En esta Nochevieja pasada apenas nació el nuevo año 2018, se inició un cacerolazo en Caracas acompañado de los gritos: “¡Fuera Maduro!” (y otros que no se pueden escribir por respeto a nuestros queridos lectores). Los gritos de repudio a la dictadura ya tienen años repitiéndose, pero antes iban acompañados de reacciones en contra. Eso no existe desde hace 5 años aproximadamente porque el chavismo se ha reducido a una masa clientelar o temerosa del hambre, aunque no por ello deje de ser medio para “ganar” comicios. La rápida destrucción del país (hiperinflación, muerte y pérdida de bienes por inseguridad, escasez, desnutrición y deterioro generalizado de la vida y la infraestructura física) por parte de la oligarquía que nos oprime, exige de cada venezolano de buena voluntad un rápido despertar de la frustración y la inútil política abstencionista. Estamos en el año de las elecciones presidenciales y no podemos dejar de aprovechar esta oportunidad de lograr el cambio necesario para la supervivencia de cada uno de nosotros.

Al ser la cultura iberoamericana y especialmente la venezolana (fortalecida por el infantil culto a Simón Bolívar) una idiosincrasia personalista que ve en el presidente de la República el principal actor en política, su elección ha tendido a ser un momento de cambio de régimen. Pero incluso podríamos atrevernos a afirmar que el sufragio está relacionado con las transformaciones, por ser uno de los factores que facilitaron la fundación de la República. No olvidemos que el Congreso de 1811 que decidió la Independencia y redactó nuestra primera Constitución fue fruto del voto (aunque de propietarios y en segundo grado, como era normal para la época). En 1847 salieron del poder los “conservadores” de José Antonio Páez con la victoria de José Tadeo Monagas como candidato presidencial en 1846. En 1897 la elección presidencial se vio acompañada de un amplio ventajismo (y al final del fraude) en contra de la oposición, pero la misma generó una crisis que terminaría con una clase política que había dominado por más de 30 años. En 1945 los problemas de las alianzas en torno al candidato presidencial generarían las condiciones para un golpe de Estado que en sus consecuencias sería una revolución democrática; y cambiando lo cambiable el fraude constitucional de 1957 (cambio de la elección presidencial por un plebiscito) llevaría a la caída de la dictadura a poco más de un mes de la “consulta”. Y por último está la elección de Hugo Chávez en 1998, que es historia harto conocida.

En la mayor parte de los casos citados la consulta al pueblo no es el único factor que permite el cambio, pero es parte indispensable porque facilita la crisis, las alianzas y las decisiones que superan el temor a la ruptura con el status quo. Hoy en Venezuela pareciera que no existen las condiciones para que una mayoría descontenta se movilice en la campaña electoral, sea testigo en las mesas y participe como votante.

Han sido muchos los errores de nuestra alianza organizacional –que son nuestros también, ¡nunca lo olvidemos!– y el régimen ha sabido aprovecharlos y avanzar en sus mecanismos de opresión por medio de diversas formas de violencia en las que dominan la física y la del control de la comida (por no hablar del empleo entre otros).

Debemos ser conscientes que ante esta realidad solo queda aprender y seguir adelante ¡pero ya! Abandonar el abstencionismo suicida y establecer un gran pacto nacional que tenga una expresión en liderazgos, organización y plan de gobierno más allá de una década. Todo esto acompañado de la mejor estrategia de propaganda capaz de ganarse a todos los descontentos, en especial a los más pobres que han sido secuestrados por el uso del carnet de la patria.

Las protestas por los perniles que hemos vivido en las fiestas navideñas no tienen una sola cara, una exclusiva interpretación; pero sí poseen un gran potencial que puede y debe ser canalizado por los demócratas. Como mínimo creo que nos ha dado a la oposición mayor tiempo para recuperarnos. No sería prudente para el gobierno hacer las elecciones ahora (primer trimestre del año). Esta protesta (¡en Navidades!) y las cacerolas del Año Nuevo demuestran que no todo está perdido. ¿Vamos a dejar pasar esta gran oportunidad que son las elecciones presidenciales? Como dice un buen amigo, citado en otras ocasiones: “El fracaso no es una opción”.

La democracia y la prosperidad no es una realidad negada a los venezolanos, pero hay que luchar por ellas. ¡Feliz año 2018!


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