A menudo se piensa que los problemas que la gobernanza implica pueden ser solo resueltos con la inclusión de nuevas ideas. Esto visto desde un plano práctico tiene cierta congruencia, pero ello, en lo absoluto, significa que esto sea lo correcto. Desde el plano tecnológico –incluso desde una perspectiva filosófica o epistemológica– uno podría pensar que resolver los problemas de la gobernanza con sentido netamente práctico puede traer también consecuencias mucho más negativas que las actuales. La dinámica mundial de las políticas económicas está llena de ejemplos que demuestran que el simplismo de las ideas atenta contra el equilibrio de la gobernanza.  

El mundo experimenta un conjunto de cambios nunca antes ocurridos de forma simultánea y con incalculable velocidad. En los países industrializados estos cambios están generando desequilibrios en los rendimientos económicos esperados, tanto en el sector público como en el sector privado. Y el componente central de estos desequilibrios lo está produciendo la innovación tecnológica; la cual ha hecho a la economía imprecisa y ha disminuido sustancialmente su capacidad de realizar predicciones exactas.

Por los lados de América Latina los problemas de la gobernanza económica tienen implicaciones de mayor complejidad. Sobre todo, cuando se observa que la mayoría de estos países no terminan de desprenderse de los principios económicos todavía anclados en la teoría de la dependencia de la década de los sesenta y setenta del siglo pasado. Dicha teoría no resulta adecuada. No resultó tampoco en su tiempo cuando se utilizaba con el pretexto de explicar lo perjudicial del diseño de la economía mundial que genera mayor desigualdad en estos países. Tampoco sirvió para demostrar el grado de subordinación de estos países en la economía mundial, que según algunos obligaba a estos países a producir materia prima con poco o ningún valor agregado.

Por el lado de la política económica neoliberal también se han obtenido resultados muy negativos. Los países de la región poseen muy bajos niveles de productividad. El crecimiento sustancial o moderado del PIB que han experimentado algunos países no es real y no es nada compatible con la economía de la innovación. Incluso, el desarrollo que ha experimentado Chile o Costa Rica en el campo de la innovación presenta enormes debilidades en la composición efectiva de la innovación, como lo es la capacidad endógena de investigación y desarrollo. Esto es verificable particularmente cuando se analizan los datos de exportación mundial de alta tecnología.

Los países de la región que hoy realizan mayores esfuerzos en la innovación no necesariamente están innovando. Por ejemplo, lograr una mayor articulación con el sector privado sin financiamiento dinámico de este sector en la producción de nuevo conocimiento no es precisamente un atributo de la gobernanza económica de la innovación, como tampoco lo es continuar dando al sector público la responsabilidad de regir, orientar y desarrollar la política de innovación.

Existe, por lo tanto, un simplismo económico exacerbado en aplicar y sostener políticas económicas en completa articulación con la demanda y oferta del mercado de materias primas. La capacidad innovativa de estos países no es competitiva y el rezago tecnológico y de educación de innovación –con excepción de México– viene aumentando sustancialmente. 

Ciertamente, la existencia de predicciones inexactas de la economía atentan contra la efectividad de la gobernanza y sus implicaciones tienen costos políticos muy altos. Pero también es notable que el simplismo de las ideas nuevas se impone y en consecuencia reducen el efecto de la elaboración de enfoques sistémicos, interdisciplinarios y coinstitucionales. No es lo mismo ideas nuevas que enfoques nuevos. Y es justamente aquí donde se observa el nivel de mayor desequilibrio de la gobernanza económica en los países de América Latina.

La eficiencia en la gobernanza económica se rige por la capacidad y la inteligencia de elaborar un enfoque económico basado en la innovación, y no solamente aplicando nuevas ideas que provienen de las raíces de las viejas ideas. 

Los errores en el desarrollo de las políticas en general, sobre todo en el marco de las políticas económicas y de innovación, parecen venir de múltiples lados. Pero, aun cuando esto sea así, existe un consenso entre expertos que el dinamismo del cambio tecnológico merece de una marcada atención que permita la elaboración de enfoques diferenciados de política económica;  articulado a la dinámica y velocidad en que estos cambios se están produciendo.

Guste a uno y a otros no, es desde el capitalismo y la efectividad de la gobernanza de innovación donde se pueden crear las condiciones reales para la producción, a través del uso de conocimiento y del financiamiento de la innovación por parte de actores públicos y privados. Y si esto no se hace, uno ya podría claramente sospechar que en muy poco tiempo estaremos dándole nuevo respiro al populismo y a la “izquierda involutiva”, cuando los políticos y la sociedad terminen culpando a los robots por la falta de capacitación al trabajador, la falta de empleo, el decrecimiento de la calidad de vida y una mayor desigualdad social.


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