Hay optimismo en el mundo en cuanto la posibilidad de que China y Estados Unidos alcancen en breve un acuerdo para poner fin a sus disputas comerciales. En la cuarta ronda de negociaciones se ha destacado que ambas partes han mostrado su “voluntad” de llegar a un compromiso. Las dos potencias están enfrentadas desde principios de 2018.

El antagonismo entre los dos rivales estuvo creciendo a lo largo de todo el año pasado. Sin embargo, todo parece indicar que estarían cerca de poder limar sus diferencias y terminar con los prolegómenos de una guerra que ha tenido al mundo en ascuas durante todo ese tiempo. Han transcurrido casi los 90 días establecidos por Xi Jinping y Donald Trump, en la ocasión de la reunión del G-20 en Buenos Aires, para acordarse una tregua dentro de la cual no se impondrían mutuamente nuevos aranceles.Casi en la raya, el presidente de Estados Unidos anunció que no subiría los aranceles a China como estaba previsto para el fin de esta semana y fue tan lejos como adelantar, a través de un tuit, que ambos jefes de Estado están planeando una reunión cumbre para sellar el fin de las mutuas diferencias.

Recordemos que Estados Unidos denunciaba un superávit comercial a favor de su socio asiático de 380.000 millones de dólares para finales de 2018, que podría ascender hasta 500.000 millones de dólares en apenas 5 años.

De noviembre a esta parte, las ácidas críticas norteamericanas en contra de su rival disminuyeron considerablemente mientras China se mostraba más dispuesta a colaborar, motivada posiblemente por la debilidad manifiesta en que se encuentra su economía a estas horas. Así fue como el gigante de Asia avanzó las semanas pasadas con la aprobación de la reducción de los aranceles de los carros que importa desde Estados Unidos, la reanudación de las compras de soja e incluso la presentación de un proyecto de ley en el que, por primera vez, se establece una prohibición para las transferencias forzadas de tecnología, un tema que había sido un punto de honor norteamericano en las disputas comerciales.

En Washington hicieron otro tanto de avance al detener el aumento de sus aranceles a importaciones chinas de un valor de 200.000 millones de dólares con lo cual dio una muestra clara de buena voluntad dentro de sus desencuentros con Pekín. Ahora ya se sabe que estos aranceles no serán restablecidos.

El momento de ponerle seriedad a sus compromisos y exigencias parece haber llegado, y todo parece indicar que los dos lados sí estarían dispuestos a fumar la pipa de la paz. Se comenta que China tendría la intención de reducir los desequilibrios comerciales con la primera potencia a través de la adquisición a Estados Unidos de 500.000 dólares anuales sin afectar su comercio con el resto del mundo. Tanto las ventas de Estados Unidos aumentarían como su PIB y todos felices.

Pero la realidad es que esta determinación no es como cantar y coser y existe el peligro de que no se trate de compras incrementales del lado chino, sino de desviación de suministro chino de otros países del mundo, lo que sería nefasto tanto para ellos como para el resto de la economía mundial. El precio que se pagaría sería inflación para todos, reducción de la demanda y alteración de las cadenas de suministro.

El caso es que ambos países se han percatado de que casi cualquier solución comercial es mejor para ellos dos y para terceros que la opción de una guerra. Es decir, se pondría de relieve la máxima de que “vale más un mal arreglo que un buen pleito”.


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