Dijimos que el retorno de Juan Guaidó a Venezuela significaría una profunda derrota política para el madurismo y no nos equivocamos. No solamente es que Guaidó fue recibido por la mayoría del cuerpo diplomático que todavía está acreditado en Venezuela, sino que, además, dejó en evidencia la pérdida de apoyo popular de quienes usurpan Miraflores, que en esta ocasión ni siquiera salieron en contramarcha, y menos a intentar sabotear el regreso del líder opositor.

Es más, con el regreso de Juan Guaidó, hasta Diosdado Cabello, como presidente de la “todopoderosa, omnipotente y plenipotenciaria constituyente”, quedó en ridículo, cuando después de haber ordenado a García Carneiro que fuera a organizar un comité de “recibimiento” al joven político, pues ni siquiera se apareció, o bien porque tenía preferencia de intereses etílicos, o porque el autodenominado “hijo de Chávez” nada representa para ese militar, quien en sus aposentos, supongo que diría: ¿Qué le pasa a este subalterno? ¿Dándole órdenes un capitán a un general?

En efecto, la llegada de Guaidó a Venezuela, además de que volvió a movilizar a miles y miles de personas en las calles de las más importantes ciudades del país, entre ellas las de Caracas, demuestra que el madurismo ha quedado sin apoyo popular, y el poco respaldo militar que aún lo mantiene en el palacio del Poder Ejecutivo, de una u otra forma, si nos atenemos a la respuesta que dio García Carneiro en favor de Diosdado Cabello como mampuesto de Nicolás Maduro, revela que el tejido del poder en la cúpula totalitaria continúa deshilándose y, por ende, las pocas fibras que todavía lo mantienen sujeto en lo más alto en cualquier instante quedará sin hilos, y la sacudida que tendrán lo que están en el espacio más alto en su caída será tan dura que difícilmente podrán volver a colocarse en pie.

Ante el mundo, el madurismo ha quedado como un régimen bocón, que incluso en su desesperación llegó a colocar a un periodista y tres políticos margariteños “presos por terrorismo”, simplemente porque estos decidieron ir al concierto Venezuela Aid Live, para finalmente, al ver el inmenso error que habían cometido, terminaron por otorgarles la libertad con medidas cautelares, aunque en la praxis saben que esas personas –a quienes conocemos desde hace muchos años– son incapaces de generar un mínimo acto de alteración pública, porque ni siquiera han tenido, aunque sea una vez en su vida, una entrada en la policía, salvo de cortesía o por labores periodísticas.

O sea, cuando vemos a un régimen que detiene a personas por el simple hecho de que a alguien de esa cúpula podrida y llena de bazofia política en Miraflores le da la gana, pero además observamos que “Guaidó los tiene locos” al punto de que después de que lo amenazan con “cárcel” y comités fallidos de bienvenida o, en su defecto, comprobamos que ninguno de ellos aparece como “guapetón de barrio” o supuesto “hijo de Chávez” para detener a quien, según ellos, sería una especie de máximo criminal, quien además estaría cumpliendo órdenes del imperio, también queda en evidencia que el miedo es libre hasta en aquellos que se jactan de tener una milicia de millones de hombres dispuestos para “enfrentar al enemigo”.

Cuánto quisiera pensar que en la cúpula madurista ha vuelto la sindéresis, y que se prestan para establecer una negociación constitucional que nos permita a los venezolanos salir de esta espantosa crisis política, económica y social. Sería la mejor respuesta que pudiéramos escuchar los venezolanos, y únicamente es allí, a través de unas elecciones generales, que Venezuela pudiera volver a encontrar su destino. Lo demás es entelequia.

Por lo pronto, Diosdado Cabello ha quedado con el papel principal del circo madurista. Y para conocer su papel habría que verle el rostro acompañado de un mazo al estilo del “Capitán Cavernícola”. Las risas quedan de parte del público. De hecho, tal vez hasta García Carneiro en esta ocasión no quiso ser parte de la escena, sino del público, y por esa razón prefirió dejarle todo el protagonismo a Diosdado Cabello.

En síntesis, ante el regreso de Juan Guaidó, el general García Carneiro no le cumplió la orden al capitán Diosdado Cabello.


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