El tema es inagotable para pretender cubrirlo en menos de 3.000 caracteres. Y además es espinoso y se caracteriza por múltiples aristas. Hablo acerca de la igualdad de género, un asunto que derramó mucha tinta y capturó muchas pantallas la semana pasada con motivo del Día Internacional de la mujer. No puedo yo ser menos que los muchos que se han pronunciado sobre el mismo.

Quiero apenas dejar unas cuantas reflexiones que no aspiran a ser exhaustivas. Serìamos insensatas las mujeres si no reconociéramos que existen diferencias entre los géneros a nivel físico, mental y actitudinal imposibles de eludir y que ellas determinan actitudes históricas controvertidas y manejos conceptuales diversos. De no ser así no estaríamos en medio de una diatriba que, además, tiene rasgos apasionados. Lo que sí no debemos hacer es afectar la dura batalla que se ha librado hasta el presente por conseguir el puesto que merecemos en la sociedad con posiciones estridentes o desubicadas. Equivale a marcar un gol desde las propias filas.

Dos temas despuntan en el abordaje del asunto feminista, aunque hayan otros que son también importantes: el asunto del trato igualitario frente al trabajo y el de la violencia en contra de la mujer. 

Los avances en cada uno de estos dos terrenos durante el siglo pasado han sido colosales, lo que demuestra que es necesario mantener un esfuerzo incesante para erradicar las nefastas consecuencias donde las haya. Que existan sociedades en las que , hoy por hoy, 40% de las mujeres sean el objeto de tratos violentos es inaceptable, y más inaceptable aún, que sus autoridades se pongan de perfil y no se empeñen en desterrar la injusticia que representa el trato inadecuado vejatorio en relación con quien es más débil y frágil en su estructura física.

Es cierto que hay una dosis de condescendencia atroz de la sociedad en general frente al drama que enfrentan comunidades como las de México, donde las vejaciones de distinto tenor alcanzan a dos de cada cinco mujeres.

Pero hay equivocaciones monstruosas como el cine, el más fiel exponente de la industria de la provocación sexual femenina organizada en donde ahora las mujeres se quejan de haber sido maltratadas, luego de años de aceptación tácita de estas distorsiones.

Que exista una brecha entre el trabajo de mujer y de hombre es razonable, que batallemos por cerrarla, igualmente. Pero al mismo tiempo reconozcamos que quien es valioso se distingue, escala y triunfa. Y que existe una diferencia entre trato discriminatorio y trato diferencial.

Lo contrario, despelucarnos acusando a los hombres de todos nuestros males, no es justo tampoco y es sintomático de falta de sindéresis en un tema crucial para los dos sexos. No seamos nosotros quienes contribuyamos a alimentar estereotipos sociales que solo nos hacen daño y nos hacen parecer poco serias.


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