A diferencia de eunomía (orden, armonía), euqosmía significa conducta conveniente (proper behaviour para Tony Blair), y pone el acento en el comportamiento personal más que político y, bajo la influencia de Pitágoras, no solo se trataba de una imagen externa sino de paz interna del alma: el estado armonioso del espíritu. Esto influyó también en Damón, que era un sofistés (sofista) que enseñaba música como medio de lograr esta armonía moral, y en consecuencia ponía en relieve la importancia política de la enseñanza de la música.

Al comienzo del siglo VI antes de Cristo, el pensamiento político estaba dominado por la búsqueda del “orden”; hacia el fin de este siglo, ello había conducido, al menos en Atenas, a la isonomía, que fue el objetivo de la constitución de Clístenes. Pero isonomía no significaba una igualdad absoluta sino “derechos iguales para todos” en el marco de la constitución. Isonomía, también significa “igualdad ante la ley y la justicia para todos”. Etimológicamente: iso=igualdad; nomía=norma, ley. Los ideales son diferentes pero no incompatibles. Los dos fueron opuestos a la tiranía.

Incluso en Atenas, la creencia en isonomía fue reforzada por los éxitos militares y morales en las guerras contra los persas, al comienzo del siglo siguiente (491-479), es decir, el V; la existencia de una tiranía se consideraba como la fuente de debilidad militar para un Estado. Que una ciudad como Atenas, sin reputación militar, haya podido vencer, en Maratón y luego en Salamina, al ejército superior de los persas, daba una prueba de que las instituciones libres de la “polis” eran superiores a toda forma de organización del Estado. La generación precedente rechazó el yugo opresor de Hippias, como lo han rechazado todas las generaciones posteriores en todos los Estados, y en particular los venezolanos que lo hacen con el de Maduro, Cuba y su camarilla.

Ahora, la generación de Esquilo, quien peleó en Maratón, resistió y rechazó la invasión persa, fue algo así como una segunda liberación de toda Grecia. Fue una época de optimismo, de pensamiento serio y de esperanza. Esta situación causada por la liberación fue expresada en la obra de Esquilo Los persas (472, a. C.). Las ideas políticas de Esquilo, aparte de su reputación como poeta y dramaturgo, giraban en torno a una concepción poética del diké (derecho) y en la creencia de que Zeus castigaría a los malos y no permitiría que perecieran los justos.

Hubo en esta época una importancia creciente, en el pensamiento político griego, de la idea de “constitución” de la “polis”, fundada sobre sus propias leyes (nomoi); por eso, el triunfo sobre los persas se consideró como el derecho de tener sus propias leyes y la oportunidad para tener su constitución; esto es, una carta no concedida por el poder sino conquistada por los ciudadanos, puesto que para cada ciudadano las leyes de la ciudad eran la carta de su libertad, la salvaguarda contra la opresión de un tirano, de una clase privilegiada o de una mafia social elitista, y su garantía de libertad en el futuro. Así, los cambios de constitución se miraban con suspicacia.

En realidad, durante un largo tiempo se plantea la pregunta: ¿cuál es la mejor constitución?, como la principal preocupación del pensamiento político griego. La discusión más antigua sobre esta materia está en el libro 3 de la Historia de Herodoto (circa 485-425, antes de Cristo), quien presenta los argumentos como un diálogo entre los jefes persas acerca de la forma de gobierno a adoptar después de deshacerse del usurpador Mage. (Cómo enseña la historia: eso mismo se plantea en nuestro caso ahora).

El primer interlocutor, Otanés, propone la abolición de la monarquía persa. Sus objeciones de principio: 1) un jefe único hace lo que le plazca y no rinde cuentas a nadie; y 2) así el jefe sea bueno al comienzo, él cambia por muchos factores para ejecutar “actos insanos y crueles”.

La alternativa que se propone es transferir el poder soberano a un conjunto de varones adultos. Se emplea en esta situación una palabra seductora: igualdad. El personal del gobierno se escogerá por sorteo y cada uno de los escogidos debe rendir cuentas al pueblo. Las decisiones son también sometidas a consulta del pueblo, a la autoridad del pueblo.

Tenemos por otra parte, lo que llamaríamos algunas notas sobre la democracia. La palabra democratía, regla del pueblo, no fue utilizada por Herodoto en este diálogo, aunque la conocía, pero las características que describe son asociadas tradicionalmente con la democracia ateniense: igualdad, el sorteo, la rendición de cuentas a la salida del cargo y la soberanía del pueblo.

El próximo interlocutor, Megabyse, está de acuerdo con Otanés en cuanto a los vicios de la tiranía, pero encuentra muchas fallas en el gobierno del pueblo. Alega que el tirano sabe al menos de qué se trata, mientras que la masa, sin educación ni conocimiento, lo ignora. Propone por lo tanto un gobierno de pocos, la oligarquía, es decir, que solo un grupo de hombres con educación y conocimiento es apto para gobernar. Dice: “Tiene sentido que usted obtendría las mejores opiniones de los mejores hombres” (p. 43). Esto se veía como un argumento a favor de la buena educación, según Protágoras.

Desde el punto de vista histórico, nada de esto se instrumentó: la monarquía fue establecida por Darío, quien era el tercer interlocutor, y comenzó su exposición sobre las formas de gobierno: democracia, oligarquía, y monarquía, para concluir que se debe tener en cuenta lo bueno de cada modelo. Esto es un antecedente de la clasificación séxtuple de Platón: tres constituciones buenas y sus tres desviaciones.

Se decide que la monarquía es la mejor forma de gobierno, pues la democracia conduce posteriormente al proceso tiránico, puesto que al degradarse, por caer el gobierno en manos de hombres de segunda categoría, a la larga, son reemplazados por una sola persona de primer orden, clase, que logra obtener el apoyo del pueblo.

Tal vez una de las mejores lecciones de la antigua Grecia es “derechos iguales para todos”; aunque figura en casi todas nuestras constituciones, no se cumple porque el elemento humano encargado de aplicar la constitución y las leyes carece de la educación indispensable para hacer de estas el marco del desenvolvimiento social y evitar la degradación política con regímenes dictatoriales. Es un problema cultural que debemos resolver; si no, de nada valen nuevas constituciones y normas si no hay la disposición espiritual para cumplirlas.

Venezuela es hoy un país ocupado por otra nación: Cuba; hecho político real que muchos evaden; hay que desarrollar la acción política para liberarla y comenzar otra etapa de esperanza, optimismo, así como cuando Grecia rechazó a los persas en las batallas de Maratón y Salamina, siguiendo el ejemplo de la primera guerra de independencia nacional. Habrá que redactar una nueva constitución general, no una especie de reglamento, como la actual de 1999, sin particularismos ni casuística, para iniciar la tercera independencia plasmando las aspiraciones concretas de los venezolanos contemporáneos, sin imitaciones constitucionales de otras realidades sociales, como han sido muchas de nuestras constituciones, mejor dicho, no buscar en otros países modelos para nuestro desarrollo, como que fuese una importación de enlatados doctrinarios, mirar hacia dentro, a lo que somos, con los mejores compatriotas, descartando “gamelote político” que nada aporta para legislar, y seremos recompensados con un marco legal fundamental que quizá todos respeten y cumplan en aras del orden, de las libertades, de la armonía social, que enmarquen la sinergia de las fuerzas sociales requeridas para organizar y desarrollar una nación próspera, justa, libre y poderosa.

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