El 15 de octubre del presente año fue un día aciago para Venezuela y la mayoría de sus ciudadanos. El régimen perpetró el más grande fraude electoral que registra la historia del país, acompañado de la promesa de una cruenta represión contra los que protesten por el descarado robo que se le ha hecho a sus valores libertarios, sus  principios y sus esperanzas.

El régimen en una suicida actitud decidió desechar toda racionalidad y comprensión de la realidad y procedió, con la inveterada complicidad del CNE y la FANB, a declarar lícitos y válidos los resultados amañados de un escandaloso proceso electoral lleno de irregularidades y vicios que lo hacen írrito e inadmisible para todo aquel que entiende y profesa los principios que democráticamente deben observarse para garantizar la gobernabilidad del país y la paz ciudadana. El gobierno ha engendrado un perverso proceso en el que la designación ha sustituido a la elección, desnaturalizando así el sagrado derecho de elegir que tiene toda sociedad civilizada y haciendo una intimidación y desafíos gubernamentales sin precedentes en el país.

Pero lo que no ha considerado el régimen son las consecuencias e implicaciones que le acarreará su desmedido afán por mantener y perpetuarse en el poder: la resistencia y la consecuente desobediencia civil de los que hemos sido víctimas de su vesania se incrementarán a mayores niveles de lo conocido hasta ahora; el régimen, por su parte, se radicalizará aún más,  reprimirá con mayor ferocidad y causará más hambre, muertes, torturas y desolación; lo que sí es claro y evidente es que no podrá gobernar a una sociedad que rechaza y cuestiona su inaudito proceder; estarán sentados  en las gobernaciones regionales, pero los venezolanos no obedecerán sus directrices y permanentemente los mantendrán  acosados. Se confrontarán, una vez más, la determinación heroica de los ciudadanos y la brutalidad insensible del gobierno. Serán gobiernos regionales fallidos, la receta para la anarquía; entonces, tiene sentido pretender dirigir a un país que no les funcionará?

La comunidad internacional al conocer el inaceptable proceder del régimen ha decidido ir más allá de las declaraciones retóricas y prepara una serie de medidas sancionatorias contra el régimen que le afectarán en su desenvolvimiento económico y en su relacionamiento con el mundo exterior. Esta actitud de la comunidad internacional se fundamenta en la flagrante violación de los derechos humanos que el gobierno ha infringido en el resguardo de sus propios intereses y en  el principio de que no debe permitirse la existencia de regímenes ilegítimos que pongan en peligro la estabilidad del relacionamiento político y comercial, la convivencia y la integración entre países. El ignominioso rechazo y su aislamiento internacional será el corolario de la intransigencia del despotismo gobernante. ¿Tiene sentido para el régimen ser uno de los parias de la Tierra?

Por otra parte, el afán del régimen de crear un sistema opresivo, una suerte de «apartheid», en el que todas las normas y leyes de las que se vale se orientan a mantener a sus opositores en una posición de inferioridad respecto a los seguidores del gobierno. Asimismo, con el descarado desconocimiento de lo decidido en las urnas de votación por la  voluntad popular, el régimen cierra toda posibilidad a la eventual negociación política para la búsqueda de soluciones a los crecientes terribles males que nos aquejan y que, por sí solo, no ha podido o querido resolver. Esto, a su vez, aunado con el fracaso sistemático, por efecto de la deliberada obstrucción del gobierno a todos los recursos legales y constitucionales incoados por la oposición que han hecho ineficaz la protesta no violenta, llevará a los opositores a no permanecer impasibles y a plantearse nuevas formas de lucha cónsonas con lo que la situación exige, lo que engendrará mayor radicalización política, violencia y confrontación.

El opresor generalmente es el que define la naturaleza de la lucha y al oprimido no le queda más recurso que emplear los mismos métodos aplicados por su contrincante. El gobierno se ha negado a toda opción de llevar adelante una lucha política pacífica. A partir de un determinado momento solo es posible combatir el fuego con el fuego y ese, desafortunadamente, parece que será en lo inmediato el camino que recorrerá nuestro país.


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