Un total de 13 estados sin electricidad el pasado 15 de octubre. Un megaapagón dejó a casi la mitad del país en penumbras y a millones de venezolanos en vilo sin tener conocimiento de lo que realmente pasó. La respuesta gubernamental, barnizada de la típica ambigüedad que les caracteriza, sembró más inquietudes. El ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, con el fondo de unas llamas reduciendo a transformadores, salió a repeler el aluvión de críticas de quienes permanecimos más de 14 horas sin poder disfrutar del servicio. Precisamente la planta en la que ocurrió el hecho, La Arenosa en el estado Carabobo, es la misma en la que se originó una falla similar en 2014 que dejó a 18 estados sin energía. También ocurrió algo similar en los años sucesivos.

¿Qué hicieron en este tiempo? Las explicaciones oficiales siempre son un artificio de enredos en los que siempre se busca un culpable que no puede defenderse. Cuando no es un marsupial enredado en amoríos en el tendido eléctrico, son iguanas hambrientas que comen cable parejo. La realidad es la nula inversión que este gobierno tiene para el sector; son equipos viejos de tecnología desfasada que resisten estoicamente el paso de las décadas. Estamos sosteniéndonos con la labor realizada en los defenestrados años de la cuarta república, aquellas maravillosas inversiones que nos hizo tener el sistema eléctrico más moderno del continente, que llegó a suministrar servicios a departamentos de Colombia, al igual que algunos estados fronterizos de Brasil, debido a la inmensa capacidad generada por nuestras plantas que nos dio un sitial de honor en el sector. Fuimos los primeros del hemisferio que logramos cubrir la demanda nacional hasta un 90%, trayendo consigo progreso hasta los rincones más apartados de nuestra geografía. Aquella grandiosa obra que transformó al sistema eléctrico venezolano es lo que tenemos ahora con muy pocos retoques.

¿Qué pasó después? La llegada del proyecto revolucionario en el poder se dedicó a exprimir los recursos del Estado para instaurar un gobierno con indisimuladas pretensiones hereditarias, olvidando darle continuidad a estos planes que representaban una bandera nacional; cuando quisieron invertir allí los inmensos recursos, desaparecieron en manos de políticos que desconocían trabajar en el área. Fueron 99 millardos de dólares que se escurrieron como agua entre los dedos: el resultado no podía ser otro que una voraz corrupción aún más profunda que los continuos apagones que se presentan todos los días. La falta de una adecuada inversión y mantenimiento de los equipos refuerzan la crisis que vivimos, sin olvidar que los técnicos más capaces se marcharon de la nación y dejaron a un personal inexperto al frente del problema

¿Quién responde por los aparatos dañados? El desastre eléctrico es similar a todo lo que acontece en la nación, en donde la degradación moral desata una verdadera pandemia social en una Venezuela duramente acogotada. Según analistas del sector, nos acercamos al gran colapso eléctrico nacional. La absoluta irresponsabilidad y escalofriante corrupción nos conducen a retroceder 100 años cuando nos alumbrábamos con velas.


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