A menudo presentado como templo del libre cambio, Estados Unidos no esperó las amenazas de guerra comercial formuladas por Donald Trump para recurrir al proteccionismo y asegurar la perennidad de sus intereses. Desde finales del siglo XIX a Ronald Reagan, pasando por Obama, regreso durante más de un siglo a America first.

En efecto, Estados Unidos fue proteccionista hasta la Segunda Guerra Mundial. Si los años treinta marcaron el apogeo de este fenómeno, con tarifas y derechos aduanales muy elevados y la famosa Buy American Act de 1933, la tradición proteccionista estadounidense remonta al siglo XIX. Estados Unidos siempre ha estado entre si abrirse al mundo entero, solo hacerlo hacia las Américas y no abrirse. Franklin Roosevelt cambió esta trayectoria en el momento cuando las fuerzas políticas internas adoptaron una nueva visión. El Partido Demócrata y los sindicatos, tradicionalmente antilibrecambistas, aceptaron la apertura a las relaciones internacionales y de una economía progresivamente más abierta, cuyos beneficios llegaron a comprender. El Partido Republicano estuvo más dividido. Y todavía hoy, pues los grandes industriales se debaten entre proteccionismo y libre cambio.

Donald Trump significa un retorno a la tradición proteccionista. Él es el heredero político de este período en Estados Unidos. Con él, uno encuentra el viejo modelo mediante el cual se entra en negociaciones bilaterales con cada país, para tratar de ejercer un máximo de presión sobre cada uno. El tipo de discurso de Trump se oía hace veinte años de parte de ciertos miembros de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense. Asimismo, en lo que concierne a poner impuestos de 25% a 40% sobre los productos chinos. Pero hasta el presente estas ideas se han mantenido en un marco respetuoso de las reglas de juego. No ha habido brutalidad, imprevisibilidad, y los cambios de opinión de que hace gala Trump se han controlado. Aunque él ha podido recurrir a instrumentos antidumping, antisubsidios para tratar de ejecutar sus decisiones en materia de comercio internacional. Profundamente ignorante e incapaz de aprender, decidió utilizar el instrumento más brutal al cual pocos presidentes estadounidenses han recurrido: la seguridad nacional, que para muchos aliados es verdaderamente insultante, como ha dicho Justin Trudeau, primer ministro de Canadá.

Ronald Reagan y Barack Obama utilizaron estos instrumentos al comienzo de sus presidencias, pero, a diferencia de Donald Trump, jamás tuvieron por ello un discurso incendiario como lo hace el actual presidente. El comportamiento de aquellos sugería que se podía llegar a un compromiso, al contrario de Trump que deja poco espacio para llegar a eso en las negociaciones. A esto se añade que el inquilino de la Casa Blanca trata de dar la impresión de que los estadounidenses se han empobrecido a causa del comercio internacional. Pero, en realidad, los pobres se han empobrecido debido al sistema de Welfare estadounidense, esto es, los ricos no han querido darles un poquito de su torta a los pobres. Donald Trump forma parte de esos muy ricos y ha acentuado este fenómeno con la reciente reforma fiscal.

De modo que por los brutales impuestos al acero (25%) y aluminio (10%) provenientes de Canadá, Unión Europea, Japón, existen serias desavenencias, como se demostró en la reciente cumbre del G-7 (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia). Hubo de parte de representantes de Estados Unidos ofensas y expresiones fuera de lugar que demuestran el estado tenso de las relaciones internacionales entre esos países, los cuales se amenazan con retaliación que enturbiará aún más la situación económica global y mundial en general.

Es tan ignorante el señor Trump que piensa compensar la pérdida de productividad y competitividad de la economía estadounidense con elevados aranceles a sus importaciones, a la par que practica la más vulgar demagogia atribuyendo la pobreza existente en Estados Unidos a presuntas desigualdades en el comercio internacional. Por eso, los electores deberían meditar cuando depositan sus votos para no elegir presidentes tan ignaros, cuyas consecuencias se sufren después, como aquí en Venezuela.

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