Marisela Prieto Berbin

El cambio de época que advierte el posmodernismo implica el emerger de una nueva racionalidad en la cual confluya la emancipación del ser y la sociedad empática hacia una nueva forma expresiva en el campo del saber que caracterice el emanar de pensamiento del siglo XXI.

En este cambiante contexto, la formación está siendo objeto de duras críticas determinadas por su limitada acción ante el creciente deterioro de valores morales que no contribuyen a fomentar la ciudadanía. Desde estas duras críticas, los discursos demandan transformaciones esenciales en los fundamentos filosóficos y antropológicos que sustenten la formación que reclaman la inclusión de nuevas visiones y rupturas paradigmáticas de la episteme existente.

La filosofía dibuja una trinchera desde donde armar la teorización de la formación para la toma de conciencia que propicie las transformaciones socioeducativas y políticas. El reto que plantea la filosofía es descifrar el modo de producción del conocimiento articulado con los acontecimientos el mundo social, con sus resonancias, sus ritmos, sus imaginarios. Se reformula una nueva concepción de la formación del sujeto que reclama la militancia cultural y social para descubrir, alcanzar y merecer un activismo político.

La filosofía deviene así en oxígeno vital para existir en los pliegues de la localidad y de la comunidad, de la región, de la nación. Todo ello delinea unas claves hermenéuticas para interpretar la formación con su conexión y contradicciones: contrastes, divergencias, disonancias de historias, educación, militancia, género, clase social, poder, intereses. El abordaje de la filosofía desde la perspectiva del modo de producción del conocimiento asume una dimensión del conocimiento de lo humano, considerando las singularidades, identidades, subjetividades, experiencias, diversidades, intersubjetividades de los sujetos que participan en la dinámica educativa.

La filosofía reivindica la significación de la formación, las experiencias de vida, las vivencias cotidianas. Interpreta un modelo de realidad social y cultural en la que todo cuanto existe consiste en una energía de interacciones indisolublemente vinculadas dialécticamente. En este mundo social se produce una rearticulación político-cultural del imaginario colectivo para reconocer su inserción en el cosmos, en el cual los individuos piensan y ordenan las relaciones con sus propias condiciones materiales de existencia.

La filosofía en la perspectiva de la formación se torna en un espacio cultural donde se ponen en juego modalidades de comunicación, hibridación de géneros, recambios de sentido, deslizados hacia nuevas sociabilidades y re-encantamientos que constituyen como expresiones de forcejeos de identidades por reacomodarse.

La filosofía se transfigura en encrucijada de nuevos saberes, experiencias, nuevos modos de pensar la realidad, de sentir y estar juntos; así como nuevas formas de ritualizar las prácticas culturales vigorosamente estatizadas. La filosofía asume el quiebre, la ruptura con los paradigmas de su tiempo y abre un compás para repensar la formación como articulación de voces y praxis múltiples, reintroduciendo la necesidad de refundar la plataforma pedagógica desde la perspectiva ontológica, fenomenológica y axiológica.

La filosofía explica la formación como una trama compleja asociada permanentemente a procesos pluridimensionales. Los conceptos, representaciones, cosmovisión y valores que pensaron los filósofos se encuentran hoy transfigurándose por las mutaciones contextualizadas en los procesos socioculturales planetarios. Este proceso que expresa implicaría la legitimación y transfiguración de lo social, cuya consecuencia es la imposibilidad de plantear lo referido al proceso formativo en todos los espacios públicos, produciendo la gestación de conflictos por el control del conocimiento, que se asume como una valiosa mercancía desde la perspectiva de los procesos de dominación.

La filosofía moderna comenzó con el principio de que la evidencia de nuestro propio ser es invencible e invulnerable, pero el progreso del conocimiento psicológico apenas se ha confirmado este principio cartesiano. Mientras las ciencias proveen conocimientos parciales, la filosofía alcanza para Husserl el carácter de ciencia universal no detenida en el nivel de la experimentación ni compulsión para explicar la formación según modelos construidos artificialmente.

La formación es una innovación epistemológica-escritural permeada por una polisemia, es decir, por una profusa constelación de voces e historias múltiples. Por consiguiente, se hace necesario historiar la formación de la ciudadanía, como eje discursivo fundante de nuestra exploración investigativa. La historia reubica, reordena y reconfigura la temática de investigación confrontándose con la realidad exterior y proporcionando al sujeto ciudadano el sistema de flujos, códigos culturales, modos y estilos de vida, ritos y mitos que se dibujan en la historia, subvierten los cuerpos, nutren la subjetividad.

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