Tantas tropelías y abuso de poder suficientemente demostrado desde 2015 hasta el presente finalmente convencieron al conjunto de la oposición venezolana, la que está en la MUD y más allá de ella, de que esto es una dictadura; en consecuencia determina extremo cuidado en anuncios y declaraciones de guerra que puedan ser utilizados por este régimen sin escrúpulos, de inocultable talante exterminador, y además propietario de un ilimitado aparato nacional e internacional de propaganda, recreado detalladamente en la novela 1984 de George Orwell.

La camarilla gobernante ha demostrado que un paso en falso acorde a su permanente discurso militar es la oportunidad para contraatacar y fulminar al enemigo, ya que para ellos el pueblo opositor es eso, objetivo militar, y vaya que lo han demostrado al asesinar a mansalva a mas de 60 jóvenes, ya que a estos aspirantes a gorilas les irrita el desparpajo, el desenfado y la irreverencia de esta juventud inmolada en la protesta por reconquistar la Venezuela que todo el mundo sueña, como manifestara Rafael Dudamel, el DT de la excelsa Vinotinto subcampeona mundial.

Sacrificio que no ha sido en vano, al desenmascarar ante el mundo entero la farsa del socialismo de siglo XXI que padecemos, haciéndoles más difícil a los chulos del ALBA, a sus cómplices del Foro de Sao Paulo y al lumpenaje de intelectuales izquierdistas latinoamericanos y europeos la solidaridad irrestricta e incondicional, al no poder esconder la represión asesina, la corrupción gubernamental y el saqueo de la riqueza nacional.

Por tanto, no dudo de las buenas intenciones de voceros de la MUD y otros opositores de anunciar medidas extremas, ya que 85% del pueblo venezolano impreca por el final de esta pesadilla que condena a la miseria y a la pobreza, pero debo manifestar que anunciar en primera página la huelga general es prevenir a un régimen herido de muerte, darle oxígeno en medio de su agonía, si no se tienen los pelos de la victoria en la mano.

Como dijera Pedro Nikken recientemente: “No dudo que el derecho a la rebelión exista, pero ese derecho solo se materializa si la rebelión triunfa. No es un problema jurídico sino de hecho”. No es lo mismo convocarle una huelga general a un gobierno democrático que a uno de vocación dictatorial, como sucediera en 2002-2003 con el paro cívico nacional, ya que finalmente el único sector laboral que asumiera plenamente fueron los sacrificados 23.000 trabajadores de Pdvsa, despedidos salvajemente a pesar de las condenas de la OIT, el resto de sindicatos y gremios miró el conflicto desde la galería.

Efectivamente, la esencia de la huelga general frente a una dictadura es la insurrección, es la estocada mortal frente a un Estado forajido que pretende borrar nuestra historia republicana, nuestras conquistas democráticas, las más importantes, el voto universal y el derecho a la vida; por tanto, está plenamente justificada, pero no sujeta a emociones, ni a corazones valientes.

La huelga general se construye, se macera primero, antes de anunciarla; las circunstancias no están para colocar primero la carreta y luego los caballos, ante un país que está viviendo en la práctica un paro técnico, en su industria, su economía, su educación. Con un pueblo en rebelión, hasta los empujoncitos hay que organizarlos, sin develar las estrategias.


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