Parece que “se acabó lo que se daba” y ahora sí llegó la hora de las chiquitas.

Ya el gobierno de Estados Unidos dejó atrás la etapa de sanciones a funcionarios acusados de corrupción y violación de derechos humanos para entrar por toda la mitad del medio: golpear la economía venezolana por donde más duele, que es prohibir al régimen y a sus empresas el acceso al sistema bancario norteamericano. Decisión drástica y fea, pero tan soberana como las que toma la ANC. Desafortunadamente, eso va a golpear mas al pueblo y –como siempre– será peor para los que menos tienen.

Como era de esperar, los personeros del régimen no han demorado en echar la culpa a Mr. Trump, a Julio Borges, a Freddy Guevara y a María, como si hasta ayer la economía se hubiera estado moviendo en un plano de ortodoxia y justicia social impecable. El discurso del señor Maduro ante la asamblea constituyente el día jueves revela que desde Miraflores y alrededores lo que impera es un desconcierto total que ahora ha adquirido la condición de desesperación, cuya exteriorización se evidencia en declaraciones tan insólitas que provocarían hilaridad de no ser que envuelven el sufrimiento del colectivo.

Mientras en lo interno la estantería se desploma, en lo internacional el rechazo y aislamiento se multiplican en forma exponencial, como nunca antes, presagiando el fin.

Los jefes de Estado y de gobierno de los países de Europa occidental han recibido esta semana a los legítimos representantes parlamentarios venezolanos y les han expresado no solo su solidaridad y reconocimiento jurídico, sino también la disposición de apoyar la restitución de la democracia y la apertura de canales humanitarios destinados a paliar el hambre y la carencia de medicinas, que son el día a día venezolano. El Parlamento Europeo ha resuelto no concurrir a la reunión convocada por la Celac (remedo de la OEA inventado por Chávez). Hasta el Papa Francisco desde Roma y ahora en Bogotá ha expresado su preocupación y angustia.

El régimen se ocupa prioritariamente de los gobiernos que reclaman rectificación para inmediatamente mandarles cartas de airada protesta, redactadas en términos ajenos a los que cursan en materia de relaciones diplomáticas en el mundo civilizado, invocando el socorrido argumento de la injerencia y la soberanía. Solo Corea del Norte y Venezuela parecen erigirse como los únicos poseedores de la verdad mientras el resto del mundo está dedicado a aplastar el “legado de Chávez”. Hasta los otrora más amigos y comprometidos se están poniendo menos amigos y menos comprometidos. Las lealtades disminuyen al haber disminuido las dádivas.

El señor Maduro avisó hace tiempo que no participará este año en la Asamblea General de la ONU porque “está muy ocupado”. Luego anuncia que quiere presentarse en la Comisión de Derechos Humanos de la misma organización en Ginebra para explicar que en Venezuela no se violan los derechos humanos sino que se protegen celosamente. Más tarde, descubierto en lo insólito de su farsa y con un ambiente que no le sería para nada propicio, desiste de ese viaje para mandar a su enésimo canciller debutante a componer el entuerto. En las esferas económicas se cierran las puertas, el default parece inminente, las reservas se agotan, las bolsas CLAP fallan en su distribución, el dólar Dicom es una ilusión mientras el otro es una realidad, etc., etc. Pero la culpa la tienen Trump, Borges y Guevara, porque hasta la semana pasada vivíamos en el país de las maravillas. Saque usted sus conclusiones.


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