La primera mitad de marzo asomó como un mes muy noticioso en lo castrense. Muchos acontecimientos en varios sentidos han sido de orden militar, nacionales e internacionales. La detención de oficiales de alto rango, precedidas por la de comandantes venezolanos en funciones, evidencia lo que por unos fue especulado, y por otros sabido y callado prudentemente: la Fuerza Armada está lista para un auténtico cambio. Esto es que, al igual que en las demás áreas civiles en el país, hay un sólido consenso castrense en torno a la imperiosa necesidad de desalojar del gobierno a Maduro y a sus adláteres, Rodríguez y El Aissami, e iniciar la reconstrucción nacional.

Diosdado Cabello deja de ser garantía para ninguno de los dos bandos principales. Para los del ala narcocomunista y ladrona de Maduro y su gente, Cabello deja de ser confiable porque no puede controlar a los oficiales comandantes. A Padrino hace rato se le desmarcó.

Pero gente como el mayor general Miguel Rodríguez Torres (ex ministro del Interior y ex director del Sebin), y el mayor general Alexis López Ramírez  (ex comandante general del Ejército, Universidad Militar Bolivariana, Casa Militar) hace rato que piensan por sí mismos también. Estos saben que está llegando el principio del fin. Es el ala chavista que se rebela ante la impericia y desastre que se derrumba sobre ellos. Mientras, Cabello se mueve ahora como otra celestina más del castrocomunismo que chulea y chulea a Venezuela. Entretanto, los familiares de esos oficiales pasan hambre, se enferman, sufren y se van del país.

La resolución de la caótica situación venezolana –esto se ha debatido mucho– tenía que tropezarse en algún momento con lo que podríamos ubicar erróneamente como orígenes en un problema de orden militar, o principal amenaza de orden militar. En realidad es de orden político y es la desunión por intereses dispersos o contrapuestos del sector político seudodirigente y en buena parte corrompido. Por sus actores y sus consecuencias, los militares, como protagonistas de los últimos tiempos, se enfrentan hoy al caos provocado por su apoyo e implementación de erróneas ideas castrocomunistas, que mezclaron con el descaro de sus apetencias para el enriquecimiento propio. El pillaje e incapacidad para manejar economías abiertas, con empresas, equipos humanos profesionales seleccionados bajo criterios meritocráticos, y no ideológicos de sumisión a unos postulados fracasados.

Los seudolíderes políticos sin interrelacionamiento con el mundo militar, o realizado de modo inadecuado, pensaron que por votos, con el apoyo de aquellos con los que se comunicaban, les protegerían del zarpazo comunista, en unas esperadas elecciones limpias. Mucho se refieren a las de 2015, sin saber realmente dónde estuvo el trabajo y resultado positivo, y después qué defraudaron. ¡Qué repetida ingenuidad! Y en otros casos más grave: ¡qué repetida complicidad!

Por ello reafirmamos que nuestro problema es mucho más que uno de orden primordialmente militar. Es de orden político. Hemos conocido, desde la academia y desde la investigación por varios años, y por varios medios, la raíz de esta cosa que se llamó el socialismo del siglo XXI, como falsa promesa de redención. La conocimos en tiempos de la Universidad Simón Bolívar, sin ser parte de ella ni su invitado tampoco.

No alardeamos de tal conocimiento sino con el dolor de expresarnos ante la frustración que produce esa parte de la dirigencia política que los llevó al poder y no ha rectificado. Prefiero no nombrarlos, pero les pregunto: ¿cómo se atreven a traicionar a un pueblo entero  que ha luchado hasta morir? Si han visto a sus jóvenes en la calles del país plantarse para exigir democracia y morir, como Lander, por ejemplo. De jóvenes oficiales encarcelados y torturados como Caguaripano, o asesinados como el comisario Oscar Pérez.

Los sectores militares que también conocieron y descifraron el fraude conceptual de tal socialismo del siglo XXI, desde hace tiempo, no se encontraban hasta ahora con un equipo de dirigentes partidistas que les pusieran la cara y les dijeran expresamente ¡aquí estamos dispuestos a unirnos con ustedes para salvar al país! 

Es necesario aclararles que será imprescindible enfrentar el caos producido por el castrocomunismo que, dolorosamente, Chávez Frías metió en nuestra amada patria. La metió en un hueco negro, mucho más hondo que los de Stephen Hawkins (valga esta mención de admiración).

Al entregar la conducción estratégica a Fidel Castro, de la que una vez pudo haber sido una gran revolución democrática, la llevó a convertirse en prostíbulo de chulos y traficantes del castrocomunismo, como hicieron en su propia isla. Inicialmente, al hipotecarla a los rusos para instalar cohetes. Luego a europeos para turismo sexual. Más tarde a gente del narcotráfico o del lavado de dinero corrompido de las FARC, para comprar su tratado de una supuesta paz.

Nuestra tesis mirandina es buscar la ayuda internacional, como siempre lo hizo él. Sembrando las ideas correctas de la intervención humanitaria militar dentro de los intereses de la geopolítica mundial. En efecto, así se logró en su momento el respaldo británico. Hoy los rusos, por ejemplo, los golpean y nos golpean. Ahora es urgente deponer al narcogobierno incompetente y dictatorial de Maduro. Rescatar la constitucionalidad democrática e iniciar la recuperación de la crisis socioeconómica, a través de un gobierno de emergencia y de unión nacional. Tenemos que formar el equipo, desde adentro y desde afuera. El día ha llegado. Es el día de Francisco “D” Miranda.

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