El catedrático, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg, analista chileno, residenciado en Alemania desde hace muchos años, tal vez demasiados para detallar los grandes cambios que se están produciendo en Latinoamérica, no es cualquiera, merece consideración, atención y respeto. Y parte de eso es advertirle cuando, como ser sabio pero humano, se equivoca.

Se lanza sin salvavidas, apoya e incluso explica la sorpresiva rotura del silencio de Henrique Capriles, cuando critica a la parte de la oposición venezolana que se niega a oponerse sonriendo y condescendiendo, y, para aún más, denuncia a María Corina Machado de andar encampañada sin haber proceso electoral a la vista. De paso –o no tanto– acusa a esa oposición no dispuesta a consentir posiciones de ser una “secta extremista”.

Curioso calificar de tal manera a quienes no se oponen como parece gustarle a Capriles y otros, que hacen oposición desde ambientes controlados, cómodos, protegidos, gastos pagos, financiados algunos, por cercanos oficialistas y unos cuantos de ellos además disfrutando de contratos, tranquilidades y otras prebendas oficiales. Por cierto, le recomiendo seguir el caso Andrade/Gorrin, será muy interesante, da la impresión de que en poco tiempo habrá sorpresas.

No formamos –me incluyo– una “secta extremista” porque al contrario de ese tipo de grupos crecemos. La señora Machado jamás ha ocultado la cara ni entregado los principios, cada día recibe más muestras populares de afecto, respeto y confianza (no de los líderes de esa oposición progobiernera). Por cierto, hace días fue nombrada por la BBC entre las 100 mujeres más influyentes; que retrasados profundos, ausentes de facultades psíquicas o intelectuales, han ignorado con premeditación, alevosía, conveniencia e interés, sin lograr salir de su asombro, y hasta preguntan de manera vejatoria e hiriente ¿cuánto habrá costado semejante distinción? La respuesta es sencilla: cada ladrón juzga por su condición.

No somos una “secta extremista” porque no excluimos a nadie que esté de acuerdo con apoyar la Constitución, leyes, buenas costumbres, ética y principios morales ciudadanos; es decir, la venezolanidad, a conciencia de que parte fundamental de cada uno de ellos son la libertad de pensamiento, expresión, actitud y democracia como el concepto que los abarca, los hace posibles y seguros.

Sí somos extremistas en rechazar la corrupción, cobardía, falta de gónada sobre la mesa cuando hay que ponerla, y la flexibilidad de los principios. Se puede ser flexible en la negociación, en el diálogo, en el intercambio de ideas, pero no con los principios que se tienen o no se tienen, en Venezuela como en cualquier país del mundo. Se puede ser elástico en acudir o no a unas elecciones que, tal como está la realidad en estos momentos, pueden darse por perdidas, son inexistentes por fraudulentas y tracaleras.

Esta oposición real, frontal, expuesta, no está esperando invasiones ni intervenciones. Lo que sí espera es la firme solidaridad de la ciudadanía digna y decente en el mundo, encabezados por sus gobiernos. Y que el 10 de enero próximo cumplan lo que ellos mismos, por propio decoro, se comprometieron a cumplir: el desconocimiento del tramposo dictador.


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