prosperidad.

Está claro que con este Congreso y estas Altas Cortes cooptados por el narcoterrorismo nada se puede hacer, hay pues que apoyar a Duque convocando al pueblo a que vote los correctivos necesarios para que él pueda ejercer un gran gobierno: modificar el acuerdo de entrega del país a las Farc y realizar una reforma política y de la justicia, que permitan el ejercicio de una verdadera democracia, salvándolo de estos escollos, así podrá Duque acabar su revolución política de legalidad y equidad, de no hacerse  caerá en uno de dos caminos indeseables para el país: o continúa en el ejercicio de Sísifo de gobernar sin apoyo político o se subordina a los intereses de los carteles políticos mal llamados partidos. Apoyemos pues a Duque intentando desde nuestras posibilidades rectificar el camino.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!