Durante los últimos años, esta población ha protagonizado conflictos de importancia en el sur del país, caracterizados por el reclamo de sus derechos, exigencia que ha estado presente en la defensa del medio ambiente frente a la depredación, a la cual se encuentran sometidas significativas áreas de nuestro territorio producto de la avaricia y de la corrupción.

Participes de la vida cotidiana en el proceso de integración a la dinámica social y política nacional, nada de extraño tiene que estuvieran presentes en la convocatoria a la recepción de la ayuda humanitaria prometida por la comunidad internacional,  además de la curiosidad y el interés natural que despierta un suceso tan extraordinario, como es el transporte de alimentos y medicamentos para la población empobrecida y enferma del país.

Sin embargo, los sucesos del 23 de febrero mostraron a nuestros compatriotas pemones que una extraña y peligrosa  enfermedad embarga a la Fuerza Armada Nacional, institución que ha modificado en 180 grados su comportamiento, del deber ser un diligente protector de nuestra integridad  y seguridad territorial, social y  personal, se ha convertido en un agresivo y muy  peligroso adversario, servidora de proyectos políticos partidizados, muy ajenos a la conducta de neutralidad constructiva que manda la Constitución Nacional.

La diputada Zenaida Zambrano informó recientemente a la comunidad y denunció a la opinión pública nacional e internacional el asesinato de la ciudadana  Zoraida Rodríguez y del ciudadano Rolando García, inocentes víctimas de la balacera ocurrida, además  de una decena de heridos, todos sin excepción víctimas venezolanas, ninguno era combatiente del imperio o mercenario universal, todos profundamente criollos e  incluso originarios Nicolás, “hijos de la madre tierra venezolana”.

Todos severamente  castigados, en forma supersalvaje, muy cruel y cobarde, solo por ser habitantes de Santa Elena de Uairén, población de la frontera sur en la vecindad de la República de Brasil, centro de comunicación a través del cual debe recibirse parte de la “ayuda humanitaria”, constituida por alimentos y medicamentos, provenientes de la solidaridad internacional.

Productos  para ser utilizados en el apoyo a las trágicas condiciones de vida en la cual se encuentra una parte importante de nuestra comunidad, problemas presentes en cualquier lugar de nuestro territorio, por lo que no me sorprendería que en las comunidades indígenas del sur exista una significativa  demanda, explicable e importante para su utilización inmediata, dada la debilidad inmunológica, la desatención sanitaria y la miseria presente en esas poblaciones.

Creo que tanto Vladimir Padrino como Remigio Ceballos y toda la comandancia de las FANB, le deben a nuestra sociedad la explicación, sobre las poderosas razones de tan combativa y heroica batalla librada por ellos al amanecer del 23 de febrero en contra de nuestros ciudadanos del sur, porque debe existir una desconocida pero extraordinaria razón de Estado que involucre nuestra seguridad nacional, para mandar a matar a los vecinos de una población cuyo “pecado” es la curiosidad y el interés por la vida  social.

Hasta el presente en esa épica y sobrehumana guerra  anticolonial librada por el gobierno de Nicolás, Cilia, Diosdado y Jorge Rodríguez, además de sus centenas  de generales en contra del imperialismo, lo único que podemos contabilizar e identificar como bajas en las batallas libradas son las decenas de venezolanos muertos, muchos de ellos brutalmente asesinados con tiros en la cabeza.

El 27 de febrero murió en Boa Vista (Brasil) otro de los tiroteados en Santa Elena, el ciudadano Clever Pérez, en donde fue atendido de sus heridas por carecer su ciudad  de los recursos médicos para hacerlo.


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