El testimonio de la existencia de una cultura o de una sensibilidad nacional se aprecia por primera vez cuando circula la Gaceta de Caracas. Los venezolanos de la época, todavía partes de la organización colonial, comienzan a manifestar la esencia de su peculiaridad y la capacidad de entender a su manera los sucesos del mundo, gracias a lo que publican en el primer periódico de la comarca. Tenían una idea del universo en general, de los asuntos del imperio español y de los problemas locales que más les concernían, desde luego, pero nadie se había enterado porque carecían de la posibilidad de comunicarlo. La Gaceta de Caracas, de cuya aparición se han cumplido ahora 210 años, no solo permite que la gente común de entonces sepa lo que piensan sus voceros principales, los blancos criollos, sino también destinatarios lejanos y desconocidos. Todo empezó en octubre de 1808.

Lo más importante del vocero es el haber permitido el debut de los criollos en la escena. Permite que sus ideas se conviertan en letra de imprenta y, por lo tanto, no solo en evidencia de que existen de veras, sino también de que tienen un plan para la sociedad de su tiempo que puede ser conocido y debatido. Pese a que sus escritos aparecen en un impreso creado y controlado por el régimen colonial, los intereses de unos hombres que ya no se sienten colonos sino criaturas de una sociedad diversa que todavía no tiene definición comienzan a perfilar los rasgos de una mentalidad que ya no es española sino criolla, es decir, que no se siente ya ligada a una paternidad histórica y cultural que fue la de sus abuelos, pero que no es ya la de ellos. En ocasiones se trata del señalamiento de una identidad vacilante, o de muestras más enfáticas de una personalidad que no existía para los demás y que ahora se coloca en el centro del teatro, mezcla de la cual no solo proviene la expresión de una cultura singular sino también, en breve, la propuesta de un plan tan importante como la independencia de Venezuela.

Pero, como el periódico también informa de lo que está sucediendo en Europa, ofrece un cúmulo de novedades desconocidas hasta la fecha por amplios sectores de destinatarios y frente a las cuales pueden formar opinión y tomar partido. Se trata de hechos tan importantes como la Revolución francesa, sobre cuyas vicisitudes se publican ensayos que jamás habían circulado, o como la invasión de Napoleón a España y la reacción aguerrida que ha producido. La conmoción de la revolución de la burguesía y, en especial, la fragilidad del imperio ante los ejércitos franceses, desvelan un mundo sobre el cual se pueden hacer tertulias en Venezuela y, ¿por qué no?, pensar en cómo sacarle partido. La Gaceta circula en una comarca rica en bienes materiales, en el paraíso del café y del cacao, en las residencias opulentas de los mantuanos, lugares propicios para mover el agua hacia un cauce alejado del establecimiento dominante y de las pautas que lo han regido hasta entonces.

La Gaceta de Caracas no solo importa porque publica los primeros testimonios del 19 de abril de 1810 y los primeros documentos de la junta que entonces se forma para terminar con los realistas, sino, en especial, porque certifica la existencia de una humanidad diversa y flamante que anuncia sus rasgos y sus metas ante el vecindario y ante los intereses de las sociedades europeas. En sus folios comienzan a aparecer propuestas expuestas por venezolanos, noticias sobre la existencia de personas importantes nacidas en Venezuela de quienes no se tenía razón, retazos inéditos de historia, informaciones breves sobre la economía local y los primeros panegíricos de un paisaje que debe provocar orgullo, fragmentos de una exposición de naturaleza colectiva que jamás se había manifestado y que llegaba para quedarse. De sus folios nacen en breve periódicos fundamentales como el Mercurio VenezolanoEl Patriota de Venezuela y El Publicista de Venezuela, a través de cuyos aportes nuestra sociedad se muestra madura frente a los desafíos de la modernidad. Cuando el gobernador y capitán general la funda, no sabe lo que espera a sus sucesores. Todo comenzó hace 210 años y prosigue en la actualidad, contra viento y marea.

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