I

La lección interminable ha sido un proceso de aprendizaje sin límite temporal, y ha consistido en comprobar cómo recurrentemente se destruye un país. No solamente esto se demuestra bajo el testimonio que dejan los años, sino también bajo el testimonio que dejan las décadas; ya han pasado casi 20 años. Venezuela será muy probablemente el único país en el mundo de principios de este siglo que pasará a ser el caso de estudio más importante, cuando se trate de profundizar sobre la democracia global. La nueva era de la democracia –aun con grandes defectos– con una mayor globalización y con una nueva orientación económica bajo el imperativo de la innovación no podrá fácilmente explicarse, cuando en su contexto ha existido un país y una sociedad que poseía una riqueza natural y humana de vasta importancia, y aún así haya podido sucumbir.

II

La caracterización del declive económico del país, expresado en innumerables datos económicos, ya no alcanza para determinar su destrucción. Existen muchos otros componentes que parecieran ser más vinculantes con este proceso de deterioro sostenido y que muy al contrario con lo económico están directamente relacionados con la cultura política nacional. El deterioro que se observa en el país tiene paradójicamente algo a su favor, y ha sido el aprendizaje sobre lo que significa “perder algo” y “desprenderse de algo”. Este proceso de aprendizaje ha ocurrido tanto en los nacionales dentro del país como fuera de él y no es un proceso ajeno al desarrollo posterior experimentado en países desvastados por la guerra. El rentismo, el cual continúa siendo un elemento constitutivo de la cultura política actual, en resumen mal educó e hizo indiferente a la ciudadanía ante amenazas como la destrucción moral y económica de un país. La Venezuela rentista hizo a la ciudadanía impermeable y cómoda en vivir en un país donde el riesgo a perder lo ganado humana, política y económicamente en democracia era solo un asunto de ficción.

III

También se ha originado la confrontación con el ciudadano mismo sobre las opciones y acciones para propiciar un cambio. Ya cada vez menos los partidos políticos se hacen representativos como opción política y legítima de cambio, y ahora pareciera reconocerse que es el ciudadano y el pueblo como imperativo de movimiento de demanda política las alternativas reales para presionar en la búsqueda de ese cambio. En esta lección interminable también uno puede reconocer que ha existido una relación disfuncional entre demanda política ciudadana y demanda política de quienes lideran dicha demanda. Esta relación disfuncional se corresponde con la caracterización de “pueblos invisibles” que diera alguna vez Edmund Morgan en su libro la Invención del pueblo. Por tanto, uno podría calificar el efecto de esta relación disfuncional en el nacimiento de un pueblo invisible, un pueblo limitado para poder buscar nuevas invenciones sobre los modos de ejercer la soberanía popular. Así las cosas, la figura de pueblo en Venezuela como entidad de cambio y expresión de la defensa de la soberanía popular, dejó de ser una unidad colectiva transformadora para llegar a convertirse solo en una entidad programadora del discurso y concepto político gubernamental, dando paso de forma gradual a la “operativización” del concepto de pueblo en modo comunista.

IV

Esta lección plantea aún mayores complejidades que no fácilmente pueden ser analizadas. Estamos en presencia de una ficción de país en dos polos; el que promueve quienes están convencidos del ejercicio actual del poder y el que defiende una nueva forma de poder sin invención política. Ni el primero ni el segundo son capaces de adversar la cultura política rentista y tampoco liderar y visibilizar un nuevo enfoque de demanda política hacia el cambio. Y es justamente este una de las interrogantes que permanecen y permanecerán en los estudios de las Ciencias Sociales, Económicas y Políticas: ¿cuál cambio? Mientras se continúe convencido de que el proceso de reconstrucción del país fundamentalmente se centra en la recuperación económica del viejo tiempo, tanto en clave marxista o keynesiana tradicional, será imposible transitar hacia un proceso de invención política y ciudadana que supere al actual. Al contrario, si la recuperación económica y política se sustenta en una base ideológica de democracia plena capaz de hacer visible las demandas de un pueblo que integre la totalidad de lo que significa convivir en la política y economía de este nuevo tiempo, será más probable observar el nacimiento de una generación separada del rentismo. Ahora bien, esto no es visible por el momento. Las riquezas naturales, y la interpretación política y ciudadana que aún se observan bajo la consigna de “lo tenemos todo” seguirán destruyendo y distrayendo las acciones del futuro. Que esto sea así es más a conveniencia de quienes actualmente gobiernan.

La verdad es que ya no tenemos nada. Y esto debería ser el fundamento de la consigna de la política venezolana del futuro, si realmente se quiere y se puede reinventar al país.


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