El éxodo mayoritario de jóvenes hace retroceder el país. Verdaderamente es una tragedia la que estamos padeciendo. Venezuela necesita de nuestra juventud que, además de irse en contra de su voluntad, deja estructuras que se resienten por la falta de ellos, con los consecuentes impactos nefastos sobre la sociedad en general: a sentir en menos de cinco años.

En efecto, un sector que ha sufrido los mayores rigores de la crisis son los jóvenes: estén capacitados o no, en el sentido de no poder culminar prontamente sus estudios o encontrar un trabajo digno y decente. Es decir, las oportunidades ciertas y estables cada día son menos halagadoras; por ende, un significativo número de talentos, con una alta tasa de recurrencia diaria, decide hacer sus maletas y emigrar a cualquier otro país del mundo (que se capitalizan o se benefician con el recurso humano de alto nivel humano y de capacitación).

Pero, también, para nadie es un secreto que desde que arreció fuertemente la crisis hasta el actual momento, en el cual se sigue en un rumbo desfavorable para las aspiraciones de progreso sustentable, más de 100.000 jóvenes se han ido al exterior buscando un futuro mejor: aunque en esos países vivan “más o menos” en lugar de “menos menos” como están aquí. Con el agravante de que este éxodo tendrá consecuencias negativas para el país porque solo “las personas mayores no pueden recuperar la economía de un país”.

Comenta un médico recientemente graduado de una universidad venezolana: “Estudié Medicina en Venezuela y, lamentablemente, no pude encontrar empleo. Hay tanta gente sin trabajo, tanto jóvenes como nosotros. En un comienzo mis padres me decían: ‘Si te va mal regresa’, pero ahora me dicen: ‘Es mejor que te quedes’. Los jóvenes que estamos tomando esta dura decisión no queremos dejar a nuestras familias y amigos, pero es lo que debemos hacer; sin embargo, es muy preocupante la situación del país, y aunque tenemos la esperanza de que pueda resolverse, sin embargo nos sentimos algo frustrados por haber estudiado en vano, y porque nadie hace nada para revertir tal adversidad que afecta principalmente a los jóvenes venezolanos”.

Verdaderamente, si nada cambia, al empeñarse los “líderes” políticos (oposición y oficialismo) con el mismo patrón de conducta, insistiendo en la cultura de la conflictividad e intolerancia, la fuerza de las armas, la irracionalidad de la violencia y el discurso pendenciero, la situación actual tenderá a empeorarse: por muchos decretos que quieran imponerse o presiones de calle que deseen realizarse. Con el agravamiento de los desequilibrios macroeconómicos, los daños colaterales respectivos en lo microeconómico, lo microsocial y la estructura de valores de la sociedad.

“Mi gran preocupación, es que nos dejemos engañar nuevamente por alguien que viene y nos dice lo que queremos escuchar, y terminar otra vez más con las ‘tablas en la cabeza’. Lo más importante es hablar de frente acerca de los problemas del país, pero falta explicar el método que permitirá la solución tan ansiada por nosotros” (Sra. Aracelis Vielma, distinguida lectora de esta columna).

Surge entonces la necesidad de construir un efectivo y pertinente marco regulatorio que igualmente sirva de soporte para iniciar de inmediato la ejecución de una propuesta complementaria de crecimiento sostenible, tal como la que se plantea en el “Plan Integral de Reconstrucción Universitaria” (PIRU).

Nota final. Artículo anterior de referencia: ¡Llegaron el yuan y el trigo!

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