Genocidio es una espantosa palabra, produce consternación, origina aversión e indignación con sólo pensarla. En muchos lugares y épocas de la historia, se ha cometido este horrendo y repugnante crimen. Mentes enfermas en las que sólo encontramos oscuridad y perversidad, con la escalofriante alarma por una humanidad capaz de concebir semejante capacidad de malignidad y crueldad.

El término fue acuñado y definido por primera vez por el jurista judeo-polaco Raphael Lemkin, que en 1939 huyó de la persecución nazi y se asiló en Estados Unidos. Compuso la palabra a partir de genos –griego, que significa familia, tribu, raza o pueblo– y cidio –del latín cidere, de caedere, matar. “Crimen sin nombre” lo llamó Winston Churchill por la aberración antihumana que abarca.

En su libro El poder del Eje en la Europa Ocupada, publicado en 1944, Lemkin definió así el genocidio: “exterminio o eliminación de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política, o nacionalidad”. Es un delito internacional que comprende cualquiera de los actos deliberada y planificadamente perpetrado con la intención de destruir, total o parcial, a un grupo o nación. 

Estos actos alcanzan la matanza, lesión grave a la integridad física o mental, sometimiento intencional a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial, medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo, traslado por la fuerza de niños del grupo a otro y el maltrato y la tortura como normas habituales en las cárceles de los genocidas.

 Suele existir discrepancia entre el significado jurídico y el coloquial o profano de la palabra, lo que da lugar a equívocos y debates.

Desde un punto de vista jurídico, el genocidio, sea cometido en tiempo de paz o de guerra, es un delito de derecho internacional. Tanto la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, como el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998, recogen idéntica definición.

En el lenguaje común, sin embargo, el término tiene un significado algo diferente, como viene recogido por la Real Academia Española. Este segundo significado es el que mueve a muchas personas a calificar como genocidio determinadas matanzas de personas que, en realidad, no se ajustan al tipo penal del delito de genocidio definido internacionalmente.

 Muchísimos se atreven a asegurar y hasta denunciar que en Venezuela se produce un genocidio. Tremendamente grave sólo conjeturarlo. ¿Será posible semejante destemplanza? Un exceso de esa magnitud, es impensable en esta época; y de producirse, tendría consecuencias severas, castigadas por las leyes del mundo. Hay ejemplos que pueden considerarse, como algunas matanzas africanas exterminadoras o el castro-comunismo cubano, quizás los primeros años de dictaduras militares en el extremo meridional de América del Sur.

 Nuestro país está experimentando confrontaciones libertarias y manifestaciones de calle que piden democracia, comida, medicinas y erradicación de la inseguridad ciudadana. Y, muy importante, exigen a gritos con riesgo incluso de la vida –van más de 30 muertos, sin contar heridos, golpeados y arrestados sin trámites judiciales– un cambio de Presidente, de gobierno y, más profundo, de sistema político.

Desde un principio, el 40% poco más o menos de los ciudadanos, nunca se convenció ni aceptó el desacierto desconocido e inexplicable del parapeto que significa el socialismo bolivariano del siglo XXI que con los años derivó en la estupidez y majadería del castrismo, llevados como pendejos, sumisa y dócilmente. ¿Hay o no genocidio?

Es difícil calificar, jurídicamente, de genocidio lo que está ocurriendo en Venezuela. Las reivindicaciones de una mayoría contundente, no implican ni tipifican delito alguno. Por el contrario, demuestran madurez política que asombra al mundo y cada día más, logra su atención y apoyo. Los venezolanos están dando una verdadera lección, ejemplo de convicción democrática y constitucional, digna de ser analizada, comentada y estudiada. Ese interés, además de la impopularidad, ambos crecientes, es el más notorio fracaso de un régimen incapaz y despiadado.

El gobierno y oficialismo han arremetido con fiereza inusitada, desproporcionada y apabullante, lo que produce ira y rechazo, tanto en el país y como en el plano internacional. Cada quien podrá calificar lo que a bien tenga considerar, este infeliz y sangriento error que su propia amplitud y tosquedad hace histórico.

Lo que sí parece bastante claro es que el oficialismo, cómplices y compinches, quienes aceptan y ejecutan órdenes, si no están cometiendo aún genocidio, están muy cerca, montados en un límite imperceptible, que cruzarlo los hace candidatos seguros a un juicio internacional que no perdona, la mano de la justicia es dura, fuerte y nada blandengue cuando se trata de la violación de derechos humanos, labor diaria del Gobierno actual. ¡Serán juzgados con rigurosidad y no habrá impunidad! Quizás no sea genocidio jurídico, pero sin duda es violación continuada de derechos humanos.

Ni se les ocurra caer en la tentación de sobornar magistrados internacionales, eso agravará sus delitos. Y tratar de salvarse arguyendo la vieja disculpa de “no tengo la culpa, no sabía lo que hacía, sólo recibía y cumplía órdenes de mis superiores”, olvídenla, hoy, esa argumentación es inútil y ningún juez la tomará en cuenta, será desechada, palabras sordas que no encontrarán receptor, las leyes mundiales son muy claras al respecto, la obediencia jerárquica no disculpa el delito contra los derechos humanos.

De tal manera, los que imparten órdenes y quienes las reciben, deben reflexionar unos minutos antes de actuar. Vienen a la mente, recuerdos de tantos sabios refranes; “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”; “nada es eterno, nadie dura para siempre”; “la justicia tarda pero siempre llega”; “cuidado con la furia de un pueblo paciente”.

Genocidio o sólo represión, son crímenes que serán sancionados en cualquier lugar donde vayan, y no hay lapso de prescripción. Los únicos que ganarán dinero serán sus abogados que en ningún caso podrán conseguir sentencias favorables, absolutorias, dure lo que dure cada juicio, sea cual sea el nivel de los enjuiciados.

Y otro asunto para que tengan en cuenta: en el supuesto negado, aunque fueran perdonados en Venezuela, pueden ser denunciados, detenidos y enjuiciados en cualquier lugar del mundo, excepto quizás en Corea del Norte, Zimbabue o Cuba, mientras sigan vivos y mandando Kim Jong-un, Robert Mugabe y Raúl Castro.


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