El fracasado alcalde de Libertador, Jorge Rodríguez, es ahora el gran orientador de la política comunicacional del régimen. Nadie puede negar su incapacidad como gerente de la ciudad. La inocultable ruina de Caracas demuestra su desastrosa labor al frente del gobierno capitalino. Esa gestión gris prevaleció para que el PSUV no lo colocase como su abanderado en el Municipio Libertador. Todas las encuestas lo ubicaban con un rechazo cercano a ochenta por ciento, ante semejante realidad optaron por sacarlo del juego electoral. Al parecer, este sombrío personaje no le gusta estar en contacto con la gente, los cargos de representación popular le parecen nimios para su sed de venganza. Las otras poderosas razones son la debilidad comunicacional del régimen, así como colocar en un momento tan crucial para la revolución a un dirigente capaz de incendiarlo todo en pos de lograr un objetivo. Sin duda, Jorge Rodríguez es un individuo sin escrúpulos que da rienda suelta al odio enfermizo por sus adversarios, jamás pone freno al ímpetu que representa tratar de liquidar a quien piensa distinto a su libreto de vida. Quizás su difícil situación infantil ante el desgraciado episodio del asesinato de su padre marcó su alma con las sombras propias de quien busca culpables en la sociedad democrática. Ese dolor profundo arraigado en su existencia, lo hace que descienda hasta el fuego del infierno para propagar su llamarada de irracionalidades.

Aunque resulte contradictorio hablamos de un hombre talentoso, desgraciadamente su gran capacidad está al servicio de raíces torcidas. ¿Cómo será su política comunicacional? Sin utilizar artilugios nigrománticos nos enfrentaremos con la peor de las etapas en materia de manipulación de masas. Utilizará un coctel de vilezas y mentiras para llenar al ciudadano de desesperanza. La enfermedad del miedo cundirá como peste para tratar de contaminarlo todo y de esa manera buscar el reinado perpetuo del régimen. Aquí las formas serán disimuladas con los egos batientes del patrioterismo, detrás toda una perversa maquinaria trituradora de libertades. El diálogo que aspiran algunos cómplices o ilusos solo será una expresión de ocasión para hacer que fermente el veneno. No existirá paz y tampoco acuerdos, a menos que el adversario se arrastre como sanguijuela. La promulgada ley contra el odio y la intolerancia es un instrumento que les servirá como recurso para acorralar la poca libertad que nos queda. El gran manipulador articula toda la telaraña para controlarlo absolutamente todo. Desde Miraflores, la Gestapo tropical criminalizará los derechos ciudadanos para sepultarlos, y con ellos la dictadura auspicia el cierre definitivo de la democracia venezolana.

En la nación de los héroes de la libertad nace el nuevo Josep Goebbels. Calva prominente y nerviosos ademanes, sus expresiones no ocultan el odio profundo por el adversario. Es un hombre extraviado en los vericuetos de un cerebro carcomido por episodios cruentos que lo marcaron hondamente. Cuando habla se muestra como un hábil charlero de buseta. La demagogia brota como agua de la tierra, todos sus yerros se los endosa al adversario al que reduce a la vindicta pública. La Gestapo chavista –inspirada en cada bajeza– tratará de aniquilar cualquier mínima expresión de disidencia.

Estamos en presencia de una etapa nefasta para Venezuela. Al frente de la estrategia comunicacional está un hombre con un gran talento para el mal. Es importante que los sectores democráticos estén alertas ante las campañas despiadadas que surgirán de su malévola gestión…

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