Las cúpulas partidistas y gobierneras intercambian pareceres, secretos y finezas, incapaces de emplazar a nadie que no sean ellas mismas. Extraviaron y perdieron la legitimidad de origen, mientras los venezolanos están en las calles no solo manifestando sino ejecutando su indignación, reclamos y necesidades, pues el bienestar ha quedado, por ahora, diferido, pero jamás olvidado.

Síntoma terrible, que en los primeros días del nuevo año hayan matado y herido a varios venezolanos; los uniformados solo atinan a tratar de controlar lo incontrolable reprimiendo y metiendo gente en la cárcel. No solo en Caracas, siempre levantisca, sino en diversas regiones del país. Sucre, Anzoátegui, Bolívar, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y las siempre insubordinadas Táchira y Mérida, para solo mencionar las más destacadas.

Presagio exaltado de que el país con su desastre se le fue de las manos y control a la dictadura; como también a sus fusiles y bombas lacrimógenas, a los canallescos y poco patrióticos cooperantes, a los bandidos asaltantes del Tesoro Público, a las edulcoraciones de Jorge Rodríguez, a los vacíos adjetivados de su hermana constituyente y al mazo de Diosdado. Y por supuesto, a generales y almirantes, que no aciertan ni siquiera con la sofisticada aunque descuartizada industria petrolera.

Los venezolanos ambicionan con pasión igualdad de oportunidades, democracia, libertad y respeto a los derechos humanos, pero no es por eso por lo cual están trancando calles, saqueando camiones y comercios. Lo hacen porque el hambre les destroza el estómago y la dignidad, los desespera ante sus hijos, los enfurece ante un gobierno que habla de millones y despilfarra billones para que nada mejore, sino que empeore.

El madurismo es un castillo medieval amurallado al cual desde afuera atacan con llamados al diálogo mientras en su interior los pobladores irascibles, furiosos y desesperados, sacan a martillazos los ladrillos de los muros. Un túnel para ciegos que ya, aún en la oscuridad, pueden ver y no les gusta lo que distinguen, convencerse de que no les dejan salida. Una tumba cavada por enterradores que han comprendido que es para ellos mismos, y no están dispuestos a profundizar lo suficiente que no les permita emerger.

Protestas, saqueos, irrumpir en fincas para sacar y matar reses, no para venderlas sino para llevar carne a sus familias, son más que señales y augurios. Constituyen una realidad espeluznante, porque, aunque el régimen lo pretenda, no es la estrategia ni convocatoria de partidos ni grupos opositores; es la furia generalizada, franca, directa y espontánea de personas habitualmente honestas, trabajadoras y amables.

Es la peor saña, la más riesgosa protesta, porque no hay una dirigencia capaz de conducirla ni un gobierno digno de respeto y confianza. Esos dirigentes hace tiempo que dejaron de tener convocatoria, los ciudadanos se han convencido de que solo piensan en sus propios y muy personales intereses. ¡Eso es el diálogo! El gobierno ni da soluciones ni ha controlado nada en estos tiempos de la pesadilla madurista, las declaraciones oficialistas solo son frases que no se lleva el viento, ofenden porque indican que la dirigencia nacional considera simples mentecatos a los ciudadanos a los cuales ni siquiera escucha y menos aún toma en cuenta.

Cierta oposición con un oficialismo que prioriza la reunidera y habladera sin aportar soluciones prácticas a los problemas elementales, de primera necesidad, están perdidos. Se llenan las bocazas de que tenemos patria y somos soberanos, pero aseguran que existen acciones injerencistas y exigen su rechazo contundente. Se habla de un cronograma electoral y un proceso con garantías, alegando que existen irregularidades, y exigen renovación de autoridades –solo pendientes del cargo burocrático–, pero se tocan de manera tangencial temas como el REP, la observación electoral internacional de entes multilaterales y la equidad en la campaña electoral.

Se comenta la necesidad de la convivencia pacífica y para ello consideran de vida o muerte que cada parte reconozca a sus asambleas, o por lo menos cohabitar, coexistir y convivir; le encontrarán un sinónimo para justificar solapadamente su reconocimiento. ¡Eso no alimenta ni extingue el hambre! Y por si no fuera suficiente, tenedores de bonos, representantes de intereses económicos solicitan garantías, exigen el cese de la supuesta guerra, eliminar las sanciones impuestas a ladrones, hampones, cuatreros que arruinaron y se robaron a un país, y, evidentemente, dilucidar quiénes se salvaran, dónde recaerá la impunidad, quienes conservarán sus honorarios, en fin, ¡pendejos no son los chavales!

Lo que vale la pena conversar para una desacreditada dirigencia opositora, junto con despiadados y cínicos del régimen –y el tiempo se agota–, es sobre la apertura de un canal humanitario para permitir el envío de medicinas y alimentos debido a la escasez, la liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados. Lo demás es importante, cierto, hay que tratarlo y buscarle soluciones, que solo un cambio de rumbo lo hará posible. Sin una modificación de raíz no habrá posibilidad sustentable en el tiempo.

Pero estamos en el Olimpo de la estupidez, el escondite de los dioses sin creyentes que solo tienen fusiles imposibles de comer.

@ArmandoMartini


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