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“Te invoco por los ojos brillantes de la adeca que tú amas,

Por su frente blanca como el emblema de su partido, 

por sus labios de bandera ñángara…” 

Romeo y Julieta, Miguel Otero Silva

La verdad, decían los clásicos griegos, es la primera víctima de las guerras. Los conceptos, hubiera apostrofado Hegel, sus primeros cadáveres. Marx, ya lo sabemos, lo coronó con una de sus inolvidables anotaciones marginales: la historia nace como una tragedia, pero suele repetirse como una farsa. Haciendo honor a la devastadora verdad del pensador alemán, el Frente Amplio de la oposición venezolana ni es un frente ni es amplio, ni es opositor. Es una quisicosa que sirve de lugar de auxilio y recogida de los últimos residuos espirituales de lo que un día fuera la Coordinadora y luego la Mesa de Unidad Democrática. Su mera existencia es prueba fehaciente de que sus ilustres antepasados fallecieron sin pena ni gloria. 

Este “Frente Amplio”, anticipándose a los acontecimientos, nace muerto. De allí el sentimiento funerario que rodeó el acto que protagonizara, en un tardío bautismo, precisamente a pocas horas de que nuestro país fuera invadido por los chinos. Y que lo escenificara en el Aula Magna, otrora centro palpitante y estremecedor del más vivo sentimiento revolucionario y contestatario, ñángara, como lo bautizara el argot guerrillero. Y en donde en honorables tiempos de nuestra democracia, tan viva y palpitante, tan verdadera entonces y tan frentista amplia, arruinada, devastada y menoscabada hoy, se presentaran a precios populares artistas de la talla del pianista polaco norteamericano Arthur Rubinstein –vi años ha su firma en el Steinway arrumado en la trastienda de su extraordinario escenario–, el maravilloso actor italiano Vittorio Gassman, el genial compositor ruso Igor Stravinsky, el mimo francés de fama universal Marcel Marceau, la Sinfónica de Moscú y –cito la nota de Wikipedia para no olvidar a nadie– “Montserrat Caballé, Leonid Kogan, Henryk Szeryng, Jean-Pierre Rampal, Uto Ughi, los Niños Cantores de Viena, Pablo Neruda, Antonia San Juan, Judith Jaimes, el sexteto de jazz de Paul Winter, las agrupaciones musicales Madredeus, Jarabe de Palo, y los cantantes populares Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Les Luthiers, Facundo Cabral, Adrian Belew, Zucchero, Bernard Lavilliers, Alberto Cortez, Soledad Bravo, Yordano, Ilan Chester, Niña Pastori, Jorge Drexler, Alí Primera, Louis Armstrong y Chenoa”. La historia y sus protagonistas deben ser respetados. Y para quienes olvidan los logros de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez: ese espacio honrado por la Unesco fue construido en tres meses. Como en menos de un año el Hotel Humboldt. Noblesse oblige.

En esta Aula Magna tan venida a menos, ni siquiera hubo un historiador de los tantos que militan en las filas del llamado Frente Amplio que hubiera recordado la frase que hiciera famoso a otro de nuestros dictadores, Cipriano Castro, el Cabito:  “¡La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria!”. Pareciera que para nuestros frentistas ni la planta de los “médicos” cubanos y los “enfermeros” chinos es insolente, ni su arribo sin pasar por home es “una profanación de la patria”. Debo recordar, no obstante, uno de los hechos más bochornosos que sucediera en esos tiempos de guerrillas y castrismo, que me narrara el Macho Pérez Marcano con inmensa pesadumbre, cuando escribíamos nuestro testimonio sobre Machurucuto. Quiso Rómulo realizar un Congreso por la Libertad y la Democracia, presintiendo que un día ellas podrían desaparecer de su amado país. Como en efecto. Y para honrarlas convocó a las más grandes figuras democráticas del hemisferio: desde el futuro presidente de Chile Eduardo Frei Montalba hasta el gobernador socialdemócrata de Puerto Rico, Muñoz Marín. Cuando él, siendo presidente de la República, se encontró con que los mismos ñángaras de hoy, o sus padres y abuelos, habían ocupado y encerrado, secuestrando, a sus personalidades, impidiéndole la entrada a él y su comitiva, los padres de nuestra democracia. ¿Qué dirían de este ominoso precedente quienes hoy convocan al chavismo parido de ese ñangarato en ese mismo hollado espacio a recuperar la democracia perdida? ¿Qué dirían los tan ansiados compañeros de ruta?

Duele constatar a cada paso que los fetos muertos abundan en la política venezolana. Y sobran los patéticos y lamentables accidentes de partidos moribundos que engendran émulos tempranamente fallecidos. Copei engendra a Primero Justicia como Acción Democrática a Voluntad Popular. Pálidos reflejos del brillo auroral que ambos partidos tuvieran en sus momentos de gloria, cuando coadyuvaran al nacimiento de nuestra democracia. Ni Voluntad Popular tiene un Rómulo Betancourt ni Primero Justicia un Rafael Caldera. No hablemos de los partidos propiamente marxistas, de uno y otro lado, que en todas partes se cuecen habas. Ni Gustavo Machado ni Pompeyo Márquez ni el ronco Moleiro, ni muchísimo menos el otro gran tribuno democrático, el inolvidable Jóvito Villalba, gran maestro e involuntaria víctima propiciatoria de Luis Miquilena y del tristemente célebre Marqués de Sade venezolano, José Vicente Rangel: la decadencia de la democracia liberal y del marxismo de ambas aceras es peor que la Peste Negra: no perdona a nada ni a nadie. ¿Cuánto durará nuestra cuarentena?

Por fortuna la verdad, por ajada y deslucida que se muestre, siempre termina por imponerse. Así sea en brazos de la muerte, esa que según el gran Jorge Luis Borges “sabe llegar con mucho recato”. ¿Se habrá consumado cuando golpee a nuestra puerta? Bien decía nuestro inmortal hidalgo Don Alonso Quijano, tan amado por el ronco: “Más vale no menealle, Sancho”.


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