A la hora que escribo esta columna no he recibido ningún reporte oficial de los ciudadanos que acudieron a votar en las primarias de la oposición, aunque los comentarios no han sido nada halagüeños. Demostración que debería hacer reflexionar a los que piensan insistir en presentarse como candidatos con una supuesta opción para gobernar un estado.

Señores, no debemos dudar que la inmensa mayoría de los venezolanos desean un cambio de sistema de gobierno, quiere salir de este régimen de oprobio, pero también entiende perfectamente que un gobernador con una asamblea nacional constituyente fraudulenta e impuesta de manera dictatorial no tendrá manera de desarrollar su hipotético programa de gobierno. Digo hipotético porque ese plan será de dudosa ejecución. Recordemos: subordinarse a un organismo espurio como lo es la asamblea nacional constituyente resulta no solo vergonzoso, sino es algo contra natura y, más aún, si ese organismo “constituyente” es el que definirá las funciones de los gobernadores. Las iniciativas del eventual gobernador hoy son inciertas porque inciertas serán sus atribuciones. Por eso en las primarias ganó la abstención.

Orgullo ciudadano

Este fin de semana conversé con Cora Páez de Topel, una dama valenciana muy vinculada al sector cultural, con inmensa vocación democrática y ciudadana. Ella cariñosamente me invitaba a rectificar por mi decisión de no votar en las elecciones regionales. Defiende la tesis de votar y yo la contraria. Sentí una gran emoción por la manera como me sugería algo. Su actitud es ejemplo de tolerancia y ciudadanía. No me lanza a los leones, etiquetándome de divisionista, colaboracionista o quién sabe qué otra cosa dicen los que nos critican por defender un mandato dado por más de siete millones y medio de venezolanos el 16-J. A ella y a todos los que piensen distinto a mí les debo respetar su posición política. Creo que una de las cosas que más daño nos ha hecho son las recíprocas descalificaciones entre los diversos sectores que forman la inmensa pluralidad opositora. Lograríamos mucho más con acercamientos como el realizado por Cora, que apartando y excluyendo del debate a quienes pensamos diferente.

El voto caprichoso 

El asunto político nunca debe ser manejado caprichosamente. El voto es una institución muy importante que para utilizarla debe haber pleno convencimiento de su eficacia, de lo contrario, por falsas creencias o ingenuas esperanzas lo debilitamos. Decir «hay que votar sin razonar» suena a capricho o empeño sin explicación aparente. Les pido a los defensores de una y otra posición que no nos quedemos con la simple iniciativa de votar o no votar. Por ejemplo, en mi caso: Yo no votaré, y no lo haré no porque no sea demócrata (o abstencionista enfermizo), sino porque no tengo ninguna duda de que mi voto será utilizado por alguien que no es demócrata, y fatalmente lo exhibirá para aparentar serlo. No es cuestión de decir yo votaré para ponérsela difícil al régimen o no podemos perder espacios. Además, algo que me ha llamado mucho la atención es que he escuchado a veteranos políticos decir que con el voto demostrarnos que hicieron trampa en la “elección” de la asamblea nacional constituyente. Con la mayor sinceridad les digo que ese debate está fuera de lugar porque ni siquiera lo deberíamos dar, es una contradicción que luego de habernos fijado una hoja de ruta el 16-J desconociendo al régimen e imponiéndonos como meta ir a elecciones, pero luego de nombrar nuevos poderes y formar un gobierno de unidad, ahora salgamos a inscribir candidatos a gobernaciones. Esa decisión fue a espaldas de los ciudadanos porque no fue consultada, como sí lo fue la de desconocerlos.

Si la idea era participar en cualquier elección que anunciara el régimen y bajo la supervisión de un órgano desconocido el 16 de julio, para qué carrizo nos vendieron la idea de realizar un plebiscito.

En lo particular, desde el mismo 29 de mayo cuando el doctor David Rutman Cisneros, nuestro decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UC, inició el programa Aula y Constitución, comenzamos a recorrer todo Carabobo y hasta otros estados llevando el mensaje de la defensa constitucional; también invitamos a la participación en un plebiscito. Creí y defendí con pasión la propuesta plebiscitaria donde claramente estaba establecido cuál debía ser el comportamiento frente a esta dictadura. Ahora, resulta que los desconocidos hemos sido nosotros y no las instituciones del régimen. Les pregunto: cómo salir a convencer a los ciudadanos que la ruta es una distinta a la acordada el 16-J, o sea, votar por un gobernador y quizá más tarde por un alcalde, y hasta aceptar que el periodo de Nicolás Maduro no terminará el 10 de enero de 2019 porque la asamblea nacional constituyente decidió alargarlo un poco más, y así seguir participando en farsas electorales. Mientras eso sucede, lastimosamente veremos más gente comer en los basureros, morir de mengua en los hospitales e indudablemente aumentará la diáspora impulsada por un régimen cuyo propósito es la humillación y gobernar un país de esclavos. Amigos, conmigo no cuenten para ese sainete electorero.

Si somos ciudadanos serios no podemos dejar que nos utilicen como mercancía. Nos exhiben y negocian de acuerdo con la conveniencia de quienes dirigen las multitudes. Eso es lo que está ocurriendo. Los que se sienten «pastores» de un rebaño aceptaron la imposición de la dictadura. No sé cuál es la complicación para no entender que el régimen necesita aunque sea una «elección» para decirle al mundo que es demócrata y de ese modo continúa distrayendo la atención de las ovejas hacia el espejismo electoral, mientras tanto seguimos hundiéndonos en el fango de la vergüenza.

Aprecio a todos: a los que defienden la tesis abstencionista y a los que con sinceridad se inclinan hacia la idea de acudir a votar, pero ante esas opciones diametralmente opuestas tengo que decir que no podemos reaccionar caprichosamente en esta Venezuela de tribulaciones. No es más demócrata quien vota o quien se abstiene con suficientes argumentos y razones, es más, siento que el régimen recurre a la manipulación de muchos para incitarnos a votar, pero divididos. Mataría dos pájaros de un tiro. Somos menos fuertes divididos, aunque “ganemos todas” las gobernaciones porque, insisto, esos gobernadores no podrán hacer nada.

Al régimen no le importa quién gana o quién pierde en el proceso electoral. En cualquier resultado de las regionales ya Maduro estaría ganando. Un gobernador o 23 que obtenga la oposición es una estruendosa victoria para el régimen; aunque se empeñen en negarlo, esas elecciones le darán un baño de legitimidad a la asamblea nacional constituyente que ya sabemos es la que gobernará y ejercerá el poder por lo menos hasta 2019 para luego inventar cualquier otra excusa, y la oposición bajo ese esquema seguirá bailando la música que ponga Raúl Castro.

La utópica salida electoral

Así lo deseemos, les confieso –con mucho dolor– que esto no tendrá salida electoral como también es una quimera pensar que lograremos zafarnos de una dictadura con influencias narcoterroristas sin la ayuda internacional. Hoy más que nunca debemos dar demostraciones claras al mundo de que demandamos de su ayuda, en consecuencia: asistir a un proceso regional es muy mala señal para esperar la coalición internacional que tanto necesitamos

Finalmente, debo expresar que la fortaleza frente a un régimen opresor no consiste en comprobar miles de veces que la oposición es mayoría, sino que la voluntad de esa inmensa mayoría se haga respetar.


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