Dormirse en el laurel

Hace un mes, tan solo un mes, la oposición venezolana estaba desarticulada, temerosa, dudosa; hoy es el gobierno nacional reconocido por más de sesenta países. El escenario ha cambiado por completo, hemos alcanzado lo inimaginable.

¿Debemos desesperarnos? No, no debemos. Vamos bien, mucho mejor de lo que parece y seguirá así si no nos dormimos en los laureles del triunfalismo o del fracaso.

Hay que acabar la faena.

Los temas militares

Las expectativas creadas alrededor del ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela superaron los límites de lo creíble. Por una infausta razón tanto miembros del gobierno de Estados Unidos como también de Colombia fomentaron la improbable idea de una agresión militar de no permitir la tiranía el ingreso de comida y medicina para el hambriento y enfermo pueblo de Venezuela.

No ocurrió, la comida y la medicina no entraron –como era de suponer– y no pasó nada. Era predecible, cualquier análisis sensato de la historia vinculada con temas de intervención militar advertía que era imposible una acción bélica al menos en esa fecha.

¿Por qué entonces la sensación de derrota entre algunos?

De lo previsible y otras ingenuidades

Quienes diseñaron y ejecutaron el plan del ingreso de la ayuda humanitaria omitieron una acción básica: organizar y movilizar a todo el país para presionar que la entrada de los alimentos y las medicinas se diera. No se entiende semejante omisión.

Fueron, como en tantas otras oportunidades, previsibles, muy previsibles, le facilitaron el trabajo de manera casi infantil a los asesinos de la dictadura, quienes esperaron cómodamente en los diferentes puntos fronterizos para impedir su acceso.

No tuvieron que pensar mucho, se apertrecharon y –otra vez– acribillaron a balazos la ingenuidad de los demócratas. ¿Hasta cuándo seremos tan previsibles?

En vivo y en directo, el chavismo

El despiadado asesinato de miembros de la etnia de los pemones y el abominable incendio de la comida y las medicinas destinadas a la ayuda humanitaria, actos inhumanos que han sido rechazados hasta por los peores criminales del mundo, conmovieron y sensibilizaron a la opinión pública internacional. Quien para entonces no conocía la crueldad del régimen chavista la conoció íntegra el 23 de febrero.

En un día, en vivo y en directo, el chavismo cometió todos los crímenes de lesa humanidad que puede cometer una tiranía en años. No dejó espacio a duda.

Pero la conciencia libera espíritus, no naciones y Venezuela es una nación que debe ser liberada de los criminales que usurpan el poder.

¿Y si no hay intervención militar?

La tiranía chavista ha completado suficientes méritos como para ser reducida a ceniza por una acción militar regional por lo siniestro de sus crímenes. Pero pareciera improbable, al menos en el corto plazo, que una acción de ese tipo fuese posible. Seguro vendrá, pero no pronto. Antes se intenta asfixiar con otros métodos al chavismo: sanciones diplomáticas y económicas, entre otros.

La estrategia internacional es clara: acabar con el chavismo. Nadie en la región quiere a los herederos de Chávez, a su amado Maduro ni a sus secuaces. Lo detestan, quieren deshacerse de ellos y lo harán sin duda, pero a su modo y en sus tiempos. No habrá intervención militar, por ahora, ya lo han dicho.

¿Qué hacemos? ¿Nos rendimos?

¿Nos organizamos?

Sin intervención militar, sin elecciones libres, sin diálogo ni negociaciones serias, pareciera que no hay nada que hacer, que estamos perdidos, que la oscuridad preña nuevamente el horizonte. No, no es así, se equivoca quien eso piensa, se omite lo básico, lo verdaderamente liberador y rebelde: organizarse nacionalmente para enfrentar y aplastar a la minoría chavista, desde cada región, desde cada recodo venezolano, de todas las maneras posibles, por todos los frentes.

La organización nacional para la movilización permanente ha fallado, es más, jamás se ha practicado, salvo en una ocasión: cuando el movimiento estudiantil derrotó a Chávez en 2007.

¿Será que nos organizamos?

La sobresaliente sorpresa de la historia

El presidente Juan Guaidó ha resultado una sobresaliente sorpresa de la historia de Venezuela. Su coraje, su discurso conciliatorio, su sensibilidad y criterio político, su indoblegable determinación por finalizar con la usurpación chavista ha facilitado que se le respete nacional e internacionalmente.

Pese a su juventud ha sabido conquistar el aprecio mundial. Su gira presidencial lo confirma, la manera como es recibido demuestra no solo que se le estima, sino que además se le respeta.

Todo ello se perdería si Guaidó no cuenta con una organización nacional que lo respalde, quedaría a la deriva.

Sin organización Guaidó está solo

Aunque yo sugiero encarecidamente que el presidente Guaidó se tome más tiempo y culmine una gira mundial que incluya a Europa, Asia, Estados Unidos y Canadá, se estima que regresará pronto. Alerto, sin embargo, que su regreso podría ser un desastre, una falta irremediable, si Venezuela no está organizada para protestar hasta las últimas consecuencias en el caso de que sea encarcelado por la tiranía usurpadora una vez que pise nuestro territorio.

La rebelión popular total depende de nosotros para efectuarse, necesitamos organizarnos nacionalmente lo antes posible. Organizarnos y protestar en cada rincón de Venezuela marcará la diferencia. No hay fuerza militar que pueda con millones de personas organizadas protestando en todo el país.

¿Probamos?


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