En el pensamiento de Parménides del siglo V antes de Cristo: “Los únicos caminos que cabe concebir, el uno, el de que es y no es posible que no sea, es la ruta de la persuasión, pues acompaña la verdad; el otro, el que no es y el de que no es preciso que no sea: este te aseguro que es el sendero totalmente inescrutable”.

¿Cuál es la ruta de la persuasión? ¿Hay una ruta de la persuasión para el cambio “pacífico” del poder de un régimen dictatorial? ¿O la estrategia del gobierno castro comunista bolivariano, soportada por su “nuevo partner internacional”, una Rusia interesada en el suministro directo y sustitutivo del petróleo que Venezuela no produce más, que insta a todos los países involucrados en la situación venezolana a apoyar “el inicio del proceso político a través de negociaciones de las principales fuerzas del país, sin imponer demanda de ultimátum al gobierno venezolano”, en conformidad con el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia?

E insiste: “Por nuestra parte estamos dispuestos a proporcionar la asistencia necesaria para dicho diálogo, si así lo solicitan los participantes”. Así mismo Moscú, presente en el territorio venezolano con sus técnicos y sus soldados para instalar misiles y suministrar armas y pocos alimentos, vuelve a expresar su rechazo categórico a cualquier idea que permita la posibilidad “de una intervención externa por la fuerza en los asuntos de este país amigo”. La opinión y las necesidades de la mayoría absoluta de la población venezolana no tienen importancia y se contienen en el Camino de servidumbre de Friedrich August von Hayek.

La conformación de la identidad y soberanía nacional fluye bajo una estela de amenaza en sus procesos formativos por fuerzas superiores que la llevarán a reintegrarse en el seno de una historia común de América Latina, interrumpida por las circunstancias en que se efectuó la ruptura con el imperio español, para conquistar la autonomía de Estado-nación, y después de las dictaduras militares de Gómez y Pérez Jiménez, quedarse bajo el “imperio capitalista” en la perspectiva de un desarrollo económico y social que ha sido posible en un sistema democrático perfectible, y que ahora parece quedarse bajo la cohabitación en su territorio del imperio ruso y de China.

El presidente interino, cuya debilidad interna se manifiesta por el condicionamiento al cual lo someten los partidos que presuntamente deberían apoyarlo y que al contrario conspiran (así como reporta la prensa, con “visita de cortesía” de Ramos Allup y otros en Miraflores), declara que: “Hemos decidido seguir avanzando tanto en la construcción de una fuerza de cooperación como en la mediación internacional para lograr una salida de la dictadura y por ende de la crisis”. No se contrapone a lo que afirma el Ministerio del Exterior ruso, pero desde un punto de vista táctico parece una formulación para facilitar un acercamiento entre Rusia y Estados Unidos para solucionar el problema venezolano.

De momento, por parte del régimen bolivariano, aparentemente prevalece la fuerza de persuasión del poder y el temor a las consecuencias de una contraposición frente a lo que George Orwell llama “Policía del pensamiento” y que define “como sinónimo del totalitarismo irrevocable, la completa vigilancia ideológica de la vida y el pensamiento de las personas, un mundo de pesadilla en el que se abolió la libertad, la verdad objetiva y hasta el recuerdo del pasado tal como sucedió”.

Pero en la realidad, Rusia, como el régimen castro bolivariano social comunista, temen que la política exterior de Estados Unidos se transforme en hechos, porque por fin han entendido que cuando un narcoestado en quiebra asume una dilatación exorbitante y no tiene aparentes contrapesos económicos y sociales, produce la natural e inevitable reacción de los ciudadanos afectados, a la cual se une la respuesta política de los países limítrofes.

Así que la apariencia dialéctica continúa manifestándose para la extrema izquierda en la persistente denuncia del imperialismo liberal y para la extrema derecha en la queja acentuada de falta de determinación en formas más definidas del intervencionismo estadounidense. En la realidad, después de la contundente demostración de las violaciones inconfesables de los derechos humanos y políticos, el grupo de más de cincuenta países que respaldan la democracia venezolana ha sido reforzado con el apoyo sustancial de Estados Unidos y la postura de una línea dura hacia Cuba, que posiblemente podrá encontrar con propósito de atenuación otra intervención diplomática del Vaticano.

La devastación económica y social a la cual Venezuela ha sido sometida ha favorecido un aparente resurgimiento de guerra fría para la conquista de áreas de influencia de diferente naturaleza: en lo político-militar, Rusia que, desde 2017, ha asumido un aspecto preponderante por el suministro de armamentos, consiguientemente ha reforzado la permanencia en el poder del régimen dictatorial, de modo que ha impedido que China pudiese regresar valor a las inversiones realizadas; en lo económico, China, principal acreedor del país, ha asumido la responsabilidad de recuperación de la producción petrolera y del acero, aspecto que, más allá de los compromisos técnicos, requiere nuevos e importantes financiamientos: parece que para compensar el consiguiente aumento de la exposición financiera haya recibido el control y la gestión total de las telecomunicaciones del Estado.

Los antiguos patrones de dominación asumen configuración de modernidad, pero aumentan la dependencia del país. La estrategia de Venezuela con el resto del mundo se ve condicionada y afectada: es una afirmación que permite repensar la dispersión en la historia de la cual Venezuela ha sido víctima consecuente de una gerencia incapaz y geopolíticamente inexistente.

En esta situación el exabrupto está constituido por el papel de los venezolanos, su capacidad de romper el círculo vicioso en el cual se encuentran envueltos en su mismo territorio por la confluencia y conflictividad de los intereses preconstituidos por las tres principales superpotencias del mundo: Estados Unidos, Rusia y China y su respectivo juego geopolítico.

Es tarea de las fuerzas democráticas venezolanas aceptar y someterse a este juego manifiesto que pone pesantes hipotecas al desarrollo y al porvenir del país, o al contrario, invocar la solidaridad internacional para salir paulatina y firmemente de esta realidad palpable presentando con la credibilidad requerida un programa  político y económico de recuperación.


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