2018 será el año de la lucha cívica, pero sin tregua por el rescate definitivo de los valores de la democracia, de arrancar de manos ladronas la patria secuestrada. Los años anteriores fueron útiles para que los países extranjeros posaran sus ojos en nuestra tierra herida. Logrado esto, ahora corresponde la acción más concluyente de estos países amigos ante un predecible ataque del gobierno a las fuerzas opositoras.

Las cosas se transforman a pasos firmes, resueltos, raudos, como los del corredor jamaiquino Usain Bolt. Tanto, que Julio Borges, como Capriles y Leopoldo López, se han ajado apresuradamente. Se han expuesto de manera peligrosa a la presión de las muelas del trapiche y han pagado con sus vejeces prematuras. Se habla como si nada de la generación de 2007, 2014, 2015, 2017 y muy pronto de 2018. Anteriormente, las generaciones se contaban por  décadas. Estas carreras obedecen a la presencia de esta brutal lucha de jóvenes arrojados, valientes, pero algunos de ellos sin la preparación suficiente del intelecto, cuestión más común en el interior del país que vive una orfandad oscura.

Así nos encontramos. Sin embargo, esas turbulencias de la prisa también juegan en la recuperación de los tremendos tropiezos y fracasos. Aquí entra a jugar la teoría del vacío. El pueblo salió a la calle los últimos días del año precisamente a llenar ese espacio que los dirigentes políticos abandonaron. Se repuso con propios esfuerzos de las derrotas recibidas en las elecciones de gobernadores y alcaldes. Ahora, el gobierno se ubica exactamente en el lugar lúgubre que le concede el rechazo de 80% de los venezolanos.

Estos hechos fortalecerán los flácidos músculos de la oposición para el diálogo que será retomado la próxima semana en República Dominicana. De esto se desprende el hecho de por qué Maduro declarara que: “El 11 y 12 de enero tendremos diálogo con unos terroristas”. El déspota se percata de que el panorama ahora es otro. Que no van a asistir a la mesa de diálogo con el mismo brío de la reunión del 2 de diciembre pasado.

Venezuela no ha dejado de luchar desde que Chávez asumió el poder. Ha luchado contra un gobierno salvajemente sanguinario, cruel y violento. Ahora, el hambre salió por lo suyo. Aquí encuadra la vieja historia del cacique andaluz que lanzó unas monedas a un jornalero y le puso una papeleta electoral en la mano para que el famélico campesino votase por lo que el rico quería. “En mi hambre”, “responde”, “es una de las pocas cosas en las que uno manda cuando ya no puede mandar en nada más”. Por eso que cuando no puedes mandar en tu futuro, siempre te queda mandar en tu hambre.

En conclusión, el gobierno está atravesando una etapa sumamente compleja. Lo del pernil navideño es solo un hecho puntual donde las clases más desposeídas le expusieron al gobierno que no están dispuestas a aceptar más trampas. El régimen tiene serios problemas internos, la misma revolución se está comiendo a sus bichos. 2018 vendrá con una recarga de inflación, de más carestía, “de más” escasez y delincuencia. Se presagia lo que pudiera ser el final del régimen este año. Que todos los ángeles digan amén…

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