El Estatuto  que ha decretado la AN para regir la transición hacia la democracia en Venezuela, aunque perfectible, representa un buen esfuerzo de sistematización de esa excepcional forma de gobierno que por sus características no ha vivido el país desde 1958. En aquel entonces, se superó una dictadura militar y se dio inicio a un gobierno transicional. Igual hoy tenemos que superar, una dictadura que también es en esencia militar, con la variante significativa de la intervención cubana y de su títere que no es militar, como en aquel caso lo fue Pérez Jiménez. Pero más allá de tamaña semejanza, en la superación de tiranías castrenses, observamos que ambas transiciones tienen marcadas diferencias en aspectos de fundamental importancia.

Hoy, como no lo hubo en aquel entonces, contamos con un poder legislativo legitimado por el voto popular y con términos en una constitución que, con todas sus fallas y gazapos, sirven para que tengamos enhorabuena a un presidente legítimamente encargado,  sobre el que debe acotarse que de acuerdo con su texto (233), debe mantenerse en ese cargo “mientras se elige y toma posesión el nuevo presidente o presidenta”.

Con un presidente (e), reconocido nacional e internacionalmente, que está tomando decisiones y ejecutándolas, aún bajo las limitantes impuestas por la propia AN en funciones ejecutivas, estamos transitando ya la ruta de un gobierno de transición muy sui generis. Cierto que todavía no cuenta con el necesario poder fáctico que agónicamente tiene el régimen; pero es solo cuestión de muy poco tiempo para que se supere totalmente esta usurpación de poder. De las infinitas maneras que hay de morir, este régimen está destinado a fallecer por el cierre sostenido de la válvula de una diminuta bombona de oxígeno en lo económico y político, a la que precariamente se encuentra conectado como un enfermo terminal.

Morirá de asfixia, sin los traumas que pudieran generar otras formas de tener que dejar para siempre el poder. 23F mediante, a este régimen moribundo solo le espera un pequeño empujón para pasar a ser un ejemplo de lo que no debió, ni deberá ocurrir más nunca en el país. La bravuconada de una lucha “rodilla en tierra”, con francotiradores o de otro Vietnam, como anunciados traumas, supondrían que sus dirigentes más connotados y los miembros de la cúpula militar “ideologizados”, deberían encabezarla. Por el contrario, sabemos que lo que quieren en definitiva es tener la garantía de los salvoconductos necesarios para irse a disfrutar de sus fortunas amasadas en detrimento del erario público. Tampoco lo lograrán.

Tenemos también en el exilio a  legítimos representantes del TSJ y de la Fiscalía, cuyos actos han dado y seguirán dando soporte a cuanto acontece en sus respectivas áreas de competencia. De tal suerte, que hoy contamos con formidables ventajas comparativas a la transición del 58, que fue llevada a cabo por una junta de gobierno sin mayores traumatismos. Aquella duró casi un año y en ella venezolanos de excepción, civiles y militares, dieron una demostración de absoluta vocación para que se sentaran las bases democráticas de Venezuela. Ahora se estima el periodo transicional en un tiempo parecido y también aspiramos a que civiles y militares acometan la tarea de la refundación democrática del país. Así debemos entenderlo cuando el Estatuto lo contempla al señalar que “se trata, en suma, de racionalizar moral, jurídica y técnicamente las energías democratizadoras de las organizaciones con fines políticos y de la sociedad civil para enmarcarlas en lo mejor de la tradición republicana de Venezuela”.

En ese sentido es muy importante destacar este y algunos  otros  aspectos contenidos y regulados por el Estatuto. Con respecto a la reinstitucionalización de los órganos del Poder Público, “se precisan las competencias de la Asamblea Nacional para renovar los poderes públicos y se establece el camino para legitimar al Poder Ciudadano, al Tribunal Supremo de Justicia y a los rectores del Consejo Nacional Electoral, estableciendo un periodo transitorio de los poderes públicos designados durante el gobierno provisional”. Queda también expresamente señalado que “el presidente del órgano legislativo “ejercerá durante treinta (30) días continuos como presidente encargado de la República a efectos de conducir el proceso que conlleve a la conformación de un gobierno provisional de unidad nacional”.

En este punto, cuando refiere a la conformación de un gobierno provisional de unidad nacional, es en el que debemos entender lo señalado sobre “las energías democratizadoras de las organizaciones con fines políticos y de la sociedad civil”. De allí que  comprendamos que se trata de una actitud inclusiva, en la que debe apelarse a todos y cada uno de los sectores y figuras que, independientemente de su filiación e ideología política, estén preparados y dispuestos a dar lo mejor de sí para manejar y ejecutar en la transición las acciones que apunten a poner en condiciones a este país para que reencuentre, con la menor dificultad, la senda de un mejor porvenir.

En cuanto a “la adopción de medidas que sean necesarias para la realización de elecciones presidenciales libres y competitivas”, es nuestro criterio que debió apuntarse más allá, con elecciones generales que permitiesen la total conclusión de esta funesta etapa. O acaso es necesario argumentar que en una elección de la Asamblea Nacional obtendríamos una mayoría sin precedentes, como también en todas las gobernaciones, consejos legislativos, alcaldías y concejalías del país, hoy casi que totalmente en manos del chavismo-madurismo. Creemos en la pertinencia de este señalamiento para una determinante legitimación, gobernabilidad y estabilidad en el país.

Finalmente, sugerimos que en la fase subsiguiente al lapso de  los 30 días, por transcurrir, en el que se pasa de un presidente encargado a un presidente provisional, este pudiese desempeñarse con una mayor amplitud en sus facultades, en esa etapa tan difícil de gobernabilidad en la que se debe ejercer a plenitud el poder fáctico ya obtenido.

De todas formas, en lo adelante, Guaidó seguirá encarnando con su liderazgo la esperanza de quienes abrigamos un mejor futuro para los venezolanos.


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