Escribimos estas líneas en tiempo real. Este 30 de abril marca la pauta en una lucha que no deja lugar a mayores interpretaciones. El presidente Guaidó, en un inesperado giro, le ha enviado al país entero un claro mensaje de que no hay marcha atrás. El abierto respaldo de militares activos a la lucha política opositora pone las cosas en un contexto que obliga al régimen a sofocar ese supuesto levantamiento. Al momento no lo ha hecho y, por el contrario, sus portavoces llamaron a replegarse en Miraflores para defenderlo.

Los hechos, lejos de representar una insurgencia castrense, se inscriben en el marco de actuación que Guaidó le ha propuesto a los venezolanos del cese de la usurpación mediante una salida firme pero pacífica. No hubo violencia en su posición.salvo la respuesta necesaria para repeler la agresión en resguardo de la integridad física de los manifestantes. Su poder de convocatoria sigue en aumento, mientras que el poder de fuego del régimen se viene a menos.

Y esto nos devuelve a la dicotomía que se le ha presentado al oficialismo por algún tiempo. Por una parte, siendo el caso que ya es imposible soslayar la gravedad de los hechos, si no hay un pronunciamiento militar significativo que determine las cosas,  sobrevendría por vía natural una indeseada detención de Guaidó que seguramente ocasionaría una contundente respuesta nacional e internacional que pondría a esta dictadura contra las cuerdas. Si el régimen optase por ignorar estos acontecimientos y jugara a la difuminación de la lucha opositora, correría el riesgo de perder la autoridad que siempre ha impuesto por la vía de los hechos. Dejaría unos cabos sueltos que le ocasionarían su segura derrota. Por otro lado, de atenderse el llamado que el presidente Guaidó le ha formulado institucionalmente a la FANB, estaríamos presenciando el final más expedito de este gobierno de oprobio que ha azotado a Venezuela.

De todas formas, la dinámica nos indica que la lectura de los hechos aún no concluye, pero no cabe duda de que en ellos está el germen que augura un seguro desenlace. Por una exigencia histórica, vivimos tiempos en el que mucha trascendencia tiene el apoyo popular que le brindemos a nuestro presidente. Hoy sigue representando el sentimiento de todo un pueblo que merece un futuro de paz y progreso que nos ha sido secuestrado. Adelante presidente, vamos bien.


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