La hiperinflación es un cáncer para la economía de cualquier país. Lo grave para nosotros es que el gobierno revolucionario que encabeza Nicolás Maduro pareciera que no tiene noción del terrible drama que vive el pueblo venezolano como consecuencia de dicho fenómeno.

Fueron realmente desventuradas las escenas que se vivieron hace poco en distintas ciudades de Venezuela con ocasión del pago de las pensiones a los jubilados. Como consecuencia de la escasez de billetes que también afecta a las mismas instituciones financieras, estas se vieron limitadas a entregar a nuestros pensionados (gente de la tercera edad), solo 2 millones de bolívares en efectivo, esto es, 30 centavos de dólar, de los 8 millones que les correspondía recibir. La situación, de por sí grave, perjudica todavía más a 40% de dicho grupo porque no disponen de tarjetas de débito para hacer uso por esa vía de la parte impagada de la pensión.

En tal sentido hay que resaltar que la banca venezolana no tiene ninguna responsabilidad por los serios problemas de liquidez que se viven en el país. En verdad, los únicos culpables de lo que sucede en ese campo son el presidente de la República, su ministro de Finanzas y las autoridades del Banco Central de Venezuela, cuya perversidad parece no tener límites. Tener además el compromiso de cancelar las jubilaciones antes mencionadas y limitarse a suministrar a la banca solo 30% de lo que realmente correspondía, no es más que un acto de sinvergüenzura.

Pero eso no es lo peor. Para nadie es ya un secreto que la elevada inflación que padece nuestra economía hace imposible producir a tiempo la cantidad de dinero que realmente se requiere, amén de que su fabricación en el exterior le cuesta al BCV un ojo de la cara. Y, por si fuera poco, lo más dramático es que para el momento en que el nuevo cono monetario sea puesto en circulación su valor real se habrá derretido como un helado, en pleno mediodía, en los médanos de Coro. Los pronósticos más recientes del Fondo Monetario Internacional son elocuentes: la inflación anual venezolana alcanzará 1.000.000%.

Mientras eso sucede, las fábricas de billetes del extranjero que han sido contratadas para la producción de los mismos se frotan las manos con sobrada intensidad por los pingües negocios que están haciendo a costilla nuestra, incluso si tienen que dar, por los caminos verdes, comisiones jugosas. Y ahora, con el inesperado y sorpresivo anuncio que hizo el conductor de Miraflores de quitarle no tres sino cinco ceros a la moneda, los accionistas y altos ejecutivos de dichas empresas brindarán y agradecerán a la revolución bonita los mayores beneficios que obtendrán, tomando en consideración los ceros que el monstruo de la hiperinflación –al que no le importa un comino el ancla del “petro”– agregará al “más nuevo” bolívar soberano inmediatamente después de su puesta en circulación.

Con la hiperinflación se le va la vida a la revolución, pero también al pueblo humilde. La realidad es incontrovertible: no habrá suficientes monedas y billetes para tanta gente.


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