El resultado comicial del 15 de octubre está sembrado de interrogantes. El gobierno venezolano, con escalofriantes índices de rechazo paradójicamente, obtiene una gran victoria agenciándose dieciocho de las veintitrés gobernaciones en disputa. Es decir, que los ciudadanos mayoritariamente apoyaron a los candidatos que representan al régimen, que nos tiene convertidos en la lástima del planeta.

¿Quién podrá entender semejante conducta electoral? Las explicaciones comienzan a surgir en la medida en que comprobamos, una vez más, la enorme cantidad de abusos que desde el árbitro electoral realizaron. La manipulación abusiva de los centros electorales en donde históricamente gana la oposición. Los cambios abruptos de esa densa población electoral, la gran cantidad de coacciones, chantajes y persecuciones en las jurisdicciones no afectas al oficialismo son parte del resultado. Igualmente, la desproporción en el ámbito inherente a los dos sectores en disputa es abismal.

Los sectores democráticos se enfrentaron con toda la maquinaria del Estado, que sin ningún tipo de escrúpulos utilizó todos sus tentáculos para imponerse. El sistema informativo del régimen, con la anuencia absoluta del árbitro electoral, hizo del abuso obsceno su carta de presentación. Fueron incontables horas de campaña electoral en cadenas de radio y televisión, la profusión continua de su proyecto hegemónico, mientras la oposición era reducida a la mínima expresión.

Los canales del Estado jamás dieron espacio para las otras alternativas, lo que sí hicieron fue destrozarlos de manera feroz sin darles el constitucional derecho a réplica. Haciendo un periodismo que es una vergüenza. Ese ventajismo sin ningún tipo de control y amparándose en la complicidad del CNE hizo del sufragio un acto manipulado, un verdadero fraude que se demuestra no solo en el forjamiento de actas como en el caso del estado Bolívar, sino el de una serie de componentes articulados para torcer la voluntad popular.

Si pudiésemos auditar todo el proceso comprobaríamos que siempre han sido un fraude electoral. Un verdadero atraco a mano armada, que responde a condiciones desventajosas para la oposición.  

Otro factor esencial para el análisis es la política clientelar. Un pueblo hambriento es conminado a arrastrarse detrás de una bolsa de comida. Juegan con la necesidad de la población y la someten manipulándola por su miseria. Es una acción despreciable que funciona eficazmente. Un férreo control totalitario por manzana los obligó a salir de sus casas so pena de perder el cupo para recibir alimentos.

En una nación que no produce nada, con toda la cadena de comercialización corrompida, y que desemboca en innumerables negocios vacios, el Estado suplidor se transforma en el gran chantajista. Qué convierte la voluntad de la gente en coro de estómagos hambrientos. Quién se rebela se muere de hambre, así que con el dolor de su alma es llevado obligado a los centros de votación a sufragar por la revolución. Por eso, es que auspician la crisis, en la medida en que todo sea difícil, paradójicamente, es más fácil para el gobierno. Allí pescan en la ignorancia envuelta en pétalos de hambre.

La abstención jugó a favor del gobierno. La rabia de algunos sectores opositores contribuyó a perder gobernaciones importantísimas. Optaron por quedarse en casa mientras la revolución le ponía la mano al trofeo anhelado. Un craso error de aquellos que importan realidades tan distintas a la nuestra. En los cinco estados más importantes de Venezuela dejaron de votar cerca de 4 millones de opositores. Solo el estado Zulia pudo escapar de este errático comportamiento. Que no genera una dirección clara, solo frustración y fortalecimiento del adversario.

Si existe una práctica inútil es la de no participar. Allí quedarán para la historia los aciagos instantes de 2004 y de 2017 como muestra de lo que no debe hacerse. Ahora esperemos que los valientes abstencionistas, cómplices del régimen, les hablen a los pueblos que serán gobernados por la dictadura por culpa de la infantilidad de seres que solo responden a intereses malsanos.

En definitiva, el gobierno inescrupuloso utilizó sus mecanismos y logró, con la cooperación inconsciente de su tradicional adversario, alcanzar un enorme éxito electoral. A pesar de los márgenes de rechazo del régimen…

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