Aunque quiera dar la impresión de que no, el gobierno se encuentra sobrepasado por las circunstancias Una prueba, entre otras, es el reciente paquete de medidas que propuso el presidente Maduro, cuyos primeros resultados confirman los pronósticos de quienes lo cuestionaron. En efecto, al poco de haberse iniciado su ejecución la situación empeoró en casi todos los aspectos.

La revolución bolivariana se plastificó

El rimbombante Programa de Recuperación, Crecimiento y Recuperación Económica deja ver, junto a otras cosas, que el chavismo, en casi cualquiera de sus formatos, incluso en el de su injerto con el madurismo, tiene poco qué decirle y proponerle al país. Extravió, pues, el relato político que alguna vez sirvió para conseguir el apoyo de buena parte de los venezolanos y lo reemplazó por un libreto confuso, contradictorio y maleable en el que, por ejemplo, la narrativa ecologista, tan cara al Plan de la Patria redactado por Hugo Chávez, coexiste con las barbaridades ambientales del Arco Minero, el postulado de la soberanía económica con la intención de cederles a empresas extranjeras las explotación de campos petroleros, y, por citar apenas otra cosa, el cacareo de la democracia participativa y protagónica con la asamblea nacional constituyente, un organismo que actúa libremente en función de sus propias ocurrencias.

No hay duda de que el chavismo se encuentra hoy en día representado por una élite que gobierna a un país desacomodado y precario en todos los planos, dedicada en cuerpo y alma a administrar el poder con la casi única idea de conservarlo. El proyecto político concebido hace casi dos décadas se plastificó en un carnet, ideado con fines políticos que, dicho sea de paso, aún no terminan de perfilarse, pero que, paranoias aparte, no presagian nada bueno si miramos la experiencia de algunos países y la manera como aprovechan las posibilidades (de tinte autoritario) que abren las plataformas digitales.

La vida nuestra de cada día

En Venezuela la vida se ha vuelto muy dura para cualquier ciudadano de a pie. Dura en casi todos sus aspectos, según cabe esperar en una sociedad descosida. Resulta, entonces, comprensible que mucha gente se haya querido marchar a otros lados. No se sabe cuánta con exactitud. El gobierno guarda un silencio sospechoso, mientras que diversos sondeos registran un mínimo de millón y medio hasta casi cuatro millones de migrantes. Hace pocos días Michelle Bachelet se estrenó como alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU declarando que “en Venezuela se estima que 2,3 millones de personas huyeron del país; aproximadamente 7% de la población total, debido en gran parte a la falta de alimentos o acceso a medicamentos esenciales y atención de la salud, inseguridad y persecución política”. No obstante las diferencias anotadas, en cualquier caso es demasiada gente, da como para alarmarse, máxime si, por otro lado, se sabe de encuestas que revelan que cada vez hay más personas deseosas de emigrar, pertenecientes a todos los estratos sociales y en su mayoría jóvenes que, dentro de las diversas carencias que constriñen su vida, resienten, sobre todo, la escasez de futuro.

Qué diría el poeta Pérez Bonalde

El gobierno ignora, soslaya, desdibuja, disfraza, esconde, minimiza y hasta se burla de la emigración venezolana. Habla de un montaje urdido por el imperialismo contra el proceso revolucionario bolivariano, con el propósito de abrirles las puertas a una intervención militar. Uno de sus dirigentes la califica de “moda, algo que da estatus”. El propio presidente Maduro dio a entender que se trata de un grupito con mucho billete en los bolsillos. Y así otros juicios que coinciden en negar el éxodo o, también, en colocar, como cortina de humo, el tema en los brotes de xenofobia que se han producido en diversos países, asunto que indigna, por supuesto, y respecto al cual hay que protestar, por supuesto, pero sin olvidar que la médula del asunto radica en el hecho de que desde el poder se ha ido moldeando una sociedad que expulsa a su gente. De nuevo, como en tantas otras situaciones, el gobierno encara las consecuencias y no las causas del problema, y se saca de la manga un operativo de marketing, denominado vuelta a la patria, nombre tomado del famosos poema de Pérez Bonalde (¡coño, qué pena con ese señor!), ideado para transportar a los migrantes que desean regresar al país, el cual, por cierto, sigue idéntico al país que los obligó a irse.

¿Y la oposición?

El éxodo de tantos venezolanos es, seguramente, el diagnóstico más drástico de la crisis nacional, la denuncia más clamorosa del fallo gubernamental y, a la vez, marca la desaparición del chavismo, con sus diversos rostros, en tanto que opción política democrática. Así las cosas, uno teme que los venezolanos terminen agobiados por la peligrosa sensación de encontrarse políticamente en un callejón sin salida, sin alternativas a la vista. Inevitable, entonces, que cualquiera se pregunte en qué andará el liderazgo opositor y si tiene algo qué decirle, respecto al futuro, a la mayoría de los venezolanos que, en este momento, se encuentra en modo desconcierto.


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