He tenido el privilegio de leer algunas de las novelas inéditas de Álvaro D’Marco (1956). Todas me han atrapado y “Gracias Ulises…” no es la excepción. Desde que conozco a Don Álvaro –como muchos de sus discípulos y amigos le llamamos–, siempre lo veo leyendo y escribiendo o dedicado a su negocio y al cuidado de la familia. Su pasión por la literatura le viene desde niño, por lo cual estudió Letras en la UCV tanto el pregrado como el posgrado, al mismo tiempo que trabajaba en el archivo audiovisual de la Biblioteca Nacional. Con su nueva novela corta (65 páginas) participa en el Concurso de Freeditorial el cual en parte es por el número de descargas de la misma, de manera que pueden bajarla para leerla en la siguiente dirección: https://freeditorial.com/es/books/gracias-ulises-por-tus-batallas A continuación comentaremos nuestras impresiones sobre la misma.

La novela capta nuestra atención desde un principio al ponernos en los zapatos de un Ulises lleno de angustia, el cual nos cuenta su vida en presente al regresar a Caracas desde una ciudad de Argentina donde dejó a Ofelia (una de sus amantes) desmayada y en un charco de sangre del cual no sabe cuál es su origen. Poco a poco nos va descubriendo que es un hombre insaciable de sexo, siendo esta característica su principal atractivo para las mujeres, y que termina siendo un mantenido por ellas. Las relaciones sexuales se hacen cada vez más violentas, más destructivas. D’Marco ha logrado transmitirnos con Ulises lo que es este tipo de personalidad obsesiva, de manera que no es un relato apto para ciertas sensibilidades. En medio de sus aventuras va recorriendo la Caracas de los ochenta. Para los que hoy padecemos la capital de la Venezuela del chavismo-madurismo con su inmensa dosis de hambre y violencia delictiva, es un grato recuerdo que nos hace reflexionar sobre todo lo perdido. Una ciudad relativamente amable donde una persona con pocos ingresos podía comer y beber, y la inseguridad personal todavía no representaba angustia alguna.

La vida de este gigoló que se presenta claramente triste y que tiene en el orgasmo los únicos momentos de pasajera felicidad (“la soledad se resuelve con sexo”), busca la belleza y el crecimiento de su alma en un recinto llamado universidad: en su caso es estudiar Letras en la Universidad Central de Venezuela. Aunque en la misma no puede dejar de seducir a sus “víctimas”, cada clase y cada persona que conoce allí le ofrecen un respiro a su insatisfactoria y mediocre vida. Nos recuerda cómo en la democracia venezolana la educación era un mecanismo de ascenso social, y para las personas como Ulises era el camino a ese absoluto que nos permiten “tocar” las artes. Ulises quiere leer los clásicos (dice: “Quiero leer todo y de cada autor su obra completa”) y quiere ser escritor pero “está muy ocupado en sobrevivir y obtener placer”. Al mismo tiempo en las primeras páginas pareciera hacernos dudar de la existencia del Ulises-latin lover cuando nos dice: “La profesora está diciendo que cada quien debe hacer su cronología existencial. Escoger los momentos importantes de la vida y con esos hitos elaborar una narrativa propia. Construir una épica que mitifique, convertirse en un personaje, en frases, en ficción”. Sin duda para Ulises cada cuerpo es una batalla por luchar e Ítaca siempre sigue lejana.

En medio de su vida vegetante aparece algo que nunca había atendido: la política. Pero dicha aparición es un shock que inicia un conjunto de hechos vertiginosos, el primero será el Caracazo (27 de febrero de 1989) y el segundo el golpe de Estado de un grupo de militares liderados por el comandante Hugo Chávez (4 de febrero de 1992). Desde ese momento “una especie de inquieta sombra va cubriendo la ciudad”. Si la Polis en la Grecia antigua era cambiando lo cambiable el Estado-nación de hoy, esa sombra que cubrió la ciudad en dos febreros no se ha disipado hasta ahora de la totalidad del país. La vida de Ulises es la metáfora de una sociedad que vivía en los frenéticos clímax de la falsa riqueza petrolera. Todos éramos los mantenidos de esos amantes que son los pozos petroleros, para que finalmente despertemos en un charco de sangre.

El relato de los días del Caracazo me ha parecido magistral. El saqueo pareciera la repetición de una vieja historia: “la suma de toda la decadencia acumulada”, e incluso en medio de ello hay un restaurante llamado “Punto Fijo” del cual no dejan nada en pie. Un ciclo ha finalizado y se daba inicio a otro. Así nos dice que aquello “fue como una orgía que liberó las furias y las represiones de la gente. Se manifestó una marejada incalculable de fuerza y pasión desbordada, destructiva y vengativa. (…) La población se destruyó a sí misma”. Las personas en el Caracazo no buscaron solo comida sino tomarlo todo, no era hambre en verdad, era Ulises-Venezuela con “un Sahara de necesidades que las mujeres le ayuda a satisfacer”, mujeres-mercancías, mujeres-renta petrolera. Pero también era la expresión del pathos, de “la vida como criminal cargado de miedo” que le ofrecía una cierta seguridad, tal como le pasó a Ulises en las prácticas del sexo más desenfrenado.

D’Marco con “Gracias Ulises por tus batallas” nos ha ofrecido la metáfora de una persona-país incapaz de crecer y asumir la responsabilidad de su propio destino. Es un parásito que no puede crear nada. Como aquel momento en que Ulises habla con un checo y aunque este considera a Praga la ciudad más hermosa del mundo no vive allí, simplemente “porque acá todo es más fácil”. Sin centrarse en la política y la historia sino en las pasiones de un venezolano, don Álvaro ha logrado construir un relato que nos comprende. Una vez más se cumple aquello que Mario Vargas Llosa nos enseñó sobre la ficción al considerarla “la verdad de las mentiras”. No queda más que recomendar la lectura de esta pequeña pero gran novela y esperar las nuevas publicaciones de su autor.


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