Dos acontecimientos golpearon los cimientos de la unidad democrática de Venezuela. El revés electoral, producido principalmente por un bien diseñado fraude cometido en varias etapas y acciones; unos resultados que el país y la comunidad internacional no tardaron en reconocer que, a menos que los venezolanos fueran imbéciles y a pesar de los errores de la dirigencia, no reflejaron lo que la mayoría siente por este gobierno que nos ha colocado ante un deterioro económico y social como nunca lo imaginamos. El segundo, tan grave como el primero, fue la juramentación ante la ANC de 4 de los 5 gobernadores que habían sido reconocidos por el CNE como ganadores. De este hecho se desatan los demonios, salen los rescatistas de oficio y la oposición se enfila hacia su destrucción.

Hay quienes apoyan a los gobernadores con argumentos tales como: ¿La dictadura de Pinochet era legal y constitucional?, ¿el apartheid en Suráfrica era legal y moralmente aceptable? La ANC es o no es una realidad política, tal como lo era la dictadura de Pinochet o el apartheid surafricano, y acaso eso impidió para que se negociara con esas aberraciones de la historia democrática de la humanidad. Sin duda, la historia del vaso medio lleno o medio vacío. Por cierto, sería bueno pedirles a estos vehementes defensores que le recordaran al gobierno el reconocimiento de la Asamblea Nacional, que es también una realidad; que los muertos de la represión y los presos políticos también son una realidad.

Sin embargo, debemos recordar que todos los hechos políticos son realidades; las dictaduras, los narcoestados, ISIS, los que violan derechos humanos, etc. Mi diferencia es con quienes ven esta crisis como una oportunidad para terminar de hundir el esfuerzo unitario, tal como es la aspiración del gobierno.

La necesidad de estos tiempos ante tamaña crisis debe ser la de encontrar dirigentes con propósitos, no destructivos y oportunistas. Ver este revés como una oportunidad. Si estás en una lucha política como opositor y ante un régimen sin escrúpulos, tienes que mantener la coherencia y no sumar a la división de las posiciones divergentes que se plantearon.

Lo ideal es que todos asumieran, previa evaluación y con argumentos válidos, una respuesta conjunta sobre lo que realmente pasó con esos gobernadores. Ni ellos debieron proceder sin autorización, pues eran gobernadores de la Unidad independientemente de su militancia; ni la reacción de los líderes de la MUD debió ser individual y sin la debida evaluación. La lucha que tienen quienes aspiran a rescatar la democracia y el Estado de Derecho es dura. Estamos frente a un rival sin escrúpulos. Su razón de existencia está más allá de tableros convencionales del quehacer político. No debemos olvidar que una minoría armada y motivada hace creer que es mayoría. Eso se ha demostrado durante estos últimos años.  


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