“Mientras ríes a causa de la ignorancia que te mantiene rehén de criaturas bárbaras e inferiores alterándote los sentidos y enajenándote, otros ya caminamos por senderos empedrados de luces”.

Antes del advenimiento de la tecnología de Internet, no todos éramos “comunicadores sociales”. Las redes de disociados (websites) permitieron un inmenso –y casi sin trabas– acceso a informaciones procedentes de la jungla global en la cual se convirtió el planeta Tierra. Dejaron abiertos canales comunicaciones virtuales a quienes desearan interactuar, investigar o formarse cultural y académicamente sin fronteras ni límites.

Es fenomenológico advertir cómo el World Wide Web civiliza, idiotiza e infunde terror instantáneo. El futuro ya no está distante, tampoco el pasado. Los seres humanos hallamos la forma científica de colocar todo en dispositivos que abren y almacenan al tiempo. También lo desechan, transforman o corrigen. La comunicación avanza hacia la telepatía y la telequinesia. Se consolidarán palabra y movimiento irrefrenables.

Los creyentes trabajamos en pro de la ruptura y el distanciamiento necesario entre el mundo rígido y cuanto, científicamente, está más allá de la materia que lo estigmatiza. A favor de abolir la dominación ideológica-política-bélica de los grupos hostiles. Las supremacías desaparecerán. Los conceptos de mandatario, mandato y mandante. De amo y esclavo. Patrón y asalariado. Reinas, reyes y caudillos. El terrorismo implícito en la diversidad de regímenes de gobierno será sepulto.

Sin aspavientos ni muchos adherentes, la fenomenología comunicacional alcanzará su cima. Hubo un tiempo en el cual fue inconcebible la comunicación cableada que luego fue inalámbrica: fibra óptica, fisión nuclear, etc.

Los seres humanos extinguiremos la realidad y tiempo que hiere, inflige daños irreparables, que rivaliza con la ficción trascendida. La comunicación paranormal entre los individuos sanará las atrofiadas conciencias, deslastrándolas de atrocidades. Seremos dispensados, fraternos y libres: catarsis.


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